viernes, 6 de octubre de 2017

«Italia criminale» (II): el juicio de Artemisia Gentileschi

En 1603, el pintor Giovanni Baglione acusó de difamación a Michelangelo Merisi, El Caravaggio, y a algunos de sus seguidores; los llamados caravaggescos, en referencia a sus alumnos: el arquitecto Onorio Lunghi y los pintores Filippo Trisegni y Orazio Gentileschi. Según el denunciante, habían difundido unos versos satíricos en su contra porque Michele y sus amigos estaban celosos del éxito que él había tenido con su cuadro sobre la Resurrección. Aquel proceso levantó ampollas en la sociedad romana cuando el Caravaggio aprovechó la instrucción del caso para despacharse a gusto contra otros pintores de la época, distinguiendo a los que saben hacer bien su arte de los que no tengo por buenos. Uno de aquellos artistas que se sentó con él en en el banquillo, el toscano Gentileschi, había desarrollado su carrera en Génova, París y Londres, especializándose en dibujar quadraturas (trampantojos con los que se daban falsas perspectivas arquitectónicas a los techos de los salones) junto a otro pintor, su amigo y colega [1] Agostino Tassi. De aquella amistad acabó surgiendo un nuevo proceso judicial en Roma, en 1612.

Tassi –el hombre más infame del mundo, según el propio Orazio–mantenía una relación con su cuñada (por la que había sido juzgado acusado de incesto) mientras seguía casado con una mujer a la que intentó matar; al tiempo que violó en reiteradas ocasiones a Artemisia, la hija mayor de su compañero Gentileschi, a la que daba clases de perspectiva. La joven de 15 años –que desconocía la vida familiar de su violador– soportó el acoso hasta que comprendió que su promesa de contraer matrimonio era falsa: él ya estaba casado y la bigamia constituía delito [2]. Sin embargo, Artemisia no lo denunció inmediatamente porque, según expuso en el juicio, confiaba en contraer matrimonio con él (…) fue sólo cuando Tassi faltó a su promesa de matrimonio (…) cuando sería acusado por Orazio Gentileschi de la violación de su hija [1].

Yael y Sísara (1620)

El juicio por estupro fue un largo proceso muy traumático para todos: Orazio tuvo miedo de que el escándalo perjudicara su carrera como pintor; su hija soportó todo tipo de vejaciones (una comadrona comprobó que el agresor le había roto el himen y la guardia pontificia la torturó, apretándole los dedos, para verificar su declaración, con el denominado método de la sibila) y, lo peor, asumir el desprecio de su padre, más preocupado por su fama que por ella; incluso Olimpia Tassi, hermana del violador, acabó testificando contra él y a favor de la víctima [2].

(…) Si no hubiera sido por esa prueba espantosa, no habría podido saber de lo que yo era capaz –la profesora de la UNED, Ara de Haro, ha recreado en primera persona lo que debió de sentir entonces la pintora romana– (…) cuando me ofrecieron pasar por la prueba de la sibila la acogí con una especie de alegría loca, de frenesí. Ansiaba la tortura como un desquite final hacia mis jueces, una venganza contra Agostino, contra mi padre, y una prueba definitiva para los demás (…). Pasaron la cuerda en torno a mis dedos y le grité a Agostino con todo mi alma: Éstos son los anillos de boda que me prometiste (…). Mientras el verdugo apretaba las cuerdas y sentía un dolor agudo en las manos (…): Es la verdad, la verdad, la verdad, lo que he dicho es la verdad. Cuando al fin los jueces no pudieron dudar ya de mi palabra y me desatron vi las marcas de sangre entre mis dedos y comprendí que podía haberlo perdido todo. Mis manos, la pintura… mi único talento [3].

Finalmente, el tribunal declaró la inocencia de la joven y Tassi fue condenado a ocho meses de prisión y cinco años de destierro fuera de los Estados Pontificios, pero tanto la violación cono el juicio marcan la vida y la pintura de la Gentileschi; resultando imprescindible interpretar algunas de sus obras desde esta perspectiva. Hechos tan lamentables no enseñaron a pintar a Artemisia, sino, al contrario, la pintura le dio la posibilidad de representarlos en algún sentido y, sobre todo, de expresar sentimientos y sensaciones ligados a ellos [1]. Como sucede con la heroína judía Judit decapitando a Holofernes, de 1612 (cuadro inferior) o a Yael a punto de atravesar el cráneo de Sísara con un clavo, de 1620 (superior).

Judit decapitando a Holofernes (1612)

Para recuperar su honra, según las costumbres de la época, Artemisia se casó con el paisajista Pierantonio Stiattesi, pero aquel matrimonio tampoco le fue bien; poco después se separaron y, sin importarle los comentarios de los demás, acabó yéndose a vivir con su padrino. Fue una de las pocas mujeres de aquel tiempo que llegó a triunfar con sus lienzos y la primera que ingresó en la Academia de las Artes de Florencia. Con el paso de los siglos, la obra de Artemisia Gentileschi (Roma, 1593 – Nápoles, 1652) –y, sobre todo, su dramática biografía– ha sido muy reivindicada por algunos colectivos feministas que ven en sus lienzos la imagen de unas mujeres independientes, con una extraordinaria fortaleza y determinación.

Citas: [1] PÉREZ CARREÑO, F. Artemisia Gentileschi. Madrid: Historia 16, 1993, p. 38. [2] PÉREZ VAQUERO, C. Las malas artes: crimen y pintura. Madrid: ePraxis/Wolters Kluwer/SECCIF, 2012, p. 29. [3] DE HARO, A. La luna de Artemisia. Valladolid: Fuente de la Fama, 2011, pp. 69 y 70.

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