En ese contexto, a finales del siglo IV, un análisis particular de cada una de las provincias hispanas nos pone de manifiesto que la Tarraconense con su capital Tarraco es la provincia donde se documentan más tempranamente indicios expresos sobre el metropolitano y su autoridad. Cabe subrayar que fue precisamente esta provincia la que en el siglo V se mantuvo durante más tiempo bajo el dominio imperial, libre del dominio bárbaro, lo que redundaría en el fortalecimiento de sus estructuras eclesiásticas. En la decretal que Siricio dirigió a Himerio de Tarraco, fechada en 385, no se observa aún la existencia de la organización metropolitana [1]. San Siricio fue, por cierto, el primer sucesor de S. Pedro que se llamó Papa [2].
Por alusiones, el obispo Himerio de Tarragona [Imerio o Eumerio] presidió la diócesis tarraconense, aproximadamente, entre los años 384 y 390. Al inicio de su ministerio pastoral dirigió una carta o Conmonitorio al obispo romano Dámaso [304-384] a través del presbítero Basiano [320-409], pero, cuando éste llegó a Roma, el gran Pontífice ya había fallecido. Su sucesor, Siricio [334-399], contestó al obispo hispano con una decretal fechada el 11 de febrero del año 385. La carta es la primera decretal conservada de un obispo de Roma. Sabemos que Himerio había tomado la iniciativa para reformar las costumbres deterioradas de su iglesia promulgando algunas duras disposiciones que, al parecer, fueron discutidas por sus colegas en el episcopado, razón por la que consideró oportuno dirigir su mirada a Roma. Su Conmonitorio no se ha conservado, pero se puede conocer su contenido a través de la respuesta de Siricio. En este sentido, se sabe que Himerio había sistematizado su consulta en catorce apartados, a cada uno de los cuales fue respondiendo pormenorizadamente el obispo romano. Entre esas cuestiones que preocupaban al titular de la sede tarraconense destacan el tema del rebautismo de los herejes arrianos que decidían convertirse al credo niceno, el problema priscilianista, la situación en que se encontraban los cristianos apóstatas, la disciplina dentro de la Iglesia, el matrimonio y la descendencia de los clérigos, así como la regulación de los diferentes grados que conformaban la jerarquía eclesiástica [3].
El contenido de la decretal Siricii Papae Ad Himerium Episcopum Tarraconensem del año 385, con fuerza de ley, como recuerda Amédée d'Hertault [4], fue la primera decretal auténtica que reconoce el Derecho canónico, según el teólogo Johann Baptist Alzog [5].
Citas: [1] UNRIC RABANEDA, P. “La organización de la Iglesia hispana en los siglos IV-V”. En: Mélanges de la Casa de Velázquez, 2019, nº 49, 2. [2] CASTELLANOS DE LOSADA, B. S. Biografía eclesiástica completa. Madrid: Fuentenebro, 1867, p. 525. [3] GONZÁLEZ SALINERO, R. & BLÁZQUEZ, J. Mª. “Himerio de Tarragona”. En: Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia (*). [4] D'HERTAULT, A. Historia de los Papas. Madrid: José Félix palacios, 1834, pp. 234 y 235. [5] ALZOG, J. B. Historia eclesiástica de España. Barcelona: Pablo Riera, 1855, p. 83.
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