viernes, 3 de diciembre de 2021

Los enigmas del único magnicidio del Uruguay

El escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) recopiló trece relatos breves y un epílogo en El libro de arena [1]; una obra de la que él siempre se sintió muy satisfecho. El antepenúltimo cuento se titula “Avelino Arredondo”, por el nombre propio del asesino que, el 25 de agosto de 1897, mató al presidente uruguayo Juan Idiarte Borda (único magnicidio en la historia de este país sudamericano). Se trata, sin duda, de una temática muy singular para este género literario porque, como ha señalado el ensayista Ivan Almeida, (…) Un asesinato político es algo que probablemente merece ser contado, pero su género natural es la crónica, no el cuento [2]. En pocas páginas, el autor bonaerense “ficcionalizó” aquel crimen, como él mismo solía decir, pero lo hizo únicamente desde el punto de vista del agresor porque Borges prefiere no saber nada más de la historia [2]. Avelino (…) contaba poco más de veinte años; era flaco y moreno, más bien bajo y tal vez algo torpe. La cara habría sido casi anónima, si no la hubieran rescatado los ojos, a la vez dormidos y enérgicos. Dependiente de una mercería de la calle Buenos Aires, estudiaba Derecho a ratos perdidos. Cuando los otros condenaban la guerra que asolaba el país y que, según era opinión general, el presidente prolongaba por razones indignas, Arredondo se quedaba callado. También se quedaba callado cuando se burlaban de él por tacaño

Borges muestra a su protagonista como si se tratara de un héroe mítico, extraído de una tragedia griega e incapaz de luchar contra su propio destino: (…) su meta era la mañana del día veinticinco de agosto. (…) Una vez lograda la meta, el tiempo cesaría o, mejor dicho, nada importaba lo que aconteciera después. Esperaba la fecha como quien espera una dicha y una liberación. Había parado su reloj para no estar siempre mirándolo, pero todas las noches, al oír las doce campanadas oscuras, arrancaba una hoja del almanaque y pensaba un día menos. (…) El día veinticinco de agosto, Avelino Arredondo se (…) dijo con alivio: Adiós a la tarea de esperar. Ya estoy en el día.

Plaza Matriz | Montevideo (Uruguay)

Y, llegado ese momento, narra cómo sucedió el magnicidio, durante la celebración del Día Nacional (en conmemoración de la fecha de su independencia): No habían dado las tres cuando arribó a la Plaza Matriz. El Te Deum ya había concluido; un grupo de caballeros, de militares y de prelados, bajaba por las lentas gradas del templo. A primera vista, los sombreros de copa, algunos aún en la mano, los uniformes, los entorchados, las armas y las túnicas, podían crear la ilusión de que eran muchos; en realidad, no pasarían de una treintena. Arredondo, que no sentía miedo, sintió una suerte de respeto. Preguntó cuál era el presidente. Le contestaron: Ése que va al lado del arzobispo con la mitra y el báculo. Sacó el revólver e hizo fuego. Idiarte Borda dio unos pasos, cayó de bruces y dijo claramente: Estoy muerto. Arredondo se entregó a las autoridades. Después declararía: “Soy colorado y lo digo con todo orgullo. He dado muerte al Presidente, que traicionaba y mancillaba a nuestro partido. Rompí con los amigos y con la novia, para no complicarlos; no miré diarios para que nadie pueda decir que me han incitado. Este acto de justicia me pertenece. Ahora, que me juzguen”.

Este relato tan subjetivo concluye con una breve frase: Así habrán ocurrido los hechos, aunque de un modo más complejo; así puedo soñar que ocurrieron. En realidad, Borges contaba con información de primera mano sobre cómo sucedieron aquellos acontecimientos porque su tío paterno, Luis Melián Lafinur (1850-1959), fue el abogado que defendió a Avelino Arredondo (1873-1931) ante el jurado de primera instancia de Montevideo que lo condenó el 19 de agosto de 1898, sustituyendo al primer abogado de oficio (Carlos Eduardo Lenzi) porque Melián había servido en el ejército, en el batallón de infantería, durante la revolución del Quebracho (1886), a las órdenes del general José Miguel Arredondo (1832-1904), padre del magnicida, y junto a otro soldado, José Batlle y Ordóñez (1856-1929) que con el tiempo también llegaría a la Jefatura del Estado uruguayo, de acuerdo con la investigación llevada a cabo por el prolijo y profuso compilador Alberto Moroy [3].

