viernes, 10 de febrero de 2012

La esclavitud y el Islam

En 1949, la Asamblea General de la ONU pidió al Consejo Económico y Social que estudiara el problema de la esclavitud; cuatro años más tarde, la resolución 475 (XV) del CES, de 27 de abril de 1953, acordó el traspaso a las Naciones Unidas de las funciones que ejerció su antecesora –la Sociedad de Naciones– en virtud de la Convención sobre la Esclavitud, de 25 de septiembre de 1926. El Art. 1º de aquel tratado internacional definió la esclavitud como el estado o condición de un individuo sobre el cual se ejercitan los atributos del derecho de propiedad o algunos de ellos; estableciendo que la trata de esclavos comprende todo acto de captura, adquisición o cesión de un individuo para venderle o cambiarle; todo acto de cesión por venta o cambio de un esclavo, adquirido para venderle o cambiarle, y en general todo acto de comercio o de transporte de esclavos.

No hay duda de que la esclavitud ha existido desde la antigüedad en todas las culturas del mundo (desde la Mesopotamia de Hammurabi hasta la Europa que se lanzó al mar a descubrir nuevos mundos); pero mientras los movimientos abolicionistas que surgieron a finales del siglo XVIII, fueron alcanzando sus objetivos en el mundo Occidental a lo largo del XIX, en el ámbito musulmán, en cambio, permanecieron hasta el siglo XX e incluso se mantienen hoy en día. De hecho, la República Islámica de Mauritania ha sido el último país de la Tierra que la abolió –por tercera vez tras un Decreto colonial francés de 1905 y la primera Constitución de 1960– mediante la Ordonnance d'abolition de l'esclavage, de 9 de noviembre de 1981; y, aun así, el 9 de agosto de 2007, su Asamblea Nacional tuvo que criminalizar esta práctica con penas de hasta diez años de reclusión y cuantiosas multas porque, en determinadas regiones, se continuaba practicando en pleno siglo XXI. Según la ONG SOS-Esclaves Mauritanie, se calcula que aún afecta a más de un 15 por ciento de la población mauritana, porque esta institución se encuentra muy arraigada en sus costumbres tradicionales.

En su libro Cien preguntas sobre el Islam (Encuentro, Madrid, 2003), Samir Khalil Samir –un islamólogo egipcio y cristiano que reside en el Líbano– dice que La charía [ley islámica] se fundamenta en una triple desigualdad: entre hombre y mujer, entre musulmán y no musulmán, y entre hombre libre y esclavo. Con excepción de esta última, que apenas se da ya en la realidad, las otras dos siguen siendo válidas todavía.

En la sura de las abejas, el Corán dice: Dios propone un símil: un esclavo, propiedad de otro, incapaz de nada, y un hombre a quien Nosotros hemos proveído de bello sustento, del que da limosna, en secreto o en público. ¿Son, acaso, iguales? (C 16, 75); de igual modo, en la que se titula De los bizantinos propone una parábola: ¿Hay entre vuestros esclavos quienes participen del mismo sustento de que os hemos proveído, de modo que podáis equipararos en ello con ellos y les temáis tanto cuanto os teméis unos a otros? (C 30, 28). Asimismo, la esclavitud aparece mencionada al prescribir la Ley del Talión en los casos de homicidio: libre por libre, esclavo por esclavo, hembra por hembra (C 2, 178) y al citar las normas de educación y de modestia: casad (…) a vuestros esclavos y esclavas honestos (…) Extended la escritura a los esclavos que lo deseen si reconocéis en ellos bien, y dadles de la hacienda que Dios os ha concedido. Si vuestras esclavas prefieren vivir castamente, no les obliguéis a prostituirse (C 24, 32-33). Con estos cuatro ejemplos, queda claro que el libro sagrado de los musulmanes acepta la esclavitud y que también enseña que sus dueños los traten con gentileza.

De la lectura del Corán –que no deja de ser la primera fuente del Derecho Islámico– parece deducirse que, legalmente, cualquiera podría seguir teniendo esclavos; no obstante, la 19ª Conferencia Islámica de Asuntos Exteriores promulgó, en 1990, la Declaración de El Cairo sobre los Derechos Humanos en el Islam; donde, su Art. 11, establece que el ser humano nace libre. Nadie tiene el derecho de esclavizarlo, someterlo, sojuzgarlo o explotarlo. No hay sumisión sino hacia Alá el Altísimo. Aunque todo el contenido de esta declaración impone el hecho religioso a los Derechos Fundamentales y parte de la idea de que el Islam es la religión indiscutible (Art. 10), su forma de abordar la abolición de la esclavitud es un buen ejemplo de que el Islam también puede ir cambiando.

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