En 1534, el rey Enrique VIII de Inglaterra se autoproclamó Jefe Supremo de la Iglesia [Anglicana] de su país tras la polémica que surgió con la Santa Sede al pedir el divorcio de su primera esposa, Catalina de Aragón, para poder contraer un nuevo matrimonio con Ana Bolena [Anne Boleyn]; como ya sabemos, el monarca acabó siendo excomulgado por el papa Clemente VII y quienes se negaron a reconocer su nueva potestad religiosa –como el humanista Thomas Moro– fueron juzgados, condenados y ejecutados. Dos años más tarde, ordenó la secularización de los bienes de los monasterios en beneficio de la Corona, para ponerlos en venta; y, ese mismo año, la revuelta contra los Tudor nació en los condados del norte –Lincoln y York– donde los grandes señores siguen siendo papistas, sin duda por oposición al rey [PÉRONNET. M. El siglo XVI. Madrid: Akal, 1990, p. 208]. Desde entonces, el siglo XVI inglés se caracterizó por la continua represión de la libertad religiosa durante los posteriores reinados de Eduardo VI, María I (a la que se calificó como Bloody Mary, María la Sangrienta), Isabel I y Jacobo I, enfrentando a católicos con anglicanos.
En ese contexto histórico se originó la denominada Conspiración de la pólvora [Gunpowder Plot].
Tras las ejecuciones de católicos que se produjeron en el otoño de 1604, un grupo formado, entre otros conspiradores, por Robert Catesby, Thomas Winter, Thomas Percy, John Wright y Guy Fawkes planearon volar las Casas del Parlamento de Westminster durante la ceremonia de apertura de la legislatura [State Opening day], el 5 de noviembre de 1605, matando al rey Jacobo I, a su familia y a todos los parlamentarios reunidos en sesión plenaria en la Cámara de los Lores. Uno de los autores del complot, Fawkes –un protestante convertido al catolicismo que combatió con las tropas españolas en Flandes como mercenario– llegó a colocar treinta y seis barriles de pólvora en un almacén situado bajo aquella Sala. Al parecer, el Gobierno descubrió la conspiración cuando alguien envió una carta anónima al católico Lord Monteagle para avisarle de que, ese día, no acudiera al Parlamento; sin embargo, este diputado alertó al Lord Chamberlain y al bajar a los sótanos con la guardia, descubrieron a Fawkes ocultando los explosivos. Tras ser detenidos y torturados, los conspiradores acabaron siendo juzgados y condenados a muerte el 27 de enero de 1606, siendo ejecutados en dos grupos, los días 30 y 31 de aquel mismo mes.
El Parlamento británico adoptó la Thanksgiving Act u Observance 5th November Act y, desde entonces, se ha convertido en una tradición que, en recuerdo de aquella fecha, cada 5 de noviembre, los ingleses y muchos otros países de la Commonwealth, conmemoran el fracaso de ese magnicidio dando gracias por la “gozosa liberación” [the joyful day of deliverance], encendiendo hogueras y quemando muñecos que representan a Guy Fawkes, mientras los niños cantan: Remember, remember, the fifth of November. Gunpowder treason and plot. We see no reason. Why Gunpowder treason. Should ever be forgot… y piden a cambio un penique.
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