Al estudiar la obra de Janusz Korczak, el “académico revoltoso” Manfred Liebel –así se autodefine este sociólogo alemán– considera que las propuestas del conocido pedagogo judío-polaco representan: (…) una comprensión de los derechos del niño orientada al mundo de la vida, que va más allá de una construcción legalista fijada al Estado. De este modo, el pedagogo ha contribuido a establecer una tradición emancipadora de los derechos del niño como derechos humanos, entendidos asimismo como derechos subjetivos; es decir, en su opinión, Korczak no entendía los derechos del niño como un elemento legal formal (en tanto leyes adoptadas por el Estado), sino más bien en un sentido orientado al mundo de la vida, como una regulación de las relaciones sociales basada en el acuerdo mutuo. La particularidad de esta mirada es que los derechos aquí no se pueden prescribir ni hacer cumplir, sino que requieren un reconocimiento voluntario de la comunidad en la que se ponen en práctica y en la vida diaria. Desde esta perspectiva los derechos también se entienden como un autocompromiso vinculante, fijado en normas como las del “Tribunal de niños” establecida en los orfanatos dirigidos por Korczak, como explica en «Cómo amar a un niño», publicado por primera vez en 1919 (…) [1].
Janusz Korczak, seudónimo de Henryk Goldszmit, pediatra, escritor y educador, nació en Varsovia el 22 de julio del año 1878 o 1879 en una familia de origen judío, culta e integrada en la vida polaca [2]. Era hijo de un abogado que le inculcó su sentido de la Justicia aunque su padre terminó suicidándose en un hospital psiquiátrico (razón por la que el Dr. Goldszmit nunca quiso tener hijos, por temor a transmitirles aquella posible secuela de la locura). La travesía de Korczak con los niños comenzó con su carrera como estudiante de medicina preocupado por las condiciones bajo las cuales vivían los niños pobres (…). Gradualmente, Korczak se fue interesando por trabajar con algunas áreas de la vida de los niños, que la medicina no tocaba. A los treinta y tres años, exitoso en la literatura y en la medicina, aceptó la dirección de un orfanato judío (…). Korczak llamaba a su experimento una República de niños. Tenía su propio parlamento, corte, periódico y cronogramas de trabajo. Él veía estas cosas no sólo como expresión del respeto por el niño, sino también como vehículos de la educación moral o de la educación para la justicia [3].
Diez años antes de “El derecho del niño al respeto”, Korczak, había escrito “Cómo amar al niño”[o “Cómo hay que amar a un niño”], redactado en el frente de la primera gran guerra en la que participó como médico de campaña. Estamos en los inicios de su trayectoria como educador pero en el libro ya se recoge su principal aportación a la educación contemporánea, que es una modalidad de educación institucional que supera las experiencias de autogobierno de algunas escuelas europeas y norteamericanas de finales del siglo XIX y principios del XX (…). Korczak propone una especie de contrato social entre adultos y niños, que es posible gracias a un gran esfuerzo de autoeducación. Esta es posible con la ayuda de estrategias o dispositivos como las que se ponen en funcionamiento en el orfanato: un parlamento, un tribunal, un calendario, un buzón, la cartelera, el diario, etc. Dispositivos no para controlar en el sentido foucaultiano, sino para establecer las condiciones de la vida en democracia para afrontar adversidades y tensiones, para facilitar recursos, para abrir posibilidades en el trayecto de nuestra existencia [4] en un viaje que se llama vida.
Finalmente, en la mañana del 6 de agosto de 1942, guardias alemanes y ucranianos rodearon el orfanato como parte del plan para eliminar a los “elementos improductivos” [3]. Janusz Korczak tomó la decisión de subir a un tren con casi dos centenares de niños que vivían en su orfanato público en el gueto de Varsovia, algunos adultos y su inseparable colaboradora, Stefania Wylkzynska, siendo consciente de su destino final en el campo de exterminio nazi de Treblinka (Polonia).
PD: en un próximo in albis hablaremos de Eglantyne Jebb; la activista y maestra de primaria inglesa que –a diferencia del planteamiento de Korczak– buscó la protección de la infancia mediante la pionera «Declaración de Ginebra» de los Derechos del Niño, de 1924.
Citas: [1] LIEBEL, M. “Janusz Korczak, los derechos y el protagonismo de la infancia”. En: Miscelánea, 2019, nº 28, pp. 176 a 195. [2] POMBO SÁNCHEZ, A. La derrota de la razón: Janusz Korczak: médico, educador y mártir. Barcelona: Soroi, 2017. [3] KOHLBERG, L. “Educar para la justicia: La vocación de Janusz Korczak”. Revista Postconvencionales, nº 5-6, 2012, pp. 213 y 214. [4] TORT BARDOLET, A. “Con la infancia. El legado ineludible de Janusz Korczak”. En: Revista Sociedad e Infancias, nº 3, 2019, pp. 284 y 285.
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