Antes de que el Duque de Normandía fuese coronado rey de Inglaterra en la Abadía de Westminster la Navidad de 1066, el reino anglosajón carecía de un único ordenamiento jurídico de modo que convivían tantos sistemas legales como condados [shires], cada uno con sus leyes y tribunales para resolver las controversias basándose en sus propias costumbres locales, lo que daba lugar a una administración de justicia tan arbitraria como discrecional. Fue Guillermo el Conquistador [William the Conqueror], el primer monarca anglonormando, quien sentó las bases de una legislación común o «Common Law», válida para todos los ingleses. Para lograr ese objetivo creó la King's Court o Curia Regis: un consejo real de carácter consultivo que sustituyó al anterior Witenagemot (o Witan) –donde los hombres sabios del reino se venían reuniendo, desde el siglo VII, para asesorar a la anterior dinastía anglosajona– y que perduró como tal hasta finales del siglo XIII. Aquella institución no solo desempeñó funciones judiciales sino también ejecutivas, legislativas y consultivas; por lo que se refiere a las primeras, el rey y sus consejeros viajaron por todo el país, otorgando justicia de forma itinerante.
Dominios de Guillermo I |
Con el fin de la monarquía anglonormanda, tras un periodo histórico que se caracterizó por la inestabilidad provocada por las luchas dinásticas, un bisnieto de Guillermo I –Enrique II (al que ya tuvimos ocasión de referirnos al comentar la Constitución y el Assize de Clarendon)– accedió al trono de Inglaterra en 1154 y con él llegó la nueva Casa de Plantagenet. El joven soberano dio un nuevo impulso al sistema de justicia establecido por su bisabuelo, para poner fin a las injusticias mediante un sistema legal común para todo el país, bajo la autoridad suprema del rey.
En 1166, retomó aquella propuesta de una justicia itinerante [Travelling Justice] y envió a trece de los dieciocho jueces que juzgaban las causas en Inglaterra a recorrer todo el país mientras los cinco restantes continuaban impartiendo justicia en Londres; sus sentencias comenzaron a redactarse y, gracias a su autoridad, se convirtieron en un precedente que empezó a citarse en los juicios posteriores, sentando jurisprudencia.
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