En su época clásica, los atenienses presumían de haber establecido el primer tribunal de la Historia, en la colina de Ares (el Areópago), para juzgar a Orestes por matricidio (asesinó a su propia madre, Clitemnestra, como venganza porque ella había matado a su padre, el rey Agamenón de Micenas, con ayuda de su amante, Egisto), marcando así el histórico traspaso de la jurisdicción de la familia al estado; de modo que las primeras leyes de Atenas que conocemos y las que durante más tiempo permanecieron en vigor fueron las relacionadas con el homicidio [1]. En Atenas, junto al mencionado Areópago –órgano judicial formado por los arcontes– existían otros tres tribunales para juzgar a los homicidas: el Paladión (que enjuiciaba los crímenes que se cometían involuntariamente); el Delfinión (para los excusables); y el curioso Freatis (que procesaba a quienes habían sido condenados al destierro por un homicidio anterior pero regresaban y cometían un nuevo asesinato). En este último caso, como todavía no se han purificado de la primera mancha y el acceso a la tierra ática les está prohibido, presentan su defensa desde una barca, ante los jueces sentados en la orilla [2].
En ese contexto, gracias a los discursos jurídicos del célebre orador y abogado Demóstenes [siglo IV a.C.] conocemos la existencia de una ley denominada androlepsia que, literalmente, significa: agarrar al hombre. Se aplicaba cuando un ciudadano ateniense era asesinado en otra localidad –tanto griega (Micenas, Esparta, Corinto, etc.) como de fuera del mundo helénico– y su muerte quedaba impune, los familiares de la víctima podían detener a tres personas que fuesen oriundas del mismo lugar donde se hubiera cometido aquel crimen y mantenerlas retenidas hasta que las autoridades extranjeras entregasen al presunto asesino para ser juzgado en Atenas o, al menos, les compensaran con una indemnización. En caso de que nada de esto sucediera, la familia de la víctima podía vengar la sangre derramada asesinando a los tres rehenes y confiscando sus bienes en la ciudad de la Acrópolis.
PD: El vínculo entre Demóstenes y el Derecho surgió por un pleito familiar: cuando tenía 7 años de edad, en 377 [a.C.], murió su padre. Éste, en su testamento, nombró albacea a sus dos sobrinos Afobo y Demofonte y a su viejo amigo Terípides (…) Pero los tutores no cumplieron sus compromisos. Cuando alcanzó la mayoría de edad, el célebre orador ateniense descubrió que su rica herencia había desaparecido y, tras inútiles requerimientos (…) decidió recurrir a un proceso judicial contra sus tutores. Pero la ley ática prohibía litigar durante los dos años de efebía o servicio militar; exigiendo, además, que el acusador defendiera personalmente su causa por lo que el joven dedicó aquellos dos años a preparar su defensa y, al final, acabó dedicándose profesionalmente a la abogacía [3].
Citas: [1] POMEROY, S.B., BURSTEN, S.M., DONLAN, W. y ROBERTS, J.T. La antigua Grecia. Historia política, social y cultural. Barcelona: Crítica, 2001, p. 371. [2] GLOTZ, G. La ciudad griega. México: UTEHA, 1964, p. 199. [3] ZESATI ESTRADA, C. Demóstenes. Sobre la Corona. México: UNAM, 2001, p. X. Y si quieres descubrir más sobre este tema, un buen libro de referencia es El sistema jurídico ático clásico, de Juan Palao Herrero [Madrid: Dykinson, 2007].
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