Italia nació el 18 de febrero de 1861 cuando, por primera vez, se reunió su Parlamento en el Palazzo Carignano, de Turín [Roma no sería designada capital, oficialmente, hasta la siguiente década: el 1 de julio de 1871]; pero, en aquel tiempo, su forma de Gobierno no era una república democrática, como se establece hoy en día en el Art. 1 de su actual Constitución de 1947 sino una monarquía, bajo la dinastía de la Casa de Saboya, que perduró hasta que los italianos votaron en contra de esa forma institucional en el referéndum que se celebró el 2 de junio de 1946. Hasta entonces, el primer soberano de la nueva Italia reunificada fue Victor Manuel II y, a su muerte, en 1878, el trono lo heredó su hijo, Humberto I (Turín, 14 de marzo de 1844 – Monza, 29 de julio de 1900). Desde el punto de vista español, conviene recordar que este soberano era el hermano mayor de Amadeo I, el efímero Monarca constitucional elegido por las Cortes para reinar en España, entre 1871 y 1873, en reemplazo de los (...) despedidos Borbones, según la narración de Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales [1].
Desde que sucedió a su padre el 9 de enero de 1878, el príncipe piamontés se mostró partidario de instaurar una monarquía constitucional. Durante su conflictivo reinado, los asuntos exteriores se caracterizaron por la integración italiana en la Triple Alianza con los imperios alemán y austro-húngaro y por el fracaso de sus planes coloniales en África, en especial, en Abisinia [Etiopía]; mientras en su política interior se fueron acrecentando las diferencias en el desarrollo económico e industrial del norte y del sur de Italia así como la difícil situación de las finanzas [2]; asimismo, se extendieron los tumultos, desórdenes y sublevaciones de proletarios descontentos [que] culminaron en los motines de Milán (mayo 1898), reprimidos duramente por la autoridad militar [3]. Fue la llamada masacre de Bava Beccaris, por el apellido del general que estuvo al mando de la represión contra los huelguistas, que ocasionó al menos un centenar de víctimas mortales en la capital lombarda. Este sería el motivo que alegó el anarquista Gaetano Bresci para justificar el regicidio.
En el plano jurídico, cuando Umberto Primo accedió al trono decretó una amnistía general el 18 de enero de 1878 y ordenó redactar un nuevo Código Penal –el llamado Codice Zanardelli, de 1889, por el Ministro de Justicia, Giuseppe Zanardelli (en el que también colaboró como redactor el juez Giovan Battista Impallomeni, uno de los impulsores de la Tercera Escuela)– que abolió la pena de muerte para todos los delitos; por ese motivo, en el juicio contra el asesino real, la sentencia no le condenó a la pena capital, convirtiéndose en el primer magnicida europeo que no fue ejecutado por su crimen.
Los extraños hechos que sucedieron entre los días 28 y 29 de julio de 1900 –con grandes dosis de esas coincidencias potencialmente cruciales de la vida que el médico indio Deepak Chopra agrupa bajo el neologismo de sincrodestino [4]– han sido ampliamente descritos por numerosos autores italianos como, por ejemplo, Lodovico Ellena [5]:
En el curso de la historia a veces ocurren acontecimientos que convergen en algo increíble, provocando la imaginación de quienes quieren un diseño preciso en cada suceso: es el caso de un incidente particular y preocupante relacionado con la vida de Humberto I de Saboya. El rey estaba de visita en Monza el 28 de de julio de 1900, cuando le presentaron a un hombre que se le parecía como una gota de agua. Él era el dueño de un restaurante y hablando con Humberto se descubrió que habían nacido el mismo día y a la misma hora, y que ambos tenían una mujer llamada Margherita, y un hijo llamado Vittorio. Además, el mismo día en que Humberto había accedido al trono el restaurador había abierto su negocio. La enésima coincidencia les convenció de que debían volver a reunirse pero esto no fue posible porque, al día siguiente, cuando el sosia de Humberto limpiaba un arma en su casa se le disparó y murió en el acto. El rey fue informado de inmediato por la policía de la muerte de su nuevo amigo y quedó tan profundamente impresionado que se fue de inmediato a dar el pésame, en persona, a la viuda del restaurador. Cuando regresó a su carruaje abierto para recorrer las calles de Monza fue abordado y asesinado por el anarquista Gaetano Bresci: ocurrió el 29 de julio de 1900 y sólo habían pasado unas horas desde la muerte del dueño del restaurante.
El monarca recibió tres disparos cuando se dirigía a presenciar un espectáculo de gimnasia y falleció a los pocos minutos.
En cuanto al regicida, defendido por el abogado Francesco Saverio Merlino, fue condenado a cumplir trabajos forzados de por vida en el penal de la isla de Santo Stefano, junto a otros reclusos anarquistas, donde apareció su cuerpo sin vida el 22 de mayo de 1901 (en apariencia, se había suicidado).
NB: en la mitología nórdica y germana (…) quien ve el Doppelgänger de alguien significa que algo malo le va a pasar, da mal augurio, mala suerte [6]. Y resulta un presagio mortal si es uno mismo quien se encuentra con su “doble que camina” [significado literal de ese término alemán]. Por otra parte, Humberto I ya había sobrevivido a otros dos atentados fallidos: el primero de Pietro Acciarito, el 22 de abril de 1897 en un hipódromo cercano a Roma; y el segundo, de Giovanni Passannante, el 17 de noviembre de 1878 en Nápoles (en la imagen inferior). En ambos casos, los atacantes emplearon cuchillos, fueron detenidos y encarcelados.
Citas: [1]. PÉREZ GALDÓS, B. Episodios Nacionales, vol. 43. Madrid: Club Internacional del Libro, 2005. [2] HOFSTÄTTER, H. y PIXA, H. Historia universal comparada. Tomo VI. Del 1700 a nuestros días. Barcelona: Plaza & Janés, 1972, pp. 165 y 166. [3] AA.VV. Geographica. Tomo IV. Barcelona: Plaza & Janés, 1968, p. 79. [4] CHOPRA, D. Sincrodestino, p. 7. [5] ELLENA, L. “Umberto I”. En Thule Italia, nº 16/2006, p. 26. [6] CERVERA, P. G. Sombra blanca, 2012, p. 135.