viernes, 27 de enero de 2017

El crimen perfecto en la franja de la muerte de Yellowstone

En 2007, el escritor estadounidense C. J. [Charles James] Box publicó la novela Free fire (una expresión coloquial que utilizan los militares de este país para referirse a un área donde se puede abrir fuego sin ningún tipo de restricción, indiscriminadamente). Como es habitual en sus obras, el libro lo vuelve a protagonizar el personaje de Joe Pickett; un honesto guardia que trabaja en un coto de caza, amante esposo, padre de tres hijas… sin ningún trauma ni un pasado oscuro; simplemente, es un héroe humano y real –como lo definió el New York Times– que resuelve casos y, a veces, se equivoca. En esta ocasión, tiene que averiguar porqué el abogado Clay McCann ha matado a sangre fría a cuatro excursionistas que acamparon en una zona muy concreta del Parque Nacional de Yellowstone, donde –según el asesino confeso– ninguna autoridad puede ejercer su jurisdicción de modo que su crimen quedará impune. Aunque esa trama puede sonar increíble, su argumento tiene una base jurídica que lo sustenta.

Box utilizó el contenido del artículo The Perfect Crime que Brian C. Kalt, profesor de la Facultad de Derecho de la Michigan State University, publicó en 2005 en el nº 93 del Georgetown Law Journal. Se trata de un breve ensayo, de apenas 22 páginas, en las que plantea la posibilidad de que la suma de varios preceptos constitucionales, combinados con otras disposiciones estatutarias, sean capaces de lograr que una persona pueda cometer un crimen con total impunidad en una determinada franja de Yellowstone. Su razonamiento es el siguiente:


En las colonias británicas de la Costa Este norteamericana persistió el principio del juicio con jurado local; una norma de la Common Law anglosajón según la cual, el acusado debía ser juzgado por los vecinos de aquel lugar donde hubiera cometido el crimen [en la metrópoli, esa norma se modificó en 1548 al aprobarse una ley (An Act for Trial of Murders and Felonies Committed in Several Counties) para evitar que la institución local del jurado no pudiera conocer los hechos ocurridos en otro condado]. Cuando los Estados Unidos lograron su independencia, la sección segunda del Art. III de su Constitución de 1787, dispuso que: 3.Todos los delitos serán juzgados por medio de un jurado (…) y el juicio de que se habla tendrá lugar en el Estado en que el delito se haya cometido (…). A continuación, la sexta enmienda puntualizó que: En toda causa criminal, el acusado gozará del derecho de ser juzgado rápidamente y en público por un jurado imparcial del distrito y Estado en que el delito se haya cometido, Distrito que deberá haber sido determinado previamente por la ley; así como de que se le haga saber la naturaleza y causa de la acusación, de que se le caree con los testigos que depongan en su contra, de que se obligue a comparecer a los testigos que le favorezcan y de contar con la ayuda de un abogado que lo defienda.


El Congreso estadounidense creó el primer parque nacional del mundo, en torno al nacimiento del río Yellowstone, mediante una breve ley de 1 de marzo de 1872, para el beneficio y disfrute de la gente, poniéndolo bajo el control exclusivo del Gobierno Federal. Hoy en día, el 91% de la superficie del parque se encuentra situada dentro de los límites del Estado de Wyoming mientras que el 9% restante se distribuye entre los vecinos Montana y Idaho. Lo más singular es que, en 1872, se estableció aquel parque cuando ninguno de esos territorios existía aún como Estado y, en consecuencia, tampoco habían sido admitidos todavía en la Unión [de hecho, Montana se incorporó en 1889 y Wyoming y Idaho en 1890, en los tres casos, cediendo la jurisdicción de la parte del parque que les correspondía en beneficio de las autoridades federales de Washington]. En ese contexto, como recuerda el profesor Kalt, puede afirmarse que Yellowstone es un enclave federal y los tres Estados no pueden hacer cumplir allí sus propias leyes estatales.

Para completar la madeja, cuando en 1894 se aprobó el estatuto por el que se creó el Tribunal de Distrito de Wyoming [primera instancia del poder judicial federal que se estructura en otros dos niveles superiores: sus decisiones se pueden apelar ante un Tribunal de Circuito (a Wyoming le corresponde el nº 10) y recurrir al nivel superior (Tribunal Supremo)]; a este órgano judicial se incorporó la totalidad del parque con independencia de que una pequeña franja de terreno se hallara, como hemos visto, en Montana y Idaho (cuyas apelaciones no se resuelven en ese Circuito sino en el nº 9), de modo que el Distrito wyominguita es el único de estos tribunales que incluye territorio de varios Estados.


Con todo ese marco normativo, Kalt considera que se puede hablar de una laguna legal, un vacío que afecta a lo que él denomina la “franja de la muerte” [zone of death] en Yellowstone: la correspondiente a las apenas 50 millas cuadradas de la parte de Idaho, donde no vive nadie.

Si alguien cometiera un crimen justo en esa alargada parcela del parque, el asesino podría acogerse a su derecho constitucional de ser juzgado por un jurado imparcial constituido por los habitantes del distrito (en este caso, Wyoming) y Estado (Idaho) donde se cometió el crimen y como allí no vive nadie, en la práctica, sería imposible poder satisfacer esa previsión que proclamó la ley fundamental estadounidense; y, salvo que el criminal consintiera, voluntariamente, que lo llevaran a juzgar a Cheyenne –la capital wyominguita– debería quedar en libertad.

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