Hablando en plata, una vez que haya cumplido su misión, el cohete europeo no se quedará en órbita abandonado entre la basura espacial que nos rodea sino que regresará a nuestro planeta y caerá en el denominado «Punto Nemo»; un polo de inaccesibilidad situado al Sur del Océano Pacífico, donde se hundirá en el mar sobre aquel cementerio de naves espaciales [spacecraft cemetery].
Idéntico camino que también seguirá la Estación Espacial Internacional (ISS), antes de 2031, cuando este laboratorio deje de encontrarse operativo. Así lo afirmó la NASA en enero de 2022 al hacer público su informe International Space Station Transition Report: (…) Finalmente, después de realizar maniobras para alinear la trayectoria terrestre del objetivo final y la huella de escombros sobre el Área Oceánica Deshabitada del Pacífico Sur (SPOUA) [«South Pacific Oceanic Uninhabited Area»], el área alrededor del Punto Nemo, los operadores de la ISS realizarán el encendido, lo que proporcionará el empujón final para bajar la ISS lo más posible y garantizar una entrada atmosférica segura (*), estrellándola en esa inaccesible esquina del océano donde se calcula que Estados Unidos, Rusia (y, anteriormente, la antigua URSS), Japón y la Unión Europea ya han hundido allí más de 263 piezas de desechos espaciales desde 1971, según los investigadores Vito De Lucia y Viviana Iavicoli [1].
Ese remoto punto en mitad de la nada se encuentra a unos 2.600 kilómetros (1.600 millas) de las costas habitadas más cercanas: el atolón Ducie (en el islote Pandora de Pitcairn), al Norte; y las islas Motu Nui (Pascua), Noreste; y Maher (Antártida), Sur. No hay nada más alejado de tierra firme en todo el planeta. (Coordinadas: latitud 48°52′36″ S y longitud 123°23′36″ W). De hecho, cuando los astronautas de la ISS sobrevuelan Nemo son los humanos más próximos al Polo de inaccesibilidad del Pacífico, a tan solo unos 360 kilómetros de distancia… sobrevolándolo por encima [2].
La periodista estadounidense Shannon Stirone, especializada en información científica, cree que se recurre a este lugar gélido, oscuro y vacío, básicamente porque hay miles de satélites y fragmentos orbitando la Tierra (...) que necesitan salir del cielo y apartarse del camino de otras naves espaciales. El riesgo de dejar un gran objeto metálico del tamaño de un automóvil orbitando alrededor de la Tierra es, en realidad, físico. La masa del planeta crea una atracción gravitatoria sobre todo lo que orbita a su alrededor, arrastrándolo gradualmente cada vez más cerca de la Tierra. Con el tiempo, si no se eliminan adecuadamente, todas las naves espaciales en órbita (incluida la gigantesca Estación Espacial Internacional) amenazarían con caer sobre nuestras cabezas [3]. De este modo, la comunidad científica consideró que se reducía en gran medida el riesgo de que la caída de desechos espaciales ocasionara víctimas humanas. El cementerio submarino de satélites se planteó entonces como la solución menos mala.
Como es evidente, su nombre proviene del personaje del Capitán Nemo, comandante del submarino Nautilus en La isla misteriosa (1874) y Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) escritas por el célebre novelista francés Julio Verne [Jules Verne (1828-1905)]. Esta referencia tan literaria la empleó el topógrafo e ingeniero canadiense de origen croata Hrvoje Lukatela en 1992 [2] para rendir homenaje a una de sus lecturas infantiles favoritas cuando determinó los tres vértices de proximidad que él mismo explica en su propio blog (*). Curiosamente, siete décadas antes, el maestro del terror estadounidense H. P. Lovecraft (1890-1937) situó en ese mismo espacio la ubicación de la ciudad de R'lyeh, en su relato corto La llamada de Cthulhu (1926), donde reposaba aletargada la criatura Cthulhu hasta que despertase para gobernar la Tierra.
Hoy en día, el «Punto Nemo» que se emplea desde los años 70 como cementerio mundial de naves espaciales continúa sin estar regulado por ningún instrumento jurídico. De cara al futuro, quizá cambie la situación cuando entre en vigor el «Acuerdo BBNJ» ya que el polo de inaccesibilidad se ubica en una de esas zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional.
Citas: [1] DE LUCIA, V. & IAVICOLI, V. “From outer space to ocean depths: the ‘spacecraft cemetery’ and the protection of the marine environment in areas beyond national jurisdiction”. En: California Western International Law Journal, 2019, vol. 49, nº 2, p. 347. [2] HIGGINS, M. Wild Maps for Curious Minds. 100 New Ways to See the Natural World. Nueva York: The Experiment, 2022. [3] SRIRONE, S. "This Is Where The International Space Station Will Go To Die". En: Popular Science, 13 de junio de 2016.
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