Pocos textos constitucionales pueden presumir de haber sido revisados gramaticalmente por un Premio Nóbel de Literatura como la Constitución española de 1978. Un año antes, el rey Juan Carlos I había nombrado senador a Camilo José Cela (1916-2002) para que asistiera a las primeras Cortes que se convocaban en plena transición a la democracia. Después de que el monarca lo designara como miembro de la Cámara Alta, el escritor gallego publicó un breve artículo titulado Yo, senador en el que afirmaba que como es de cajón, ignoro cómo acabaré portándome en el Senado, porque esto es algo ajeno al buen deseo. Yo tengo pocas ideas, pero claras, y pienso exponerlas mientras me dejen. Lo malo es que, a lo mejor, me acojono y me quedo más callado que un muerto. No creo que suceda, pero, por si acaso, cumplo con advertirlo a la afición.
Como era de esperar, no se quedó callado; es más, el autor de La Colmena participó de forma muy activa en los debates para redactar el proyecto de la nueva Constitución de la democracia, poniendo especial cuidado en que se llevara a cabo un correcto uso del idioma. Su empeño personal quedó reflejado en un par de preceptos de nuestra Carta Magna.
En primer lugar, presentó una enmienda –que no llegó a prosperar– para que la lengua oficial del Estado se denominase castellano o español (el Art. 3 CE establece que el castellano es la lengua española oficial del Estado); por el contrario, en el siguiente artículo sí que logró que se sustituyera el adjetivo gualda por el de amarillo a la hora de definir los colores de la bandera española (Art. 4 CE). El argumento fue que la palabra gualda era un concepto adecuado para la heráldica y que, por ese motivo, también se podría haber dicho gules en lugar de roja.
El importantísimo Art. 14 CE –la igualdad ante la Ley (segundo precepto más invocado a la hora de recurrir en amparo al Tribunal Constitucional)– también se redactó de acuerdo con su propuesta, cambiando el texto previsto en el anteproyecto (...) los españoles son iguales ante ley, sin discriminaciones por razón de..., por el definitivo (...) los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de...
Su última aportación fue, de nuevo, una de arena (aunque en este dicho, a decir verdad, reconozco que nunca he tenido muy claro cuál es la opción buena y cuál la mala, pero parece que pierde la arena) porque Cela no consiguió que se retirase la costumbrista mención de villa al hablar de Madrid, como capital de España, en el Art. 5 CE.
El escritor permaneció en el cargo hasta 1979 y su presencia en el Senado dio lugar a algunas otras anécdotas y rifirrafes (flatulencias incluidas, según se dice)… pero eso ya es otra historia.
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