viernes, 30 de octubre de 2015

La tasa por cruzar los estrechos daneses [Øresundstolden]

El reino de Dinamarca –como ya tuvimos ocasión de comentar en un anterior in albis dedicado a Groenlandia– está integrado por la península de Jutlandia, fronteriza con el norte de Alemania; las grandes islas de Fionia y Selandia (donde se encuentra parte de su capital, Copenhague), situadas frente a la costa sueca de la ciudad de Malmö y la región de Escania; y otra pequeña multitud de islas [además de dos regiones con estatuto de autonomía: el mencionado territorio groenlandés y las islas Feroe]. En ese contexto geográfico, si un barco navega entre el Mar del Norte y el del Báltico, su ruta tiene que transcurrir, necesariamente, por uno de los tres estrechos daneses: el Pequeño Belt entre la parte continental de Jutlandia y la isla de Fionia; el Gran Belt que discurre entre ésta y la vecina Selandia; o, por último, seguir la travesía más habitual y cruzar ambos mares por el estrecho del Sund entre las costas de Selandia y Escania.

Esta ubicación tan estratégica no pasó desapercibida para las autoridades locales y, a partir de 1429, el rey Eric de Pomerania –que gobernó toda la Unión de Kalmar (Dinamarca, Suecia y Noruega compartían por aquel entonces el mismo trono)– decidió cobrar un peaje –el Øresundstolden– a todos los buques que navegaran por sus aguas territoriales con independencia de que su destino fuese un puerto nacional o solamente estuvieran en tránsito, hacia cualquiera de las ciudades que formaban parte de la otra potencia regional de aquel tiempo: la Liga Hanseática (como Gdansk en Polonia o Kaunas en Lituania). En caso de que el armador de la nave se negara a abonar aquella tasa, la línea de fortalezas costeras bombardearía el barco hasta hundirlo.

El tráfico marítimo debió de ser tan intenso que, en los posteriores siglos XVI y XVII, se calcula que dos terceras partes del presupuesto anual de la Corona danesa procedían de este ingreso que fue evolucionando –primero se cobró a todos los buques una cantidad fija y después un porcentaje en función de su carga– hasta que, finalmente, la tasa fue derogada en 1857, cuando se firmó el Tratado de Copenhague y el estrecho se convirtió en aguas internacionales, abiertas a la navegación.

Una de las grandes beneficiadas de aquella singular política tributaria fue la tranquila ciudad de Elsinor (en danés: Helsingør) fundada en el siglo XV en el punto más oriental de Dinamarca, donde el Sund se estrecha hasta alcanzar apenas los 4 kilómetros de distancia con la actual ciudad sueca de Helsingborg que, por aquel entonces, también pertenecía a la monarquía danesa.


Hoy en día, la mayor prueba de aquel dominio marítimo-fiscal continúa siendo el castillo de Kronborg [literalmente, el castillo de la Corona] que se sufragó a cargo de los ingresos de aquel peaje. Desde 2000, esta fortaleza –que tiene un gran valor simbólico para los daneses– forma parte de la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Según su criterio, se incorporó al listado porque: Este excepcional edificio renacentista desempeñó un papel importante en la historia europea desde el siglo XVI hasta el XVIII. Su construcción dio comienzo en 1574 y sus defensas fueron reforzadas a finales del siglo XVII, con arreglo a los cánones de la arquitectura militar de esa época. El edificio ha permanecido intacto hasta nuestros días y es mundialmente conocido con el nombre de castillo de Elsinor, por ser el escenario escogido por Shakespeare para su célebre tragedia Hamlet. Aunque el dramaturgo inglés nunca llegó a visitarlo, en la actualidad, un relieve recuerda que el autor del célebre ser o no ser decidió ambientar su universal obra entre aquellos muros que se costearon gracias a los ingresos de una tasa.

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