lunes, 28 de marzo de 2016

El atentado de Cañamares contra el rey Fernando el Católico

Fernando II de Aragón y V de Castilla, llamado el Católico (1452 – 1516) –un gran maestro del arte de reinar, en palabras del escritor Baltasar Gracián– sobrevivió al magnicidio que pretendió acabar con su vida el 7 de diciembre de 1492; viernes, víspera de la Concepción de la Virgen de aquel año tan emblemático para los Reyes Católicos por la conquista de Granada, la firma de las Capitulaciones de Santa Fe y el impulso de la empresa americana. El atentado frustrado ocurrió en Barcelona cuando el monarca había finalizado su habitual audiencia pública en el Palacio Real y, al mediodía, se encontraba en la escalinata de acceso al edificio, con muchos caballeros y ciudadanos, esperando la llegada de los embajadores de Luis XI para negociar la devolución del Rosellón (condado que su padre, Juan II de Aragón, cedió a Francia en 1462). Fue entonces cuando un hombre pobre, de baja suerte, no conocido, de hasta sesenta años, llamado Juan de Cañamares –según se narró entonces en la Crónica de Alonso de Santa Cruz– sacó de bajo de la capa una espada corta y ancha, muy aguda, y dio al Rey una cuchillada en el pescuezo, que fue gran milagro no cortarle de cercén la cabeza.

El periodista y escritor Martínez Laínez continúa con el relato de los hechos: cuando el atacante intentó darle otro golpe, le agarraron los que estaban junto a Fernando, le quitaron la espada y le dieron tres puñaladas. Allí mismo lo hubieran rematado de no ser porque el rey dio voces para impedirlo. Mientras el soberano recibió siete puntos de sutura en la herida donde cabían cuatro dedos, el payés (labriego) fue sometido a tormento para que confesara quién le había inducido a cometer el atentado, pero por muchos y diversas tormentos que le dieron siempre negó haberlo hecho por orden de alguno y no le pudieron sacar otra cosa sino que el Espíritu Santo había inspirado en él que matase al rey y que luego lo alzarían a él por Rey (…). Cuando la reina [Isabel] dijo a su esposo lo que aquel loco había confesado, Fernando manifestó que él lo perdonaba por amor a Nuestro Señor y de su bendita Madre. Pero menos piedad que el Rey tuvieron las autoridades barcelonesas y del Consejo Real que, para dejar patente su aprecio al monarca, dictaron por su cuenta sentencia por delito de lesa majestad: que aunque el dicho Cañamares fuese loco y endiablado y mentecato, había de morir cruel muerte porque fuese ejemplo y castigo de otros y que dase para memoria eterna [MARTÍNEZ LAÍNEZ, F. Fernando el Católico. Madrid: EDAF, 2016, pp. 252 a 255].

Escena del atentado recreada para la serie de TV Isabel.

La ejecución de Cañamares se describe con detalle en el elocuente apéndice del Libro de la Cámara Real del príncipe Don Juan, titulado Relaçión dela cuchillada que se dio al rey, de las çircunstançias del delito y castigo del reo (pp. 193 a 196): (…) fue acordado por todos los [miembros] del Consejo e por algunos ofiçiales deste reino e por los conçelleres de esta cibdad e por otros letrados della que dello entendieron, que se fiziese justicia deste traidor penándolo en todos los miembros con que erró. E así se fizo ayer que lo llevaron en un cadalso de madera en alto, que todos lo vian en él en pie, e le cortaron la mano derecha con que lo fizo, e los pies con los que lo vino a fazer, e sacaronle los ojos con quelo vido e el corazón con quelo pensó e fue atenazado en todo el cuerpo e después fue entregado al pueblo e lo apedrearon y lo quemaron y lo hicieron polvos. Un buen ejemplo de la truculencia con la que se impartió justicia hasta bien entrado el siglo XVIII.

PD: este no fue el primer intento de asesinar al monarca católico, cinco años antes, en Málaga, se produjo el atentado de Ibrahim Algerbí. Posteriormente, durante los siglos XVI y XVII España no tuvo reyes asesinados -como recuerda el profesor MIRET MAGDALENA [La paz es posible: Madrid: Espasa, 2005, p. 125]. Luego llegarían los cinco magnicidios de la Edad Contemporánea.

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