martes, 6 de agosto de 2013

El contrato del doctor Fausto

Eclipsado por la fama de su coetáneo William Shakespeare, el dramaturgo inglés Christopher Marlowe (1564-1593) falleció con apenas veintinueve años, durante una reyerta que –al parecer– se produjo mientras desayunaba en una posada, cuando otro de los comensales, Ingram Frizer, le clavó una daga en el ojo que penetró hasta el cerebro del escritor, muriendo de forma instantánea. Desde entonces, se ha especulado de tal manera sobre su vida y su muerte que todas las incógnitas que rodean a este personaje se aglutinan en la denominada Marlovian Theory o Teoría Marlowe, según la cual, el incidente de la posada fue tan sólo un montaje para que el autor de Fausto pudiera escapar de un proceso donde iba a ser acusado de traición, blasfemia y sodomía y huir de Inglaterra; al regresar del exilio, habría continuado escribiendo obras de teatro que se publicaron gracias a la ayuda de un testaferro u hombre de paja, contratado para que se ganase unos chelines a cambio de figurar como el verdadero autor sin serlo; el elegido habría sido un joven sin formación de Stratford-upon-Avon que también había nacido en 1564 llamado William Shakespeare.

Polémicas aparte, una de las obras más conocidas de Marlowe es La trágica historia del doctor Fausto donde nos encontramos ante uno de los contratos más singulares de la literatura jurídica universal, el que firmó con su propia sangre el médico alemán Johannes Faust, para vender su alma al diablo a cambio de acceder a todos los conocimientos universales.

Tras unas breves negociaciones con el enviado del diablo, el doctor suscribió un acuerdo de cinco cláusulas: Primero: que Fausto pueda ser espíritu en forma y sustancia. Segundo: que Mefistófeles sea su sirviente y sea gobernado por él. Tercero: que Mefistófeles hará por él y le traerá cualquier cosa que quiera. Cuarto: que estará en su habitación o en su casa en forma invisible. Último: que se aparecerá al susodicho Juan Fausto todas las veces y bajo la forma que éste lo desee. Yo, Juan Fausto, doctor de Wittenberg, por la presente doy mi cuerpo y alma a Lucifer, Príncipe del Este, y a su ministro, Mefistófeles, y además les garantizo, habiendo expirado veinticuatro años sin que los artículos que anteceden se hayan violado, pleno poder para llevarse al dicho Juan Fausto, cuerpo y alma, carne, sangre o bienes a sus dominios, dondequiera que estén [MARLOWE, C. La trágica historia del doctor Fausto. Buenos Aires: Biblos, 2ª ed., 2006, pp. 70 y 71].

Aquel contrato –como ha señalado el abogado y juez estadounidense Richard Allen Posner– es una metáfora del compromiso porque Fausto elige a sabiendas una conducta que le lleva inevitablemente a la condenación al suscribir unas cláusulas que el doctor habría podido repudiar dada su ilegalidad porque –aunque un pacto con el diablo no está en absoluto sujeto a derecho– desde un punto de vista estrictamente jurídico, la ley se niega a exigir el cumplimiento de contratos que estén contra el orden público, y un contrato con el diablo pertenece a esta categoría [POSNER, R. A. Ley y literatura. Valladolid: Cuatro y el gato, 2004, pp. 115 y 116].

NB: Si quieres conocer otras curiosidades jurídicas relacionadas con la obra de William Shakespeare, te recomiendo dos entradas de este blog: ¿por qué escribió la famosa frase de Enrique VI: The first thing we do, let's kill all the lawyers (La primera cosa que tenemos que hacer es matar a todas las gentes de Ley)? Y cómo representó la idea de summum ius summa iniuria en El mercader de Venecia, para demostrar que una aplicación rigurosa del Derecho puede conllevar una gran injusticia.

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