El legado espiritual y la protección del medioambiente tienen tanta importancia en este Reino del Himalaya que ambas nociones se proclaman en los primeros preceptos de la actual Constitución de Bután, de 18 de julio de 2008; en concreto, el Art. 3 establece que: El budismo es el legado espiritual de Bután, que promueve los principios y valores de la paz, la no violencia, la compasión y la tolerancia. (...) 3. Será responsabilidad de las instituciones y personalidades religiosas promover el legado espiritual del país (…). Y, a continuación, el Art. 5 dispone que: Todos los butaneses son depositarios y administradores de los recursos naturales y el medioambiente del Reino, para las generaciones presentes y futuras, y es un deber fundamental de todo ciudadano contribuir a la protección del medioambiente, a la conservación de la rica biodiversidad de Bután y a la prevención de todas las formas de degradación ecológica, incluida la contaminación visual, física y sonora, mediante la adopción de prácticas y políticas medioambientales amigables. (…) 3. El Gobierno deberá garantizar que, con el fin de conservar los recursos naturales del país e impedir la degradación del ecosistema, un mínimo del sesenta por ciento de las tierras de Bután se conserva como cubierta forestal para siempre. 4. El Parlamento aprobará legislación medioambiental para garantizar el uso sostenible de los recursos naturales y mantener la equidad intergeneracional, y reafirmar los derechos soberanos del Estado sobre sus recursos biológicos (…).
La proclamación de ambos valores en la ley fundamental butanesa se enmarca en un contexto más amplio: la tradición budista local que considera sagradas las cimas más altas del reino porque albergan el hogar de sus dioses. Como consecuencia, la presencia de expediciones de escaladores alteraba el debido respeto a sus ancestrales espíritus protectores y, por ese motivo, si en 1994 las autoridades de Timbu, su capital, prohibieron ascender a las montañas que superasen los 6.000 metros de altitud; en 2003, aquella prohibición se extendió a todas sus cumbres, impidiendo la práctica del montañismo en todo el país.
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