En 1846, el poeta italiano Francesco Dall´Ongaro publicó en Trieste un drama histórico titulado Il Fornaretto, que se basaba en una injusticia que, al parecer, se cometió en Venecia a comienzos del siglo XVI. Se dice que, en 1507, el joven panadero Pietro Tasca –enamorado de la camarera, Annella, que trabajaba en casa de la familia del magistrado Lorenzo Barbo– fue a repartir el pan, como cada mañana, cuando se encontró en el Puente de los Asesinos una daga de plata ensangrentada junto al cadáver del noble Alvise Guoro, que era el amante de la mujer de Barbo, Clemenza, y, al mismo tiempo, también cortejaba por las noches a Annella, por lo que dio motivos al Consiglio dei Dieci (la máxima autoridad penal veneciana) para considerar que Tasca lo había matado por celos. El panadero fue detenido, encerrado en la terrible prisión de los Piombi, junto al Puente de los Suspiros, y acusado de asesinato. Lo sometieron a toda clase de torturas y, finalmente, confesó un crimen que no había cometido, por lo que fue decapitado por el verdugo el 22 de marzo de aquel año. Así se hizo Justicia (Giustizia è fatta!).
Pero poco después de la ejecución del joven Pietro, Lorenzo Barbo –que era miembro del Consiglio que lo había condenado a muerte– acabó confesando que Tasca era inocente y que él había sido el autor de aquel asesinato al descubrir que la víctima era el amante de su esposa. Desde entonces, cuando los miembros del Consejo de los Diez iban a dictar una sentencia de muerte, los jueces se advertían ¡Acordaos del pobre panadero! antes de que fuese demasiado tarde y se condenara a un inocente, basándose simplemente en los testimonios arrancados bajo torturas.
Como la leyenda se fue haciendo muy popular a partir de entonces, surgieron nuevas versiones en las que Pietro Tasca se llamaba Piero Fasiol (en función de si se utilizaba el italiano o el dialecto veneciano) y, para añadirle mayor dramatismo, los criados de Barbo confesaban la autoría de su amo corriendo por las calles hacia la plaza de san Marcos, pero llegaban instantes después de que el hacha ya hubiera separado la cabeza del tronco del panadero; o que el Dux de Venecia ordenó que la ejecución no constara en documentos oficiales para no desacreditar su autoridad... En todo caso, lo que parece cierto es que, durante siglos, los magistrados venecianos continuaron diciéndose aquello de Ricordéve del pòvaro fornaretto!
PD: Más «Italia criminale»:
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