El abogado Luis Melián Lafinur

El mismo año que se dictó la primera sentencia, el tío de Borges publicó el libro Causa política de Avelino Arredondo [4] para explicar la línea argumental de la defensa de una causa que se separa por completo de la generalidad de los crímenes comunes y obliga por consiguiente á que se la aprecie con un criterio distinto del que se aplica todos los días al malvado que hiere y mata por saciar innobles pasiones; al tratarse, en su opinión, de un delito político cometido en obediencia á desinteresados móviles de patriotismo. (…) su atentado al Presidente de la República era un episodio de la lucha en que el país estaba envuelto á la sazón.

Melián Lafinur alegó que a aquel adolescente le tocó la misión de ser el brazo de la venganza popular; justificando su crimen en la sugestión en que Montevideo respiraba sobre la necesidad de barrer el obstáculo que se oponía á la concordia de la familia uruguaya [entendiendo por “obstáculo” que se estaba refiriendo a la víctima: el presidente Idiarte]. Asimismo, el abogado argumentó que el arma que empleó Arredondo era un revólver de doce tiros, calibre de nueve milímetros, de sistema Lefaucheux, de modelo y fabricación antiguos y que, por ese motivo, no estaba en condiciones de matar y que, como no se llevó a cabo una autopsia del cadáver presidencial, sin examen anatómico es imposible conocer los efectos producidos por herida de arma de fuego.

El magnicida, Avelino Arredondo

Finalmente, la defensa concluyó reconociendo cinco puntos:
  1. (…) está probado que, el 25 de Agosto de 1897, el procesado Avelino Arredondo disparó un tiro de revólver contra el presidente de la República, don Juán Idiarte Borda; pero no está probado que le ocasionase la muerte, ni tampoco cuál fué el efecto de la bala;
  2. Que está probado que no habiéndose hecho autopsia, ni estudio anatómico alguno del cadáver, es imposible comprobar á qué se debió la muerte de don Juan Idiarte Borda;
  3. Que está probado que tanto el revólver que utilizó el prevenido, fuera de uso por más de veinticinco años, como los proyectiles ordinarios y defectuosos con que lo cargó, carecían de las condiciones necesarias para producir efectos mortíferos;
  4. Que está probado que en favor del prevenido existen estas circunstancias atenuantes: la de su intachable conducta, bondad y pureza de costumbres; la de haber obrado por el poderoso y noble estímulo del patriotismo; la de haber sufrido la sugestión popular del medio ambiente que señalaba á don Juan Idiarte Borda como gobernante tiránico, dilapidador de los dineros públicos y causante de la guerra civil y su prolongación para hacer negocios; todo lo cual lo constituía reo de lesa patria [un buen ejemplo de la teoría del tiranicidio]; y
  5. Que está probado que en su ataque al Presidente de la República, Arredondo no tiene responsabilidad alguna, por haber obedecido fatalmente á sugestiones de la opinión pública [4].

La sentencia, como señalamos anteriormente, se dictó el 19 de agosto de 1898 y, en aquella primera instancia, el jurado condenó a Avelino Arredondo, por mayoría de sus miembros pero sin unanimidad, á la pena de 13 años de penitenciaria, con dos meses de reclusión celular y continua y siendo de su cargo las prestaciones legales, compútesele el tiempo de prisión ya sufrido en forma de derecho y ejecutoriada; pero el proceso judicial no había terminado.

Aquel Montevideo decimonónico era (…) un espacio político compuesto de dos partidos: el Colorado y el Blanco. El colorado es el término marcado, el blanco es simplemente el otro partido. El texto nos dice que Avelino Arredondo pertenece al partido Colorado. También el presidente es colorado [2]. Con un ambiente tan polarizado, los dos bandos de “blancos” y “colorados” ya se habían enfrentado durante la Guerra Grande (1839-1852) y defendían dos modelos antagonistas: conservadores versus liberales. En ese contexto, a juzgar por las notas periodísticas de época, el magnicidio del presidente uruguayo (…) solo le preocupó a su familia. Era un tiempo donde sin muchos miramientos, se practicaba aquello de que “el fin justifica los medios”. Los unos y los otros por diferentes motivos les servía sacárselo de encima [3].

