Desde un punto de vista musical, el compositor lucano Carlo Gesualdo (1566-1613), miembro de una familia de la alta nobleza del Sur de Italia [era Príncipe de Venosa, título otorgado por el rey español Felipe II; conde de Conza y, además, sobrino de san Carlos Borromeo, cardenal y arzobispo de Milán] conoció en su infancia a numerosos músicos. En este ambiente aprendió a ser un excelente laudista, y probablemente fuese iniciado en la composición por Pomponio Nenna, de Bari. (…) Sus cuatro primeros libros de madrigales [así se denomina a una “composición para varias voces, sin acompañamiento, sobre un texto generalmente lírico” (RAE)] a cinco voces están escritos en el gran estilo madrigalesco, tal y como éste fue ilustrado por sus contemporáneos Marenzio y Monteverdi. Pero las siguientes obras son creaciones vanguardistas (…). Le guían su sensibilidad extrema, su gran comprensión de los poemas y un conocimiento de la composición que le permitía pasar por alto ciertas reglas, con tanta mayor libertad puesto que su posición social le dispensaba del deber de agradar [1].
En sus composiciones usó, para tener una vívida impresión, armonías que iban mucho más allá de lo que podían soñar sus contemporáneos más avanzados [2]; de este modo, puede afirmarse que los madrigales del príncipe de Venosa entran entonces con pleno derecho en la historia de la música del siglo XVII [3] pero, lamentablemente, no pasó a la posteridad por aquellas obras.
El día que más destaca en la vida de Gesualdo es el 16 de octubre de 1590: después de sorprender a su esposa, María de Ávalos (hija del marqués de Pescara), y a su amante aristocrático en una situación comprometida, los asesinó a los dos. El revuelo que ocasionó este doble asesinato ha teñido la bibliografía sobre este compositor hasta la actualidad [4].
Su mujer –Maria d´Avalos– una viuda mayor que él, de ascendencia española, se había casado con el músico cuatro años antes, en 1586, tras obtener la correspondiente dispensa eclesiástica porque ambos contrayentes eran primos hermanos; el matrimonio solo tuvo un único hijo que murió sofocado siendo bebé (la leyenda negra asegura que el propio Gesualdo lo mató temeroso de no ser su padre biológico). La otra víctima, el amante, era Fabrizio Carafa, duque de Andria, casado y padre de cuatro hijos. Gesualdo tendió una trampa a la pareja para acabar con el adulterio, le dijo a su mujer que saldría de cacería durante un par de días pero se presentó de improviso en su alcoba del Palazzo San Severo, de Nápoles, donde les mató.
A pesar de la notoriedad y del ensañamiento del crimen –los cadáveres aparecieron en el lecho conyugal, destrozados a mandoble de espada– la justicia no actuó contra él porque, en aquel tiempo, tanto el código de conducta social como la normativa penal consideraban que la honorabilidad era una circunstancia que lo eximía de cualquier responsabilidad en caso de descubrir la infidelidad (situación vinculada al uxoricidio que en Italia, como en España, se tuvo en cuenta hasta bien entrado el siglo XX: el divorcio a la italiana).
En 1592, el príncipe Gesualdo contrajo segundas nupcias, movido más por un interés personal que por amor, con Eleonora d´Este, de la casa ducal de Ferrara que costearía la publicación de sus madrigales. La escasa convivencia de la pareja estuvo condicionada por los malos tratos físicos y psicológicos que Carlo infligió a su mujer y alcanzaron su cénit a comienzos del siglo XVII: por un lado, en 1600, murió el hijo que tuvo con su segunda esposa, Alfonsino; y, por otro, Eleonora denunció a dos mujeres del servicio doméstico –presuntas amantes de su marido– por comercializar con hechizos y pócimas de amor, dándose la paradoja de que fueron condenadas a permanecer encerradas en el castillo familiar (infra).
En los últimos años de su vida, su mujer acabó abandonándole y el compositor trató de redimir su conducta con una actitud mística que se reflejó perfectamente en el lienzo que encargó en 1609 al pintor florentino Giovanni Balducci: El perdón de Carlo Gesualdo. El óleo nos muestra al propio compositor arrodillado junto a su tío, san Carlos Borromeo, frente a su segunda mujer y el angelito que representa a su hijo muerto, pidiendo la intercesión de Jesucristo, la Virgen, san Miguel, san Francisco, santo Domingo, santa Catalina y María Magdalena para el perdón de sus pecados.
En los últimos años de su vida, su mujer acabó abandonándole y el compositor trató de redimir su conducta con una actitud mística que se reflejó perfectamente en el lienzo que encargó en 1609 al pintor florentino Giovanni Balducci: El perdón de Carlo Gesualdo. El óleo nos muestra al propio compositor arrodillado junto a su tío, san Carlos Borromeo, frente a su segunda mujer y el angelito que representa a su hijo muerto, pidiendo la intercesión de Jesucristo, la Virgen, san Miguel, san Francisco, santo Domingo, santa Catalina y María Magdalena para el perdón de sus pecados.
Citas: [1] DE CANDÉ, R. Nuevo diccionario de música. Barcelona: Robinbook, 2010, p. 433. [2] SCHOLES, P. A. Diccionario Oxford de la Música. Tomo I. Barcelona: Edhasa, 2ª ed., 1984, p. 576. [3] BIANCONI, L. Historia de la música. Vol. III. El siglo XVII. Madrid: Club Internacional del Libro, 1977, p. 7. [4] ATLAS, A. W. La música del Renacimiento. Madrid: Akal, 2009, pp. 633 y 634.
Castillo de Gesualdo (Campania | Italia) |