viernes, 17 de abril de 2020

Aulio Gelio y el caso del envenenamiento confeso

A mediados del siglo II d.C., un abogado romano llamado Aulio Gelio pasó las largas noches de invierno en el campo de la región griega de Ática recopilando lo que él mismo denominó “anotaciones”. Según me venía a las manos cualquier libro, griego o latino, o cualquier cosa que había oído digna de recuerdo, todo lo que me agradaba, fuera del tema que fuera, lo iba anotando sin hacer distinción y desordenadamente y todo ello lo guardaba para reforzar mi memoria como si de alimento literario se tratara, de manera que, llegado el momento de hacer uso de un hecho o de un dicho que de repente se me hubiera olvidado y me faltaran los libros de donde lo había tomado, fácilmente pudiera encontrarlo y echar mano de él [1]. La recopilación de aquellas notas se publicó en Roma bajo el elocuente título de Noctes Atticae [Noches áticas]. Una amplísima disparidad de comentarios, anécdotas, curiosidades y noticias recopiladas en veinte libros que el profesor González-Vega no ha dudado en calificar como la miscelánea antigua por antonomasia [2].

Entre las numerosas notas que reunió Gelio, cuando disponía de tiempo libre en mis ocupaciones judiciales, nos encontramos con algunas relativas al funcionamiento de los tribunales de la Grecia clásica y, entre ellas, un singular proceso judicial que narra en el Capítulo VII del Libro XII. Sucedió en la segunda mitad del s. I a. C.:

1. Una mujer de Esmirna fue llevada a presencia de Cneo Dolabela que estaba al frente de la provincia de Asia en su condición de procónsul. 2. Esta mujer había dado muerte al mismo tiempo con un veneno suministrado a escondidas a su marido y a un hijo y confesaba que lo había hecho, a la vez que decía que tenía un motivo para hacerlo, porque su marido y el hijo habían dado muerte en una emboscada a otro hijo suyo habido de un matrimonio anterior, un joven excelente y que no tenía culpa de nada. Y no había duda de que así había sido. 3. Dolabela hizo traslado de la causa al tribunal. 4. Nadie del tribunal se atrevía a dar una sentencia en un caso tan ambiguo, porque les parecía que no podía quedar impune un envenenamiento confeso mediante el que habían sido asesinados el marido y el hijo, y sin embargo se había hecho justicia con el merecido castigo a los criminales. 5. Dolabela remitió el proceso al Areópago de Atenas por tratarse de un tribunal con más autoridad y experiencia. 6. El Areópago, una vez conocida la causa, ordenó que cien años más tarde se volvieran a presentar el acusador de la mujer y la mujer que era acusada. 7. De este modo, el envenenamiento de la mujer no quedó absuelto, cosa que no permitían las leyes, y la culpable, que merecía el perdón, no fue condenada ni castigada [3].

La obra de Gelio constituye una importante fuente de conocimiento en pluralidad de temas vinculados con el Derecho Público y plantea al lector algunos temas de reflexión como si puede legitimarse un sistema democrático sin la participación del pueblo en la administración de justicia [4]. Es un libro que no dejará a nadie indiferente.

Citas: [1] GELIO, A. Noches áticas. Madrid: Akal, 2009, p. 88. [2] GONZÁLEZ-VEGA, F. “Otium in litteris: el placer de la literatura y del conocimiento entre las noches áticas y las vigilias nebrisenses”. En: Myrtia, 2017, nº 32, p. 43. [3] GELIO, A. Ob. cit., p. 469. [4] ESPITIA GARZÓN, F. "El derecho público en las Noches Áticas de Aulo Gelio". En: Derecho del Estado, 2014, n.° 32, pp. 205-221.

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