La víctima, el presidente Idiarte Borda

El impopular Juan Idiarte Borda (1844-1897) llegó a la Presidencia de la República Oriental del Uruguay el 21 de marzo de 1894 tras haber sido elegido presidente de su partido. Era miembro del Senado en momentos de elegir el sucesor de Julio Herrera y Obes, en lo que constituyó una de las elecciones presidenciales más difíciles de la historia uruguaya. El 21 de marzo de 1894, después de 21 días de votaciones, resultados y ásperos debates –en los que ocupaba interinamente la jefatura del país Duncan Stewart–, el Senador Idiarte Borda logró 47 votos. (…) Asumió de inmediato la Presidencia Constitucional del Uruguay, comenzando un gobierno absolutamente bipolar; donde las dificultades económicas se agudizaron tremendamente por el desorden administrativo, pero donde realizó importantes obras de relevancia. Los rechazos de las fórmulas de paz por parte de Idiarte Borda [que prefería una solución militar de la Revolución de 1897], la férrea censura a la prensa, el escándalo que provocó su nombramiento [con Batlle oponiéndose a él en su propio partido], la corrupción y el despilfarro administrativo, sumado a los sangrientos combates de Arbolito y Tres Arboles, fueron generando una situación política que se complicaba día a día [3].

La tarde del 21 de abril de 1897 –es decir, cuatro meses y cuatro días antes del magnicidio– Idiarte ya había salido ileso de un primer atentado llevado a cabo por el joven Juan Antonio Ravecca, un estudiante que aún era menor de edad. (…) Eran las 18:30 y el presidente descendía de su coche para ingresar a su casa, en la calle 18 de julio. Estaba a escasos pasos de la puerta, cuando el joven Ravecca se apareció con un arma de fuego y lo encañonó por detrás a una distancia de 15 a 20 centímetros. Antes de cualquier disparo, el Coronel Juan Turenne, edecán del presidente, manoteó al joven y lo desarmó. Lo tiró al suelo, boca abajo, mientras el joven asustado gritaba “¡no me maten, no me maten!”. (…) Después de un enredado juicio, Ravecca fue a la cárcel, de la que salió el 13 de enero de 1901 [5].

Mientras que Ravecca fue condenado a tres años de reclusión por su intento frustrado de homicidio; la defensa de Arredondo recurrió la primera sentencia que lo condenó a 13 años de penitenciaria y, tras dos recursos de apelación, el tío de Borges logró que su pena se redujera a tan solo 5 años, quedando libre en 1902.

Batlle visitó en la cárcel a Arredondo y según algunas crónicas, se abrazaron fraternalmente y conversaron. (…) Muchos pensaron y con razón, que aquel brillante abogado estaba pago por Batlle. (…) Tras su salida consiguió en tiempos de Batlle un cargo público en la Aduana. Años después los hijos de Batlle intentaran llevar adelante una propuesta para nombrar Avelino Arredondo una calle de la ciudad, lo que no fue aceptado de plano por las mayorías de aquellos tiempos [5].

Recordemos, para concluir, que al tipificar los delitos contra el orden público, el Art. 117 del Código Penal de la República Oriental del Uruguay (*), vigente en aquel momento, de 1889, disponía que: El que con fines políticos y con actos directos atentare contra la vida ó la libertad personal del Presidente de la República, será castigado con ocho á diez años de penitenciaria. Si el delito contra la vida se consumase, será castigado con dieciocho á veinte años de penitenciaria.

Citas: [1] BORGES, J. L. El libro de arena. Buenos Aires: Emecé, 1975. [2] ALMEIDA, I. “"Avelino Arredondo" al pie de la letra”. En: Variaciones Borges, nº 20, 2005, pp. 174 y 179. [3] MOROY, A. “25 de agosto, el magnicidio de Idiarte Borda, 120 años de misterio”. En: El País. Viajes, 2018 (*). [4] MELIÁN LAFINUR, L. Causa política de Avelino Arredondo acusado de homicidio en la persona del presidente de la república, defensa del abogado Luis Melián Lafinur ante el jurado de primera instancia. Montevideo: Imprenta Latina, 1898 (*). [5] BORGES, L. “Las muertes de Idiarte, Borges, Ravecca y un tal Avelino Arredondo”. En: LinkedIn, 2018 (*). 

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