Toussaint Augustin Gouffé murió asesinado la noche del 26 de julio de 1889. La víctima, un viudo de 49 años con una merecida fama de donjuán, era padre de tres hijas y trabajaba como Huissier de Justice (un cargo que, en los países francófonos, es nombrado por el Ministerio de Justicia para responsabilizarse de notificar y ejecutar las resoluciones judiciales: un revisor notarial de libros, asesor de cuestiones de contribución y recaudador de deudas [1]); tenía su propio despacho, situado en el número 148 de la céntrica rue Montmartre, de París y, gracias a su profesión, disfrutaba de una cómoda posición social que le permitía frecuentar los burdeles de la capital francesa y, en especial, a una prostituta llamada Gabrielle Bompard (1868-1923), de 21 años, su favorita. Aquella tarde, ella salió a su encuentro en un café y le propuso acabar la velada en su apartamento, un piso alquilado en el nº 3 de la calle Tronson du Coudray, del Distrito Octavo. La pareja entró en el dormitorio y, una vez en la cama, la joven le pidió que jugasen y que él se pusiera una argolla en el cuello, sin darse cuenta de que el artilugio estaba unido a una soga; en cuanto la cerró, el cómplice y amante de Bompard –un estafador llamado Michel Eyraud (1843-1891) que permanecía oculto tras una cortina– tiró de la cuerda hasta ahorcarlo, tal y como se representó la escena en los dibujos que ilustraron el crimen en la prensa de la época.
A continuación, lo desnudaron, metieron el cuerpo en un saco de lona dentro de un enorme baúl que Eyraud había comprado en Londres unas semanas antes y, tras hacerse con la llave de la caja fuerte de su oficina –verdadero móvil del crimen– y registrarla sin hallar la fortuna que esperaban, se fueron al día siguiente a la estación de ferrocarril, facturaron aquel singular equipaje y viajaron 400 km hasta Lyon; hicieron noche en una pensión y, por la mañana, alquilaron un coche de caballos para alejarse otros 20 km, en dirección a la localidad de Millery, donde arrojaron el cadáver por un terraplén al río Ródano, deshaciéndose a golpes del baúl en un bosque cercano.
Viñeta de Henri Meyer para el suplemento del Petit Journal de 20 de diciembre de 1890 |
El denominado Affaire Gouffé habría sido el prototipo de crimen perfecto de no ser por la perseverancia del comisario Marie-François Goron (1847-1933) –sucesor de Vidocq al frente de la Sûreté parisina– y la concienzuda autopsia que llevó a cabo el Dr. Alexandre Lacassagne (1843-1924), un eminente médico que, en 1885, formuló su famosa teoría de que el criminal era como un virus (inocuo hasta encontrar el caldo de cultivo adecuado que lo hiciera germinar); y maestro de Edmond Locard (1877-1966), autor del libro La malle sanglante de Millery [El baúl sangrante de Millery, como se conoce el Caso Gouffé en Francia].
El lunes 29 de julio de 1889, año de la Exposición Universal, se presentó en la Cité de París un hombre llamado Edmond Jaquemar [1], el cuñado de la víctima acudió a la comisaría para denunciar la desaparición de su familiar. La Policía de París descubrió que Gouffé había pasado su última noche en una cafetería en compañía de Bompard y que, a partir de ese momento, a él se le perdía el rastro mientras que ella y un conocido estafador habían comprado dos billetes con destino a Lyon facturando un enorme baúl. Quince días más tarde, un caminero que se dirigía a Millery, Denis Coffy, encontró en el campo un cadáver en avanzado estado de descomposición. Atando cabos, Goron viajó con el familiar del «Huissier» hasta la morgue lyonesa para identificar aquellos restos pero su mal estado hizo que fuera imposible reconocerlo y tampoco ayudaron los resultados de la autopsia que realizó el Dr. Paul Bernard porque aportaron unas características físicas que no se correspondían con la envergadura del desaparecido. Al final, el cuerpo fue enterrado en una fosa común pensando que se trataba de algún mendigo.
Sin embargo, el comisario estaba convencido de que se trataba del cadáver de Gouffé y continuó con sus pesquisas hasta que, a finales de octubre, la fiscalía le avisó de que un agricultor había encontrado los fragmentos podridos del baúl, incluyendo las etiquetas de facturación que lo identificaban con el mismo tren en el que Bompard y Eyraud viajaron de París a Lyon. Sólo faltaba realizar una segunda autopsia a los restos humanos que se habían hallado en agosto para verificar su hipótesis pero, esta vez, el análisis necrótico le correspondió al Dr. Lacassagne.
Se exhumó el cuerpo y, durante más de una semana, el médico pudo determinar la altura aproximada de aquel hombre, estimándola mediante la técnica antropométrica desarrollada por su propio cuñado, Etienne Rollet; tomando como referencia la longitud del fémur, la tibia, el peroné y otros huesos largos. Asimismo, confirmó una deformación en la rótula, que se correspondía con la cojera de Monsieur Gouffé; una antigua fractura en el tobillo derecho que se produjo siendo niño; la acumulación en el metatarsiano de las sales que le provocaron la gota; y que, en la mandíbula superior, solo le faltaba una muela. Goron fue contrastando todos aquellos detalles no solo con los familiares sino con los datos que le aportaron las fichas del dentista y el médico que le atendieron en vida e incluso con la talla que le tomaron al prestar el servicio militar. La conclusión fue inequívoca: aquel cadáver se correspondía con el desaparecido Toussaint-Augustin Gouffé y, por las lesiones del cuello, se determinó que no fue estrangulado sino ahorcado.
Aun así, el comisario llegó a desplazarse a la capital inglesa para verificar que el vendedor de los baúles podía identificar la fotografía del estafador y, con todas esas pruebas, se cursó una de las primeras órdenes de arresto internacional porque los criminales habían huido a América; ella residía en Estados Unidos y él en Cuba.
Bompard se entregó y regresó a Francia de forma voluntaria mientras que Eyraud fue identificado en La Habana, lo detuvieron y extraditaron a París.
Finalmente, ambos fueron juzgados en diciembre de 1890 y, entre mutuas acusaciones –el abogado de la prostituta llegó a argumentar que su cliente había sido hipnotizada por su cómplice y éste que fue ella quien quiso ponerle en el cuello un bonito lazo– el tribunal sentenció a muerte a Michel, que fue guillotinado el 3 de febrero del año siguiente; y condenó a Gabrielle a veinte años de reclusión que no llegó a cumplir en su totalidad por buen comportamiento.
NB: Puedes leer on line el Acte d´accusation, del Dr. Lacassagne , en el siguiente enlace.
Cita: [1] MAASS, J. El caso Gouffé. Barcelona: Luis de Caralt, 1963, pp. 19 y 16, respectivamente.
NB: Puedes leer on line el Acte d´accusation, del Dr. Lacassagne , en el siguiente enlace.
Cita: [1] MAASS, J. El caso Gouffé. Barcelona: Luis de Caralt, 1963, pp. 19 y 16, respectivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario