Según el profesor mexicano Juan José Ramírez Bonilla: (...) Corea del Sur ha sido extremadamente exitosa en proyectar al mundo su poder suave. Hasta hace algunas décadas la cultura coreana era muy poco conocida en el orbe. Gracias al trabajo de instituciones gubernamentales como la Korea Foundation (KF) y The Academy of Korean studies (AKS), estudiantes, académicos y profesionales del mundo se han involucrado en los estudios coreanos. En el ámbito de la cultura popular, el llamado K-pop ha proyectado con gran fuerza a Corea del Sur allende sus fronteras. Nombramientos como el de Ban Ki-moon como secretario general de las Naciones Unidas, entre 2007 y 2016, también han coadyuvado a esa tarea [1]. El éxito del sonido K-pop se une al de la K-beauty (cosmética) y los K-drama (series de televisión) en un proyecto más amplio que se denomina Hallyu (cuyo significado en castellano es Ola Cultural Coreana) [y] que -sin vacilaciones- se convierte en un fenómeno de promoción de las industrias culturales sin precedentes, y con alcance no solo regional sino en Europa y América Latina [2].
Otro buen ejemplo de esta singular influencia lo encontramos en el éxito de las telenovelas turcas. En opinión del investigador Mehmet Ozkan: (…) Consideradas por el sector económico turco como un producto exportable, las series televisivas han creado una adicción y pasión sin igual, que no distingue entre países, sexos o clases. En definitiva, un fenómeno social sin parangón alguno. Las series de televisión turcas han contribuido al cambio de percepción del país otomano. Sin formar parte de la estrategia del PJD [siglas del Partido de la Justicia y el Desarrollo; dirigido por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan] o de Turquía, estas series han sido embajadoras de la diplomacia turca y un auténtico revulsivo de cambio en muchos países. El fenómeno es, en sí mismo, causa y efecto del poder blando de Ankara en los países árabes [3].
Corea del Sur y Turquía son dos buenas muestras de lo que se viene denominando «soft power» o «poder suave», si empleamos la apropiación directa del inglés cuando hablamos en castellano. Este concepto lo acuñó el profesor estadounidense Joseph S. Nye, Jr. en el libro Bound to Lead: The Changing Nature of American Power publicado en 1990. En aquel momento, el geopolitólogo de Nueva Jersey, desarrolló esta idea para rebatir a quienes, a finales del siglo XX, cuestionaban el declinante papel de los Estados Unidos en el mundo. Para Nye, su país era la nación más fuerte no solo en poder militar y económico sino también en una tercera dimensión que denominé poder blando. En los años siguientes, me complace ver que el concepto entró en el discurso público, utilizado por el secretario de Estado estadounidense, el ministro de Asuntos Exteriores británico, líderes políticos y escritores editoriales, así como por académicos de todo el mundo [4].
El autor se refiere a que, en 2003, durante una de las conferencias que se organizó en el Foro Económico Mundial (WEF) de Davos (Suiza), (…) George Carey, exarzobispo de Canterbury, preguntó al Secretario de Estado Colin Powell por qué Estados Unidos parecía enfocarse solo en su poder duro en lugar de su poder blando. (…) El secretario Powell respondió correctamente que Estados Unidos necesitó poder duro para ganar la II Guerra Mundial, pero continuó: "¿Y qué siguió inmediatamente después del poder duro? ¿Pidió Estados Unidos el dominio sobre una sola nación en Europa? No. El poder blando llegó con el Plan Marshall [4].
Nye define este «soft power» como: (…) la capacidad de obtener lo que se desea a través de la atracción en lugar de la coerción o la retribución. Surge del atractivo de la cultura, los ideales políticos y las políticas de un país. Cuando nuestras políticas se ven como legítimas a los ojos de los demás, se mejora nuestro poder blando [4]; es decir, Rusia ha forzado la soberanía de Ucrania (coerción), los petrodólares de las monarquías del Golfo Pérsico han comprado grandes clubes de fútbol europeos (retribución o pago) pero existe esta tercera vía que atrae a los demás por nuestros valores.
Esta cara del poder se basa principalmente en tres recursos: la cultura (dominio basado en lograr que otras naciones deseen compartir tus tradiciones, costumbres o producciones artísticas; véase, por ejemplo, la diplomacia cultural española), los valores políticos (que cuando prediques, des trigo, cumpliendo en tu propia casa lo que les pides a los de fuera que hagan) y la política exterior (si los demás países ven tus decisiones como legítimas y con autoridad moral) [5].
Aunque hablando de diplomacia y de "soft power", ningún ejemplo mejor que el poder suave desarrollado por China con la denominada «diplomacia del panda». Como recuerda la profesora mexicana Mª Cristina Rosas: (...) Tras la creación de la RPC [República Popular China] en 1949, el carismático mamífero fue empleado para fortalecer y/o consolidar los lazos políticos de Beijing con otras naciones, práctica que se mantiene hasta el momento actual. En la década de 1950, la dirigencia china comenzó a regalar pandas a países aliados. Entre 1972 y 1984, China obsequió pandas a las naciones occidentales, destacadamente a Estados Unidos. A partir de 1984 y hasta 1998, los pandas pasaron a formar parte de la estrategia china de “puertas abiertas” a la inversión extranjera y los entregaba solamente en préstamo, de manera que los carismáticos animales eran “rentados” a aquellos países prioritarios para la política exterior de Beijing. Para ello, se instituyó la firma de una especie de “contrato de arrendamiento”, y si en el lapso en que el, la, o los panda(s) que reside(n) en el zoológico de algún lugar del mundo tiene(n) un bebé (muchas veces nacen gemelos o hasta trillizos, como ocurrió hace un par de años en un zoológico chino), entonces el (o los) pequeño(s) es (son) propiedad de China [6].
Concluimos con un nuevo ejemplo en el ámbito europeo: el 18 de enero de 2022, la Comisión Europea comunicó al Parlamento Europeo, el Consejo, el CESE y el CdR la estrategia europea para las universidades. En este documento, el propio ejecutivo comunitario reconoció que: (…) Las universidades forman parte del poder blando de Europa mediante el intercambio de talento procedente de todo el mundo y la construcción de puentes sólidos con los países asociados de diferentes lugares del planeta, así como la promoción de los valores académicos y europeos. Europa debe reforzar y aprovechar esta reputación y reforzar estos puntos fuertes en todos los Estados miembros. Esto, a su vez, contribuirá a aumentar su atractivo no solo como destino académico, sino también como socio homogéneo para la cooperación en materia de educación, investigación e innovación.
Citas: [1] RAMÍREZ BONILLA, J. J. La república de Corea ante la influencia de la administración Trump. Ciudad de México: Colegio de México, 2020. [2] ALCÁNTARA, M.; GARCÍA MONTERO, M. & SÁNCHEZ LÓPEZ, F. Comunicación y nuevas tecnologías. Memoria del 56º Congreso Internacional de Americanistas. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2018, p. 271. [3] OZKAN, M. “La política Exterior de Turquía en el Siglo XXI: La Diplomacia Cultural y el Poder Blando”. En: SAM Papers, 2014, nº 9, pp. 19 y 20. [4] NYE, J. S. Soft Power: The Means to Success in World Politics. Nueva York: Public Affairs, 2004, pp. IX a XI. [5] Ob. cit, p. 11. [6] ROSAS, Mª C. "El poder suave y la diplomacia del «panda»". En: Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública, 2016, vol. 5, nº. 1, p. 163. Pinacografía: Julien Paris | Coversoftpower (2013).
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