miércoles, 20 de febrero de 2013

Fraudes artísticos (I): Las réplicas de Elmyr de Hory

Puede que haya sido uno de los mayores falsificadores de arte de toda la Historia pero él siempre se declaró inocente. Durante dos décadas –entre la postguerra y los años 60– este pintor y aristócrata húngaro (Budapest, 1906 – Ibiza, 1976) consiguió que sus lienzos engañaran a museos, galerías de arte, casas de subastas y coleccionistas privados de medio mundo, cuando sus marchantes [el egipcio Fernand Legros y el canadiense Réal Lessard] lograron vender más de mil de sus excelentes falsificaciones de Picasso, Modigliani, Matisse, Chagall, Monet, Degas, Signac, Derain o Léger como si fueran originales. Si se colgaran mis cuadros en un museo de pintura el tiempo suficiente, se volverían auténticos –le dijo a Orson Welles en el documental F for Fake (Fraude. La gran mentira del arte) de 1974. Aquella estafa multimillonaria acabó convirtiéndose en su lujoso modo de vida, en un estudio de la isla ibicenca, rodeado de glamour, hasta que el 11 de diciembre de 1976 decidió suicidarse con barbitúricos al saber que las autoridades españolas iban a extraditarlo a Francia para ser juzgado allí como falsificador.

El artista utilizó numerosos alias y pseudónimos [como Raynal, von Houry, Dory, Cassou, Herzog o Curiel] además de su apelativo húngaro [Hoffmann Elemér]. Su particular aventura delictiva comenzó al finalizar la II Guerra Mundial, cuando logró sobrevivir a la Gestapo, que lo había detenido por el origen judío de su familia, huyendo del hospital donde se curaba de una herida; se refugió en París y allí fue dónde vendió su primer dibujo “a lo Picasso” como si fuera una obra original del genio malagueño.

En primer lugar –como reconoció en cierta ocasión– yo trabajo mi propia pintura. Esto es algo que no siempre se tiene en cuenta, pero lo cierto es que a ella dedico mis mejores esfuerzos. Cuando no estoy con mi pintura, entonces sí, entonces pinto con el estilo de algunos otros artistas, como Picasso, Modigliani o Matisse…. Pero, ¿me comprende? Toda esta historia es un poco compleja. Yo tengo el talento, quizá un poco diabólico, de poder entrar en el alma de estos pintores. Porque insisto en que yo no copio, sino que trato de introducirme en el espíritu de artistas que admiro y expresarme según sus propias maneras. Creo que no realizo ningún engaño, porque guardo siempre una cierta distancia. No quiero que se crea que esto es un Modigliani o un Matisse; querría que se creyese que es algo mío y que en el momento de pintarlo yo estaba inspirado por Matisse o por Modigliani.

Durante 16 años residió en la isla pitiusa, alternando su pasión por la pintura con sus viajes para acudir a fiestas exclusivas [con Rita Hayworth, Montgomery Clift, Elizabeth Taylor, Marilyn Monroe, etc.] hasta que un coleccionista de arte, el empresario petrolero Algur Hurtle Meadows, dudó de la autenticidad de 44 lienzos que le había adquirido, se asesoró para verificarlos y resultaron ser falsos. Aquel escándalo coincidió con la biografía que le escribió Clifford Irving titulada Fraude. La historia de Elmyr de Hory, el pintor más discutido de nuestro tiempo (1969) [un escritor que –tres años más tarde– fue denunciado por engañar a la editorial McGraw-Hill fingiendo que poseía los derechos de una autobiografía del multimillonario Howard Hughes, para estafarles 100.000 dólares que acabó devolviéndoles al salir de la cárcel tras cumplir más de un año de condena].

Elmyr continuó disfrutando de su libertad en España hasta que la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca lo juzgó pero no por sus falsificaciones sino por su conducta homosexual –que, en aquel tiempo, se regulaba por la Ley de Vagos y Maleantes– condenándolo a dos meses de reclusión; finalmente, cuando el tribunal balear decidió conceder su extradición al Tribunal de Gran Instancia de París, el artista húngaro decidió quitarse la vida porque, como recogió la prensa de la época, prefirió suicidarse que ir a la cárcel (ABC, Blanco y Negro, 18 de diciembre de 1976).

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