Aunque esta República del Cuerno de África tiene una historia ancestral, hoy en día representa el paradigma de Estado fallido que tan solo existe en los atlas de geografía. Somalia logró su independencia del protectorado británico e italiano en 1960; a partir de aquel momento, el asesinato del presidente Shermake por parte de sus propios guardaespaldas, el posterior golpe militar que instauró un régimen autoritario y una terrible crisis humanitaria fueron sumiéndola en el caos, alcanzando su mayor apogeo en los años 90 cuando una parte del territorio situado al noroeste del país –Somalilandia– se autoproclamó independiente del Gobierno de Mogadiscio y la región de la Tierra de Punt [Puntland] optó por una amplia autonomía sin llegar a declarar la secesión del resto de la nación que, desde 2004, trata de reinventarse como federación. En las últimas décadas, la habitual alianza de sus líderes con la extinta Unión Soviética dio un giro radical cuando Moscú cambió su política exterior y le interesó apoyar a la vecina Etiopía; como resultado, las autoridades somalíes recabaron el apoyo de Occidente y mientras los islamistas más radicales se adueñaban de la capital, las tropas de Estados Unidos intervinieron militarmente [Black Hawk derribado], los caudillos locales impusieron su ley y la costa del Océano Índico acabó convirtiéndose en la base de frecuentes ataques piratas.
En este contexto, el sistema legal somalí estaba formado por un singular crisol de normativa civil, legislación islámica y derecho consuetudinario. Cuando algunas ONG y organismos internacionales intentaron ayudar a la población se encontraron ante la enorme dificultad de aplicar sobre el terreno las disposiciones del Derecho Internacional Humanitario (DIH) o que las partes enfrentadas respetasen los Convenios de Ginebra; en cambio, sí que se logró algún éxito cuando se promocionó la aplicación de su ancestral código tradicional llamado biri-ma-geydo –literalmente: inmune o protegido contra las lanzas, en somalí; spared from the spear, en inglés– que, desde hace siglos, regula el comportamiento de los individuos con breves poemas, refranes y sentencias que se han ido trasmitiendo de generación en generación y son aceptados por todos los clanes.
Los principios inspiradores de esta tradición local coinciden básicamente con la esencia del DIH y suelen ser respetados por los contendientes; por ejemplo, cualquier enfrentamiento debe salvaguardar a los jefes tribales, los mulás expertos en el islam, los ancianos (considerados como sabios mediadores), las mujeres, los niños, los invitados de honor, los enfermos que se encuentren graves y quienes permanezcan neutrales o estén desarmados; asimismo, se debe evacuar a los heridos para brindarles atención médica. La Media Luna Roja somalí transmite estos valores tradicionales en programas de radio y organizando mesas redondas para que, al menos, se proteja del conflicto armado a los más vulnerables.
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