viernes, 17 de mayo de 2024

Del «Manifiesto de Josiah Warren» a la «Carta Internacional de Comercio Justo»

El 27 de noviembre de 1841, un conocido anarquista estadounidense llamado Josiah Warren (1798-1874), autoeditó un breve manifiesto en su imprenta de New Harmony (Indiana); una pequeña población donde, dos décadas antes, se había unido al fracasado proyecto del industrial galés Robert Owen (1771-1858) que pretendía crear una sociedad socialista experimental, (…) un empeño utópico en el que se prohibió el uso de la moneda y otras formas de intercambio de mercancías, reemplazándolas con “boletos de trabajo” con un precio en términos del número de horas trabajadas [1]. Warren creía que el gobierno y las leyes hechas por el hombre eran el principal enemigo de una sociedad libre y justa, y afirmó que «la soberanía del individuo» florecería si se abolían las normas e instituciones gubernamentales opresivas. (…) el «primer anarquista norteamericano» creía que había que basar el orden económico en un «comercio equitativo», un sistema basado en la idea de que el valor de los bienes debía reflejar el trabajo invertido en la producción. Sospechaba de toda asociación que pudiera suponer un freno a la soberanía individual (se oponía hasta a las asociaciones formativas). Warren esperaba que los vendedores actuaran de forma ética al fijar los precios de sus productos y que los compradores pagaran el precio justo y dieran información sobre cualquier necesidad económica adicional que tuvieran [2].

Aquella pionera declaración de propósitos que se publicó a mediados del siglo XIX incluyó diez referencias a lo que Warren denominó «Equitable Commerce»; un comercio equitativo concebido como un simple desarrollo de principios que, aunque nuevos para el público, son tan antiguos como la creación y serán igualmente duraderos. (…) Se trata de establecer un principio de comercio justo y permanente que ponga fin a todas las fluctuaciones graves de los precios y, como consecuencia, a toda la inseguridad y ruina que estas fluctuaciones producen; (…) poniendo fin a todo tipo de especulaciones. (…) Se basa exclusivamente en el trabajo como único capital legítimo [3].


Salvando las distancias, sus reflexiones sobre el comercio equitativo continúan siendo, hoy en día, uno de los precedentes que mejor apostaron por fomentar un nuevo modelo comercial; aunque su propuesta aún tardó un siglo en germinar tal y como actualmente entendemos el concepto de comercio justo, con la iniciativa que tuvo la empresaria estadounidense Edna Ruth Byler (1904-1976), en 1946, para vender las obras de artesanía textil que adquiría a unas mujeres en Puerto Rico entre su círculo de feligreses menonitas. En 1962, su propia Iglesia fundó Selfhelp Crafts of the World (actual Ten Thousand Villages) para vender productos del tercer mundo en tiendas especializadas; y tres años más tarde, en 1965, se creó la primera ong que coordinó este ámbito: la Alternative Trading Organization (ATO) [4].

Con el cambio de siglo y para hacer frente a los desafíos contemporáneos del comercio internacional en un mundo globalizado, un grupo internacional de expertos asesoró a World Fair Trade Organization (una red mundial de productores, comercializadores, exportadores, importadores, mayoristas y minoristas comprometidos con el comercio justo) y a Fairtrade International (la organización que coordina el etiquetado de «Fairtrade») con el fin de elaborar un documento de referencia común para el movimiento global de Comercio Justo: la «Carta Internacional de Comercio Justo» que presentaron el 25 de septiembre de 2018, revisando la anterior «Carta de los Principios del Comercio Justo» adoptada en 2009.


En su opinión: (…) El movimiento de Comercio Justo se compone de individuos, organizaciones y redes que comparten una visión común de un mundo en el que la justicia, la igualdad y el desarrollo sostenible son el centro de las estructuras y prácticas comerciales para que todos, a través de su trabajo, puedan mantener un estilo de vida decente y digno y desarrollar su pleno potencial humano. En ese contexto, la Carta ofrece una explicación concisa de los objetivos y enfoques genéricos que son comunes para la mayoría de las iniciativas de Comercio Justo, basadas en la equidad de género, la seguridad alimentaria, los medios de vida sostenibles, las comunidades prósperas, el trabajo decente, el desarrollo económico inclusivo y que las personas sean lo primero a tener en cuenta en las políticas comerciales; de modo que la justicia, la igualdad y el desarrollo sostenible deban estar en el corazón de las estructuras comerciales.

Para concluir, la «International Fair Trade Charter» ha recuperado la definición de comercio justo que se conoce como “Definición de FINE” por el acrónimo de las cuatro entidades que la acordaron en 2001: Fairtrade Labelling Organizations International (FLO), International Federation for Alternative Trade (IFAT), Network of World Shops (NEWS) y European Fair Trade Association (EFTA). Dice así: El Comercio Justo es una alianza comercial basada en el diálogo, la transparencia y el respeto que busca una mayor equidad en el comercio internacional. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y garantizando los derechos de personas productoras y trabajadoras marginadas, especialmente en el Sur. Las Organizaciones de Comercio Justo, respaldadas por los consumidores y consumidoras, están activamente comprometidas en el apoyo a los productores, en la sensibilización y en la campaña por los cambios en las normas y prácticas del comercio internacional.

Citas: [1] SABRY, F. (ed.) Socialismo. Trazando un camino hacia la equidad y la justicia. 2023.  [2]  STEDMAN JONES, J. & CLAEYS, G. Historia del pensamiento político del siglo XIX. Madrid: Akal, 2021. [3] WARREN, J. (ed.) Manifiesto. 1841. [4] MARCOVITZ, H. Fair trade. North Mankato: ABDO, 2011, pp. 20 y 21.

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