lunes, 21 de octubre de 2024

La teoría de la subcultura criminal de Albert K. Cohen

Cuando hablamos sobre la normalidad del delito -teoría formulada a finales del siglo XIX por el sociólogo francés Émile Durkheim- ya tuvimos ocasión de señalar que las explicaciones sociológicas del fenómeno criminal se encuadran en el marco más genérico de los modelos teóricos explicativos del crimen (es decir, las tesis elaboradas por la doctrina para intentar comprender por qué razón delinque el ser humano). La Sociología se interesó desde su nacimiento por el fenómeno criminal, pues este es uno de los fenómenos sociales más notables. Y la Sociología Criminal ha sido una de las ramas más fructíferas de la Sociología General. Ahora, la Sociología Criminológica estudia los problemas criminales y trata de dar explicaciones más completas a la conducta antisocial, encontrándose temas que son verdaderos modelos o hipótesis de investigación, como las subculturas criminales, los conflictos culturales, la oportunidad de delinquir, el etiquetamiento, la marginalización, etc. [1]. En esa misma línea que el profesor mexicano, Rodríguez Manzanera, también se manifiesta el español García-Pablos de Molina al describir los diversos planteamientos que conviven dentro de la Sociología Criminal como un conjunto relativamente homogéneo de construcciones doctrinales que contemplan el crimen (“conducta desviada”) como fenómeno social, normal y funcional, cuya génesis y etiología guarda estrecha relación con la estructura y grado de desarrollo del propio sistema social [2]. En ese contexto es donde encontramos las teorías subculturales que intentaron explicar la conducta desviada de ciertas minorías, concretamente la criminalidad de jóvenes y adolescentes de las clases bajas, organizadas en bandas (…) adquiriendo carta de naturaleza con la famosa obra de Cohen “Delinquent Boys” [2].


Por alusiones, el profesor estadounidense Albert Kircidel Cohen [Albert K. Cohen] nació en Boston (Massachusetts), el 15 de junio de 1918. Estudió Sociología en la Universidad de Indiana con los profesores Edwin H. Sutherland (1883-1950) -el autor que acuñó la teoría de los delitos de guante blanco- y Robert K. Merton (1910-2003) -conocido por su propuesta de la anomia con la que explica el delito como resultado de una desproporción entre las metas sociales y los medios para alcanzarlas [3]- completó su formación en esta disciplina doctorándose, en 1951, en la Universidad de Harvard. Regresó a dar clases a Indiana y, finalmente, hasta su jubilación, impartió Sociología en la Universidad de Connecticut. El bostoniano falleció en la pequeña localidad de Chelsea, a pocos kilómetros de su ciudad natal, el 25 de noviembre de 2014. Su principal obra fue el ensayo Delinquent Boys: The Culture of the Gang [Nueva York: Free Press (1955)] donde expuso una nueva teoría de la subcultura criminal sosteniendo que como los niños y jóvenes de los estratos desfavorecidos no podían ajustar su conducta a la cultura de clase media que se les enseñaba en las escuelas, reaccionaban rechazándola e invirtiendo esos valores. Cabe observar que esta tesis negaba toda creatividad valorativa a las clases más desfavorecidas, pues se limitaba a invertir los valores de la clase media [3].

El mismo año de su publicación, el profesor Frank E. Hartung de la Universidad de Wisconsin reseñó la obra en la American Sociological Review, resumiendo así los elementos más importantes de sus cinco capítulos: en el primero, contrasta la teoría psicoanalítica con el análisis sociológico, afirmando que según aquélla, el ser humano viene al mundo como un criminal. y que la única diferencia entre el criminal y las personas normales es que éstas controlan parcialmente sus impulsos criminales; el segundo -tras criticar que la teoría de la anomia formulada por Merton era empíricamente incapaz de explicar la delincuencia- defendió que el mejor punto de vista para estudiar la subcultura criminal era la Sociología; el tercero desarrolla un análisis psicosocial aplicable a todas las subculturas en general, analizando los procesos mediante los cuales surgen y se mantienen; el cuarto enumera las diferencias de personalidad de los jóvenes en función de la clase social a la que pertenezcan; y el quinto muestra qué ofrece la subcultura criminal a los jóvenes delincuentes de clase baja [4].

John George Brown | The card trick (ca. 1880)

Al año siguiente, el profesor Wilfrid C. Bailey destacó de la obra de Cohen su análisis del patrón característico del comportamiento de las pandillas de jóvenes delincuentes: una reacción colectiva a la insatisfacción que experimentan al no poder adaptarse a las normas imperantes de la clase media, lo que les genera una frustración y, como reacción, repudian de forma explícita y total los estándares de la clase media. Además, este tipo de comportamiento les otorga cierto estatus y respetabilidad ante los ojos de otros delincuentes [5]; es decir, puesto que la estructura social impide al joven de las clases bajas el acceso al bienestar por vías legales, experimenta un conflicto «cultural» o estado de frustración que determina la integración del mismo en una subcultura separada de la sociedad o cultura oficial y que posee un sistema de valores directamente enfrentados a los de aquélla; una subcultura «no utilitaria, maliciosa y negativa» que toma sus normas de la sociedad convencional para darles inmediatamente la vuelta. Dicha actitud «ambivalente» o «polaridad negativa» que caracteriza a las subculturas explica que para éstas sea correcto un comportamiento sólo por el hecho de que lo prohíba la cultura oficial [2].

Sin embargo, no todo fueron alabanzas. Estas teorías subculturales recibieron una respuesta crítica por parte de dos sociólogos –Gresham Sykes [1922-2010] y David Matza [1930-2018]– que en 1957 publicaron un artículo en la revista americana de sociología, que marca un hito muy importante en la criminología contemporánea: «Técnicas de neutralización: una teoría de la delincuencia». (…). La tesis central de Sykes y Matza es que los jóvenes delincuentes no niegan ni invierten los valores dominantes, sino aprenden a neutralizarlos. Sería el efecto de recibir un exceso de definiciones que amplían de modo inadmisible las causas de justificación y exculpación. No se trata de que racionalizan actos perversos, porque la racionalización es posterior al hecho, tiene lugar cuando me mando una macana y después trato de justificarme. No, las técnicas de neutralización son anteriores al acto, es algo que se aprende antes y permite realizarlo en la convicción de que está justificado o no es culpable [3].

Citas: [1] RODRÍGUEZ MANZANERA, L. Criminología. Ciudad de México: Porrúa, 2ª ed., 1981, p. 69. [2] GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, A. Tratado de Criminología. Valencia: Tirant, 4ª ed., 2009, pp. 715, 716, 743, 746 y 747. [3] ZAFFARONI, E. R. La cuestión criminal. Buenos Aires: Planeta, 2012, pp. 139, 140 y 143. [4] HARTUNG, F. E. “Delinquent Boys: The Culture of the Gang. by Albert K. Cohen”. En: American Sociological Review, 1955, vol. 20, nº 6, pp. 751-752. [5] BAILEY, W. C. “Delinquent Boys: The Culture of the Gang by Albert K. Cohen”. En: American Anthropologist, 1956, vol. 58, nº 1, p. 215.

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