En 1985, la periodista venezolana Jurate Rosales –nacida en Kaunas (Lituania) en 1929– publicó su primer libro Rasgos de idiomas bálticos en la península ibérica. Desde entonces, esta autora sostiene la teoría de que los godos no eran un pueblo de origen germánico, como suelen opinar los académicos de Historia, sino báltico. Esta propuesta tuvo sus precedentes en el siglo XVII cuando el erudito prusiano Mateus Praetorius afirmó que Prusia era la antigua y nativa sede de la nación goda; y fue desarrollada por expertos lituanos procedentes de diversas disciplinas entre los que destacaron Simonas Daukantas, Alexander Rackus, Česlovas Gedgaudas y Kazimieras Jaunius. Tomando como referencia la opinión del primero de ellos –un historiador considerado el padre de la historia lituana– Rosales afirma que Daukantas siempre se refirió a los bálticos de las tierras orientales (para entonces ya mezclados con los eslavos) llamándolos con el nombre que éstos llevaban en las crónicas locales del medioevo: godos.
Como consecuencia práctica, una revisión de las más antiguas leyes bálticas conocidas y su comparación con los fueros visigodos de España permite observar la coincidencia de cuatro principios rectores, que acataban tanto los visigodos de España como los bálticos [en referencia al nombre que acuñó el filólogo alemán Georg H. F. Nesselmann, en 1845, para denominar a los antiguos prusianos, lituanos y letones, por el mar Báltico en cuya orilla siempre habían vivido]:
- La protección del derecho a la propiedad privada incluyendo separadamente el derecho de las mujeres a poseer y administrar sus propios bienes;
- La permanencia de un complicado orden social altamente clasista, en cuyo más bajo eslabón estaban los esclavos y en el más alto, el clero;
- La figura de la indemnización por daños causados a la persona o la propiedad; y
- La entrega del reo a la voluntad del agraviado o su familia en los casos considerados graves: homicidio, rapto de la mujer, violación y otros [1].
A diferencia de las leyes visigodas de España que ya se codificaron en el siglo V, las normas consuetudinarias lituanas no se redactaron hasta la segunda mitad del siglo XV y limitándose al orden penal; tras varios intentos y muchas promesas reales, el Estatuto del Gran Ducado de Lituania fue publicado en 1529, plasmando por escrito gran parte de las costumbres heredadas de la época anterior al cristianismo [Lituania recibió el bautismo en el año 1387]; de modo que la historia jurídica de Lituania puede dividirse en dos períodos: hasta 1387 se rigió por leyes no escritas de usos y costumbres y a partir de esa fecha por una mezcla de los fueros con los usos y costumbres, según el experto en la historia legal lituana, Aleksandras Plateris [2].
En esa primera época, hasta 1387 –es decir, en los tiempos previos al cristianismo– el sistema judicial de los bálticos estaba en manos y bajo la responsabilidad del clero de la antigua y milenaria religión pagana. De hecho, estaríamos frente a una teocracia que impidió la evolución tanto del sistema religioso como de sus leyes, manteniendo a ambos en una milenaria inmovilidad y otorgándoles un lugar de primera importancia dentro del contexto social. La aplicación por los sacerdotes paganos de una justicia rudimentaria y severísima creó un complicado sistema de leyes consuetudinarias que permanecieron vigentes en Lituania hasta su bautismo en el siglo XIV, que es cuando surgió la necesidad de crear una administración de justicia que sustituyera a la anterior [3].
Castillo de Trakai (Lituania) |
Siguiendo al mejor conocedor del vernáculo sistema social lituano, Simanas Daukantas, al describir la complicada jerarquía que privó en tiempos del paganismo en el estamento religioso báltico, define a la casta sacerdotal de los «vaidilas» como la rama del clero encargada de aplicar las leyes. Cuenta Daukantas, dando como referencia la recopilación de documentos prusianos: «El segundo grupo de esos sacerdotes se llamaba los "vaidelés" o "vaitelés", también llamados "vaidylus-ziai". Hasta su nombre (vaidai significa "pleitos") indica que su tarea era pacificar pleitos y venganzas de los moradores. Su labor era mantener la religión, los modos, la moral, los antiguos usos y costumbres, resguardar el amor y la unión entre vecinos, vigilar el acatamiento de las órdenes del gobierno y de las leyes de la sociedad, relatar en las reuniones de la gente, las guerras, las campañas y las victorias de la nación, exaltar la resistencia y el valor de los que murieron en las guerras, devolver al camino recto, por medio de sus sermones, a los hombres que se apartaban de él [4].
Por último, Rosales recuerda que la consuetudinaria ley báltica solía castigar numerosas faltas con la pena de muerte. Si había un asesinato, el culpable era entregado a la venganza que la familia del muerto decidiere infligirle. El adulterio, el robo, la violación de la mujer fuese ella virgen o casada, el incesto, la deserción del ejército, eran castigados con la pena capital, aplicada a menudo en una forma extremadamente cruel. Por ejemplo, el ladrón reincidente por tercera vez era despedazado por los perros, el hombre que violaba a una mujer moría quemado, el desertor era ahorcado, la pareja incestuosa era enterrada viva.
Citas: [1] ROSALES, J. Los Godos. Barcelona: Ariel, 2004, p. 254. [2] Ob. cit. p. 258. [3] Ob. cit., p. 255. [4] Ob. cit. pp. 256 y 257.
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