viernes, 2 de julio de 2021

El caso de la «Prueba de Uhlenhuth» que condenó al «Monstruo de Rügen»

A comienzos del siglo XX, el patólogo austriaco Karl Landsteiner (1868-1943) comprobó que si combinaba la sangre extraída de diversas personas, algunas mezclas resultaban compatibles entre sí pero otras no; asimismo, descubrió que existían diferentes grupos sanguíneos en un estudio que posteriormente desarrolló su discípulo Adriano Sturli (1873-1964), concluyendo que existían cuatro tipos: A, B, 0 y AB. Al mismo tiempo, en 1901, el biólogo alemán Paul Uhlenhuth (1870-1957) aprendió que si inyectaba proteína de un huevo de gallina en un conejo y luego mezclaba suero de conejo con clara de huevo, las proteínas del huevo se separaban del líquido para formar una precipitina. A medida que avanzaba, descubrió que la sangre de cada animal tenía su propia proteína característica y luego, después de inyectar células humanas en el conejo, se dio cuenta de que la prueba también era aplicable a los humanos. Esta fue una buena noticia para las fuerzas del orden, porque los sospechosos de delitos a menudo afirmaban que la sangre en su ropa era de animales, y hasta ahora sus historias no podían ser cuestionadas científicamente. Con la prueba de la precipitina, esos días parecían haber terminado. Para estar seguro de este resultado, un médico forense le pidió a Uhlenhuth que analizara algunas manchas de sangre seca de animales y humanos, y los resultados demostraron que la prueba era confiable [1]; es decir, hubo que esperar a 1901 para que un científico alemán llamado Paul Theodor Uhlenhuth (…) desarrollara una prueba eficaz para identificar la sangre humana. Los fundamentos básicos de dicha prueba se utilizan todavía hoy en la policía [2]. Aquella «Prueba de Uhlenhuth» se empleó por primera vez para demostrar la culpabilidad del «Monstruo de Rügen».

Sucedió la tarde del 9 de septiembre de 1898 en Lechtingen (Alemania) (…) Jadwiga Heidemann esperaba que su hija de siete años regresara de la escuela. Cuando Hannelore no llegó como se esperaba, Jadwiga se acercó a ver a su vecino, Irmgard Langmeier, cuya hija, Else, era un año mayor. Las dos niñas solían jugar juntas. Pero Irmgard tampoco había visto a Else, así que ambos se pusieron en contacto con la escuela. Para desesperación suya, ninguna de las dos había sido vista ese día. Alertaron a amigos y familiares, y reclutaron a tantas personas como pudieron para buscar en los bosques circundantes. Estuvieron así el resto del día, sin resultado. Ninguno de los amigos de las niñas las había visto. Después, al atardecer, un investigador se encontró con lo que parecían las extremidades desmembradas de una niña esparcidas por el suelo. Por la ropa y los efectos personales en el suelo cercano, Jadwiga identificó los restos de su hija. Estaba consternada. Irmgard mantuvo la esperanza, ya que su hija no estaba en el área inmediata; sin embargo, la niña aún no había regresado a casa, por lo que la búsqueda continuó. Una hora más tarde, cuando ya casi estaba demasiado oscuro para seguir buscando más, la encontraron en una condición igualmente brutal, escondida más profundamente en el bosque entre unos arbustos. Así comienza el capítulo “Secrets in Blood” que la profesora estadounidense de Psicología Forense Katherine Ramsland dedica al asesino alemán Ludwig Tessnow (1872-1939) [3].

Tras los brutales crímenes de las dos niñas de Lechtingen, la sociedad alemana volvió a verse conmocionada por otros dos nuevos asesinatos, esta vez en la localidad de Göhren, situada en Rügen, la mayor isla de Alemania en el Mar Báltico –en aquel momento, sin conexión directa con el continente– un lugar muy apreciado por los turistas que buscaban descanso.

El 1 de julio de 1901, un domingo. Peter Stubbe, de seis años, y su hermano mayor, Hermann, de ocho, habían ido al bosque a jugar. Nadie se preocupó porque aquella bonita isla se consideraba segura y los niños jugaban a menudo en el bosque. Pero cuando no regresaron a cenar, sus padres se preocuparon. Miraron alrededor pero no vieron señales de sus hijos, por lo que solicitaron la ayuda de los vecinos. Estaba oscureciendo y empezaron a temer que Peter y Hermann se hubieran perdido en el bosque. Al anochecer, el grupo de búsqueda tuvo que encender antorchas para continuar. Todos gritaron los nombres de los niños, con la esperanza de verlos aparecer (…) pero sus voces no se escucharon. La búsqueda continuó toda la noche. Cuando la primera luz del día alcanzó el bosque y los cansados buscadores estaban a punto de perder la esperanza, un hombre se encontró con los cuerpos. Eran los chicos, ambos asesinados. Yacían juntos en unos arbustos y estaba claro que su asesino les había aplastado el cráneo con una piedra. Más grotesco, les había desgarrado o cortado los brazos y las piernas, e incluso le había quitado el corazón al chico mayor, quitándoselo. Las extremidades estaban esparcidas por el área. Esta escena se parecía a un incidente que había ocurrido en la zona apenas tres semanas antes. Un granjero afirmó que había encontrado siete de sus ovejas sacrificadas, despedazadas y destripadas. Llegó a tiempo para ver a un hombre que huía y, aunque no reconoció a la persona, creyó que podría identificarlo si lo volvía a ver. La mutilación de ovejas aún no se había resuelto [4].

