Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Cuba, Checoslovaquia, Ecuador, Egipto, El Salvador, Estados Unidos, Etiopia, Filipinas, Francia, Grecia, Guatemala, Haití, Honduras, Islandia, India, Irán, Iraq, Liberia, Luxemburgo, México, Nueva Zelanda, Nicaragua, Noruega, Países Bajos, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Reino Unido, República Dominicana, Sudáfrica, la Unión Soviética, Uruguay, Venezuela y Yugoslavia firmaron los diez artículos de aquel acuerdo –el Agreement for United Nations Relief and Rehabilitation Administration– en la Casa Blanca (Washington). El uso del término “Naciones Unidas” –que acuñó el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt en 1942 pero que, en referencia a la actual organización internacional, no se fundó como tal hasta el 24 de octubre de 1945 durante la Conferencia de San Francisco (California, EEUU)– forma parte de la denominación de la UNRRA en el sentido de “naciones aliadas” que combatían juntas en la II Guerra Mundial.
Su Art. I.2 establecía los tres propósitos de esta Administración: a) Planificar, coordinar, administrar y organizar los programes de socorro a las víctimas de la guerra en cualquier área bajo el control de Naciones Unidas, suministrando alimentos, combustible, ropa, vivienda y otras necesidades básicas, servicios médicos y transporte; b) Lograr la distribución equitativa de las ayudas mediante programas conjuntos con los países afectados; y c) Asesorar en ayuda humanitaria a los países afectados. A continuación, el Art. II delegaba en el Consejo de la UNRRA (Art. III) la admisión de nuevos Estados y, por mayoría simple, este órgano era el encargado de tomar las decisiones políticas de la Administración. También exitía un Comité Central del Consejo (integrado tan solo por China, EE.UU., Reino Unido y la URSS) y dos comités regionales para Europa y el Lejano Oriente. Todo ello, bajo un Director General (Art. IV) elegido por unanimidad de las cuatro naciones del Central Committee.
¿Cuál fue su mayor trascendencia? En los últimos años de la II Guerra Mundial (…) entre 1944 y 1945, la UNRRA proporcionó ayuda a miles de refugiados y desplazados que estaban bajo control de las fuerzas aliadas. Cuando finalizó la guerra, la UNRRA se dedicó a las labores de repatriación y prestó asistencia a alrededor de siete millones de personas, sin embargo, se vio constantemente malograda debido a su subordinación a las fuerzas aliadas [2]. En ese mismo sentido, el sociólogo venezolano Silva Michelena critica que: (…) A pesar de su aparente carácter multinacional, la UNRRA vino a ser en la práctica una agencia controlada por Estados Unidos, ya que para ese momento EU era casi el único país que se encontraba en condiciones de exportar y a la vez proveer los dólares necesarios para el pago de esas exportaciones. El predominio norteamericano se evidencia al considerar el total de ayuda efectiva prestada por la UNRRA a los países europeos (…). Quizás esta experiencia mostró claramente a Estados Unidos que, dada su posición mundial, las agencias internacionales eran un medio adecuado para ejercer su predominio (…) [3].
Finalmente, las últimas operaciones de la Administración de las Naciones Unidas para el Auxilio y la Rehabilitación concluyeron a finales de 1946 y el último nombramiento de personal finalizó el 31 de marzo de 1949. De aquella institución humanitaria internacional (…) cuyo mandato consistía en prestar ayuda a las poblaciones que se encontraban bajo control aliado (…) nacieron las agencias sociales y humanitarias de la ONU (…). Hablamos de UNICEF (…) o de ACNUR (…) cuya acción estaba dirigida principalmente hacia Europa, antes de reorientarse, en los años 50-60, hacia el Tercer Mundo, emergente en aquella época [4].
Como balance, la profesora Siman Druker considera que: Si bien organizaciones internacionales como UNRRA e IRO desempeñaron una labor humanitaria fundamental en la posguerra, la realidad histórica muestra que las interacciones con distintos actores sociales y políticos, así como una política internacional de Guerra Fría mediaron sus consideraciones humanitarias y en distintos casos resultaron en tensión, conflicto y politización de situaciones que requerían de manera urgente atención y en la que los desplazados terminaron siendo simultáneamente sujetos de su propia historia, receptores de ayuda y víctimas de la política [5].