Cuando en agosto de 1604 el monarca [Jacobo I de Inglaterra] recibió a la embajada española del condestable de Castilla, don Juan Fernández de Velasco –que iba a ratificar las paces entre Inglaterra y España– consta documentalmente que a Shakespeare y a sus compañeros [los actores de su compañía teatral “Los criados del rey”] se les comunicó la orden de que atendieran al embajador español en el Palacio de Somerset [en la imagen de la derecha] durante los dieciocho días de su estancia en Londres [1]. Aquel tratado puso fin a la costosa guerra angloespañola que enfrentó durante casi dos décadas (1585-1604) a los ejércitos de Isabel I de Inglaterra y Felipe II de España, con episodios tan conocidos como el de la Armada Invencible, gracias a que los sucesores de ambos soberanos en Londres y Madrid –los reyes Jacobo I y Felipe III, respectivamente– llevaron a cabo una política exterior menos belicosa que sus antecesores en ambos tronos.
Juan Pantoja de la Cruz | Las delegaciones española e inglesa en la Conferencia de Somerset House (1604) |
Un año más tarde de que se firmara aquel Tratado de Londres, el 28 de agosto de 1604, Gran Bretaña organizó un festival cultural en España para celebrar el acuerdo de paz suscrito entre ambas naciones. Los fastos llegaron a la Corte de Felipe III en la capital española que, por aquel entonces, se había trasladado de Madrid a Valladolid, donde se sucedieron continuas fiestas –algunas duraron quince días consecutivos– (...) agasajos y galanteos (…) cuajados de banquetes, recepciones, saraos, cañas, toros, revistas militares, máscaras y cacerías (…) [2]. De modo que 1605 fue el año más desenfrenado de todos los que duró la capitalidad española en la ciudad del Pisuerga, debido fundamentalmente a que los soberanos tuvieron la dicha de que les naciera un hijo varón [el futuro Felipe IV] (…) el 8 de abril en el Palacio Real y, durante muchos días, el vecindario apenas pudo respirar de las fiestas que sin descanso se sucedían unas a otras [3].
Los festejos continuaron no solo con el bautizo del heredero sino con la celebración del capítulo de la orden de Santo Domingo y, sobre todo, con la llegada a la Corte el día 26 de mayo de lord Charles Howard of Eiffingham, embajador de Gran Bretaña que vino a juramentar la paz entre los dos imperios [3].
Según el cronista Tomé Pinheiro da Veiga –(…) un portugués, tan curioso como socarrón, que procuró gozar alegremente de las diversiones cortesanas, asistiendo con incansable asiduidad a cuantas fiestas y regocijos fueron sucediéndose [4]– el séquito del representante británico estaba compuesto por setecientas personas y más de ochocinetas mulas y son todos herejes sacramentarios y de diversas sectas rebeldes a la Iglesia Romana [5].
Valentín Carderera | Palacio Real y convento de San Pablo (ca. 1820) |
El célebre poeta Luis de Góngora narró aquellos sucesos con su habitual sorna: Parió la Reyna, el Luterano vino / Con seiscientos hereges y heregías; / Gastamos un millón en quince días / En darles joyas, hospedaje y vino: / Hicimos un alarde ó desatino, / Y unas fiestas que fueron tropelías / Al ánglico Legado y sus espías / Del que juró la paz sobre Calvino: / Bautizamos al niño Dominico / Que nació para serlo en las Españas; / Hicimos un sarao de encantamento; / Quedamos pobres, fué Lutero rico; / Mandáronse escribir estas hazañas / A don Quijote, á Sancho y su jumento.
Este último verso da a entender que la Corte encargó a Cervantes –en aquel tiempo, vecino de la ciudad, donde residía extramuros, junto al cauce del río Esgueva, en el Rastro de los Carneros– que relatara la estancia de la delegación anglosajona; pero don Miguel no fue el único autor de renombre que vivió por aquel tiempo en Valladolid. A la vera de la Corte residieron Francisco de Quevedo, el mencionado Luis de Góngora, Luis Vélez de Guevara, Tomás Gracián, Tirso de Molina…. ¿y William Shakespeare?
No hay constancia documental pero es probable que el autor de Hamlet, Otelo o Romeo y Julieta también formara parte del séquito que acompañó al embajador de su país para festejar la normalización de relaciones diplomáticas entre ambas naciones –ya que él se había encargado de agasajar a los españoles que acudieron a Somerset House el año anterior– y que en Valladolid se alojara en el Real Colegio de los Ingleses de San Albano, que aún existe hoy en día.
Según esta teoría, así habría sido como Shakespeare conoció las aventuras de don Quijote, cuya primera parte acababa de ser impresa.
Prueba de ello podría ser un asiento en el libro de contabilidad del tesorero real inglés por el que se sabe que, entre mayo y junio de 1613, el monarca facturó a la compañía teatral del Bardo de Stratford-upon-Avon por representar varias funciones de su desaparecida pieza teatral Historia de Cardenio, inspirada en un personaje secundario que se cita en la primera parte de Don Quijote de La Mancha, lo que implicaría que el dramaturgo inglés si no había conocido personalmente a Cervantes, al menos, sí que habría leído la célebre novela cervantina en aquella presunta visita a Valladolid [hipótesis en la que se basó el escritor Anthony Burgess, conocido por su novela La Naranja Mecánica, para contar su cuento Encuentro en Valladolid].
Citas: [1] ASTRANA MARÍN, L. Obras completas de William Shakespeare. Madrid: Santillana, 2007, p. 100. [2] GUTIÉRREZ ALONSO, A. “La crisis de Valladolid en el siglo XVII”, en: Valladolid en el mundo. AA.VV. Valladolid: Ámbito y Comunicaciones Vallisoletanas, 1993, p. 183. [3] RIVERA BLANCO, J.J. El Palacio Real de Valladolid. Valladolid: Diputación Provincial de Valladolid. 2ª ed., 1981, pp. 55 y 56. [4] ALONSO CORTÉS, N. “Advertencia”. En: PINHEIRO DA VEIGA, T. Fastiginia. Valladolid: Ámbito, 1989, p. 13. [5] PINHEIRO DA VEIGA, T. Fastiginia. Valladolid: Ámbito, 1989, pp. 78 y 83.
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