Algunos vecinos de la isla de Rügen testificaron que habían visto al carpintero de la localidad hablando con los jóvenes. Era un hombre con fama de huraño que solía desaparecer durante largas temporadas. Cuando la policía fue a interrogarlo, Ludwig Tessnow estaba tendiendo la colada pero la ropa, aún húmeda, mostraba unas sospechosas manchas que él identificó con los tintes que empleaba en su trabajo. Aunque otro testigo también lo reconoció como el hombre que había visto huir del lugar donde sacrificó a las ovejas, la policía tuvo que liberarlo por falta de pruebas.

Un magistrado local, Johann-Klaus Schmidt, recordó el caso de las dos niñas que fueron asesinadas y desmembradas en el bosque de una aldea no muy lejana. Se puso en contacto con los funcionarios y averiguó que el nombre de su principal sospechoso, que después abandonó el pueblo, era Ludwig Tessnow. (…) Schmidt expuso las circunstancias del caso al fiscal, Ernst Hubschmann, que había leído el artículo recién publicado por Paul Uhlenhuth, "Un método para investigar diferentes tipos de sangre", por lo que se dirigió a él pidiéndole que examinara las manchas en la ropa de Tessnow [5].

Apenas cuatro días más tarde, el biólogo Uhlenhuth aplicó su prueba a las manchas de sangre halladas en la carpintería y el resultado no dejó lugar a dudas: junto al tinte había muestras tanto de sangre humana –que coincidían con las encontradas en la piedra que se empleó para golpear el cráneo de los muchachos– como de animal –que pudo identificar que procedía de ovejas–. Basándose en aquellas evidencias Tessnow fue acusado, entre otros cargos, del doble asesinato en el juicio que se celebró en la cercana ciudad prusiana de Greifswald (Pomerania Occidental), en 1902; a pesar de que el informe pericial elaborado por el psiquiatra alemán Alexander Westphal (1863-1941) ponía en duda la capacidad del carpintero para comprender los hechos que él negó durante el proceso porque no era de esa clase de hombres [6] al sufrir ataques epilépticos.

El juicio concluyó con una pena capital que se confirmó en la apelación ante el Tribunal Imperial de Alemania [Reichsgericht], ubicado en Leipzig, siendo condenado a morir guillotinado en la prisión de Greifswald, en 1904, pero, en contra de lo que suele afirmarse, Tessnow nunca llegó a ser ejecutado... en aquel momento.

Los profesores Jan Armbruster y Kathleen Haack han investigado qué ocurrió con el «Monstruo de Rügen», demostrando que fue internado en dos prisiones de la actual Polonia (que entonces aún pertenecía a Prusia) –Naugard (Nowogard) y Graudenz (Grudziądz)– y en el Sanatorio Provincial de Stralsund (actual Alemania), donde logró sobrevivir hasta 1939, en los albores de la II Guerra Mundial, cuando fue fusilado en la campaña sistemática de exterminio llevada a cabo por los nazis, Aktion T4, en la que se calcula que acabaron con la vida de más de 70.000 enfermos mentales y ancianos. Sus restos fueron enterrados de forma anónima en más de 30 fosas comunes en los bosques de Groß-Piasnitz (hoy Wielka Piaśnica, Polonia) [7].

Citas: [1] RAMSLAND, K. The Devil's Dozen. How cutting-edge forensics took down 12 notorious serial killers. Nueva York: Berkley, 2009, p. 52. [2] GRAY, D. Mapas del crimen. Regreso a los lugares del crimen. Madrid: Siruela, 2020, p. 16. [3] RAMSLAND, K. Ob. cit., pp. 43 y 44. [4] Ob. cit., pp. 53 y 54. [5] Ob. cit., p. 55. [6] WILSON, C. A Plague of Murder. Londres: Constable & Robinson, 1995. [7] Armbruster, J. & Haack, K. “Das Todesurteil gegen den Kindermörder Ludwig Tessnow (1872–1939) und das Ringen von Jurisprudenz und Psychiatrie bei der Beurteilung seiner Zurechnungsfähigkeit”. En: DGGN [Deutsche Gesellschaft für Geschichte der Nervenheilkunde], 2015, nº 21, pp. 440 y 441. Pinacografía: Luc Tuymans | Bloodstains (1993). René Magritte | The voice of blood (1948).

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