miércoles, 3 de febrero de 2016

Los yama o reglas universales de la vida

El experto indio TKV Desikachar –hijo y alumno del célebre profesor Tirumalai Krishnamacharya– considera que el origen del yoga se remonta a las fuentes del pensamiento y la espiritualidad de la India basadas a su vez, en los vedas, parte fundamental de lo que se denomina “Canon Hindú”. La transmisión de todos esos conocimientos inspiró a los antiguos sabios a fundar seis escuelas o Darshanas (“espejo” donde se refleja la vida); una de las cuales fue la llamada Yoga, creada por Patanjali, de quien en realidad se sabe poco, más allá de que debió nacer en Cachemira; que fijó sus enseñanzas en unos aforismos –los sutras; en esencia, unas máximas o sentencias tan breves que ni siquiera llegaban a formar una frase– con el fin de que los profesores los repitieran y, a fuerza de recitarse, los alumnos los aprendieran de memoria; y que escribió el primer texto de yoga, que se ha conservado íntegramente: el Yoga-sutra de Patanjali [Madrid: EDAF, 13ª ed., 2008]. Dependiendo de la fuente que se consulte, la fecha de publicación de este libro oscila con un margen de tiempo tan amplio que mientras algunos estudiosos no dudan en datarlo hace más de 5.000 años, otros reducen su antigüedad al siglo III a.C. Desikachar, por su parte, considera que podría situarse sobre los años 300 a 400 d.C.
 
La estructura del Yoga-sutra se divide en cuatro capítulos que contienen 195 sutras en total (34, 55, 55 y 51, respectivamente); por ejemplo, el segundo del primer capítulo define el yoga como la aptitud para dirigir la mente exclusivamente hacia un objeto y mantener esa dirección sin distracción alguna; a continuación, en el segundo capítulo, el número 29 explica cuáles son los ocho componentes del yoga. Es probable que el más conocido por el público en general sean las asanas (la práctica de ejercicio físico; es decir, las famosas posturas del yoga) pero, desde un punto de vista jurídico, nos interesan las actitudes con respecto a lo que nos rodea: los yama. Según el sutra II.30: Yama comprende: 1) La consideración hacia todos los seres vivos, en particular hacia los inocentes, los que están en apuros o en una situación peor que la nuestra; 2) La comunicación adecuada por medio del lenguaje, escritos, gestos y acciones; 3) El abandono de la codicia o capacidad de resistir al deseo de lo que no nos pertenece; 4) La moderación en todos nuestros actos; y 5) El abandono de la avaricia o capacidad de aceptar sólo lo apropiado.
 
Estos cinco yama suelen resumirse en otros tantos signos del progreso, para autorregularnos nosotros mismos: el concepto de ahimsa [la no violencia que popularizó Gandhi (II.35)]; satya [honestidad, no mentir (II.36)]; asteya [no robar (II.37)]; brahmacharya [moderación, nada se desperdicia (II.38)]; y aparigraha [sin avaricia (II.39)].

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