miércoles, 28 de junio de 2017

Los decretos del Gobierno Imperial de Norton I de Estados Unidos

El 17 de septiembre de 1859, el empresario Joshua Abraham Norton –muy afectado por la ruina de su negocio importador de arroz, condenado por el Tribunal Supremo por sus prácticas monopolísticas y desposeído de gran parte de su fortuna y propiedades– decidió, en su locura, autoproclamarse Emperador de los Estados Unidos y Protector de México [Emperor of the United States and Protector of Mexico] en San Francisco (California), la ciudad donde residía; al año siguiente, el 12 de julio de 1860 declaró disuelta la Unión, nueve meses antes de que estallara la Guerra de Secesión que enfrentó a los Estados del Norte con la Confederación del Sur (1861-1865). En el contexto de ese conflicto armado, la vida de Norton I es uno de los relatos más pintorescos de aquel país.

En 1923, el historiador canadiense Robert Ernest Cowan publicó un pequeño opúsculo sobre su vida en la California Historial Society [*] que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una de las mejores biografías que existen sobre este singular personaje. Según Cowan, Norton nació el 4 de febrero de 1819, en el seno de una familia de origen judío, probablemente en Escocia, aunque otros autores lo sitúan en Inglaterra. Siendo niño, los Norton se trasladaron a vivir a Bahía Algoa (actual Sudáfrica) donde Joshua pasó su juventud hasta que fallecieron sus padres y, con el dinero de la herencia, compró un pasaje en el buque Franzika con destino a San Francisco donde llegó en diciembre de 1849.

A mediados del siglo XIX, el joven empresario demostró una gran sagacidad para los negocios inmobiliarios, de modo que, en 1853, ya se le calculaba un patrimonio cercano al cuarto de millón de dólares; pero aquel dinero desapareció con una mala decisión estratégica, al proponerse acaparar todo el arroz que llegaba a la ciudad para enriquecerse con su monopolio. La llegada de más cereal procedente de Iberoamérica lo arruinó, pasó a deber más de 60.000 dólares y el asunto acabó en los tribunales, afectando seriamente a su equilibrio mental. Tras un año sabático, fuera de la ciudad californiana, regresó obsesionado con la idea de reinar sobre toda la nación, de modo que el 17 de septiembre de 1859 publicó el siguiente bando:

Dan Barrett | Norton I (2009)
A petición y por deseo perentorio de una gran mayoría de los ciudadanos de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton, antes de Bahía Algoa (Cabo de Buena Esperanza), y desde hace 9 años y 10 meses de San Francisco (California), me declaro y autoproclamo emperador de estos Estados Unidos; y en virtud de la autoridad de tal modo investida en mí, por este medio ordeno a los representantes de los diferentes Estados de la Unión a constituirse en Asamblea en la Sala de Conciertos de esta ciudad, el primer día de febrero próximo, donde se realizarán tales modificaciones en las leyes existentes de la Unión como para mitigar los males bajo los cuales el país está trabajando, y de tal modo justificar la confianza que existe, tanto en el país como en el extranjero, en nuestra estabilidad e integridad. Norton I, Emperador de los Estados Unidos.

Y, como nuevo soberano, comenzó a reinar con fama de ser justo y honesto; entre otros decretos, ordenó un alto el fuego en la Guerra de Secesión, implantó un nuevo sistema de impuestos, abolió la Cámara del Congreso federal, disolvió los partidos Demócrata y Republicano, estableció un régimen absolutista, prohibió los conflictos motivados por luchas de religión, ordenó las construcción de un pabellón para atender mejor a los inmigrantes, pidió a todas las naciones del mundo que se unieran e incluso anticipó la necesidad de construir un puente que uniera San Francisco con Oakland sobre la bahía.

Su buena fama llegó al extremo de que, en 1867, fue arrestado para que se sometiera a un tratamiento por su enfermedad mental y el Jefe de Policía lo dejó libre y emitió el siguiente comunicado: [Norton I] no derramó sangre, no robó a nadie ni ha dilapidado el país. Lo que no puede decirse de la mayoría de sus colegas (He had shed no blood; robbed no one; and despoiled no country; which is more than can be said of his fellows in that line). Falleció el 8 de enero de 1880, víctima de una apoplejía y, por su capilla ardiente pasaron más de 10.000 personas dando muestra del cariño que le profesaron sus vecinos.

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