viernes, 19 de agosto de 2022

El origen de la diplomacia cultural española

El preámbulo de la Ley de 31 de diciembre de 1945 sobre organización de los Servicios del Ministerio de Asuntos Exteriores (BOE de 2 de enero de 1946) expuso que: (…) Por fidelidad a la tradición y por espíritu de continuidad se ha mantenido la mayor parce de sus servicios, si bien reorganizando algunos de ellos y dando a su conjunto la cohesión deseable. Se han creado al propio tiempo servicios nuevos, que se hacían ya imprescindibles, el más importante de ellos la nueva Dirección General de Relaciones Culturales que dará amplio cauce a la expansión de la cultura española en el extranjero y velará especialmente  por el mantenimiento de nuestros vínculos espirituales con los pueblos hermanos de América (…). A continuación, el Art. 1 dispuso que: El Ministerio de Asuntos Exteriores, al que compete la realización de la política exterior del país, se compondrá de los siguientes Organismos y Servicios: (…) Dirección General de Relaciones Culturales; y el Art. 8 especificó que constará de dos Secciones: primera, Expansión cultural, y segunda, Obra Pía y Asuntos Misionales; las cuales se compondrán; de los Negociados que el Reglamento determine.

En 1996, cuando se cumplieron los 50 años de la publicación de esa norma, el que fuera Ministro de Asuntos Exteriores español, Abel Matutes, afirmó entonces que: (…) “Culturales”, como se sigue denominando familiarmente en el Ministerio a la Dirección General, es una pieza clave del sistema de nuestro servicio exterior, con la misión primordial de definir, instrumentar y aplicar la política exterior cultural y científica de España tal como se perfila a través de los Acuerdos y Convenios que España firma con terceros países o con organismos internacionales [1].

Pero en la primera década del siglo XXI, aquella Dirección General de Relaciones Culturales fue suprimida por la disposición adicional segunda del Real Decreto 1403/2007, de 26 de octubre, que aprobó el Estatuto de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID); entidad de Derecho público que pasó a encargarse desde entonces de la política de relaciones culturales y científicas; tal y como dispone su Art. 5.13 al establecer, entre otras funciones, la de ejecutar las funciones y competencias atribuidas al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación para la promoción y desarrollo de las relaciones culturales y científicas con otros países.


Con ese marco normativo, ¿por qué suele decirse que la diplomacia cultural española ha cumplido más de un siglo?

Cuando decíamos al comienzo de esta entrada que el preámbulo de la Ley de 31 de diciembre de 1945 hablaba de fidelidad a la tradición y por espíritu de continuidad; el legislador se refería –como recuerda el historiador Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla– a que: (…) los orígenes de la política cultural exterior iban más allá del franquismo. Sus inspiradores tuvieron una visión mucho menos cortoplacista y limitada, atisbando el potencial de la proyección cultural en el replanteamiento del papel de España en el mundo. La iniciativa partió de círculos intelectuales que aspiraban a una reforma del país que lo situara en sincronía con las naciones europeas más avanzadas. Ponerse a su altura en la promoción educativa, en el progreso científico, en el desarrollo económico, en la apertura política, etc., era la fórmula defendida para construir un país moderno, culto, tolerante y dinámico. (…)  Francia y Alemania fueron los pioneros en la organización y utilización de la acción cultural como un medio de atracción de la opinión pública de otros países, cuyos efectos se habían percibido con mayor nitidez en el transcurso de la I Guerra Mundial. En el caso español la iniciativa correspondió también los círculos intelectuales comprometidos con la apertura del país hacia el exterior [2].

En ese mismo sentido, la filóloga Araceli García Martín añade que: (…) la acción cultural de España se inicia con la Oficina de Relaciones Culturales Españolas (ORCE), creada en 1921 a iniciativa de Américo Castro, muy vinculado a la Institución. La Oficina pertenecía a la Sección de Política del Ministerio de Estado (Ministerio de Asuntos Exteriores a partir de 1938), y tenía como uno de sus principales objetivos la difusión del idioma castellano y la defensa y la expansión de la cultura española en el extranjero. En 1926 se da paso a la Junta de Relaciones Culturales, que estableció una red docente y de agregadurías culturales, además de crear centros españoles de calidad en Europa [3].


Es decir, el origen de la diplomacia cultural española se remonta a comienzos de los años 20, siendo ministro de Estado el diplomático asturiano Manuel González Hontoria (1878-1954). Aquella propuesta del profesor Américo Castro (1885-1972) se aprobó mediante la Real Orden de 17 de noviembre de 1921, por la que se creó, «con carácter provisional y a título de ensayo», la Oficina de Relaciones Culturales Españolas (ORCE), que se encuadraba bajo la dependencia de la Sección de Política del Ministerio de Estado. Su cometido sería la «difusión del idioma castellano y la defensa y la expansión de la cultura española en el extranjero» [2].

Citas: [1] DE JEVENOIS, P. (Coord.). La Dirección de Relaciones Culturales y Científicas, 1946-1996. Madrid: Ministerio de AA.EE., 1996, p. 9. [2] DELGADO GÓMEZ-ESCALONILLA, L. El Centro de Estudios Históricos y los orígenes de la política cultural exterior. Madrid: CSIC, 2010, p. 5. [3] GARCÍA MARTÍN, A. Coorperación para el desarrollo y bibliotecas. Madrid: Cooperación Española, 2020, p. 32.

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