En 1920, un barco que transportaba ganado de la India a Brasil –con cebúes infectados– hizo escala en el puerto de Amberes (Bélgica) desatando un imprevisto brote de peste bovina que coincidió con la celebración, ese mismo año, de los VII Juegos Olímpicos en esta ciudad flamenca. Aquel hecho fortuito motivó que, en marzo de 1921, los servicios veterinarios de diversas naciones se reunieran en la capital francesa para diseñar una estrategia común que permitiera luchar no solo contra aquella infección sino también para informar sobre la presencia y extensión de la rabia, la fiebre aftosa, el carbunco bacteriano o el muermo. Su propuesta culminó, el 25 de enero de 1924, con la firma del acuerdo por el que 28 Estados [Argentina, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Checoslovaquia, Dinamarca, Egipto, España (Gaceta de Madrid nº 62, de 3 de marzo de 1927), Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Guatemala, Hungría, Italia, Luxemburgo, Marruecos, México, Mónaco, Países Bajos, Perú, Polonia, Portugal, Rumania, Siam, Suecia, Suiza y Túnez] crearon, en París, la Oficina Internacional de Epizootias (OIE), con el apoyo de la Sociedad de Naciones, para lograr los siguientes objetivos: garantizar la transparencia en la situación zoosanitaria en el mundo; recopilar, analizar y difundir la información científica veterinaria; elaborar normas y recomendaciones internacionales científicamente fundadas para el control de la enfermedad y la calidad de las vacunas; y promover la solidaridad internacional para el control de las enfermedades de los animales. La OIE celebró su primera sesión el 8 de marzo de 1927 y convocó la primera conferencia científica el 30 de enero de 1928.
Al estallar la II Guerra Mundial, la Oficina Internacional de Epizootias primero estuvo a punto de trasladar su sede de París a Berlín y después llegó incluso a plantearse su disolución cuando se crearon, en el seno de los organismos especializados de la ONU, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en 1946, y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1948, con las que compartía algunos objetivos; pero, finalmente, como recuerda la propia Oficina, la oposición de numerosos Países Miembros y de Delegados de la OIE impide su desaparición. Desde entonces, como organización intergubernamental encargada de mejorar la sanidad animal en el mundo, las normas de la OIE –resoluciones y recomendaciones, como el Código Sanitario para los Animales Terrestres– se han convertido en el referente en este ámbito.
Su actual denominación se adoptó en 2003, cuando la Oficina Internacional de Epizootias se convirtió en la Organización Mundial de Sanidad Animal pero conservando su acrónimo histórico: OIE. Hoy en día, con más de 90 años de Normas, Transparencia, Pericia y Solidaridad, ya cuenta con 181 miembros (el último, la isla de Curazao, en mayo de 2017).
Su organigrama se compone de una Asamblea Mundial de Delegados [órgano supremo formado por los representantes de todos los países]; el Consejo [que la representa en los intervalos entre las sesiones generales y está integrado por nueve miembros]; un Director General y diversas comisiones especializadas y cinco regionales para estudiar los problemas específicos de sus miembros en las diferentes regiones del mundo. Sus funciones se establecen en el Reglamento General que se adoptó en 2011.
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