viernes, 13 de octubre de 2023

El origen de las Conferencias del «Movimiento Pugwash»

Tras el fin de la II Guerra Mundial, las delegaciones de cincuenta países se reunieron en la Ópera de San Francisco (California, EE.UU.) en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional. Como resultado, el 25 de junio de 1945, los asistentes aprobaron por unanimidad la Carta de las Naciones Unidas que entró en vigor el 24 de octubre de 1945, de acuerdo con el párrafo 3 de su Art. 110. Al año siguiente, los 51 Estados Miembros fundadores (incluyendo ya a Polonia) celebraron el primer periodo de sesiones de la Asamblea General (1946-1947) en el Central Hall de Westminster [Londres (Reino Unido)] y adoptaron su primera resolución, la A/RES/1(I), de 24 de enero de 1946 titulada: Creación de una Comisión que se encargue de estudiar los problemas surgidos con motivo del descubrimiento de la energía atómica, con cuatro objetivos: fomentar entre todas las naciones el canje de informes científicos fundamentales, destinados a fines pacíficos; regular la energía atómica hasta donde sea necesario para garantizar su empleo únicamente para fines pacíficos; eliminar las armas atómicas de los armamentos nacionales; y proteger eficazmente, mediante inspecciones y por otros medios, a los países que respeten sus compromisos, contra los riesgos de violaciones y evasiones; es decir, la primera resolución que aprobó la ONU en toda su historia se dedicó, precisamente, a estudiar los riesgos de la carrera atómica, lo que demuestra la trascendencia de este debate a mediados del siglo XX.

En ese momento se produjo una novedad histórica -como recuerdan los ensayistas Jesús Martín Ramírez y Antonio Fernández-Rañada- la humanidad se hizo técnicamente capaz de autodestruirse, acabando con la vida civilizada en el planeta. No ya poco a poco, tras una serie de guerras y malgobiernos que coincidiesen con epidemias, sequías o diluvios, sino en pocos días, por el efecto instantáneo de la estupidez: en un holocausto nuclear [1].

Ese miedo a que las superpotencias pulsaran el botón rojo y aniquilaran cualquier signo de vida sobre la faz de La Tierra se vivió de un modo muy intenso entre la comunidad científica. Según la profesora Bürgin [sic]: (…) En el siglo XX, la influencia recíproca entre la ciencia  y la política exterior fue particularmente intensa durante y después de las dos guerras mundiales, especialmente en relación con la invención y producción de armas químicas, biológicas y nucleares. Durante la Guerra Fría la ciencia seguía desempeñando un papel importante en la política internacional y fue cuando la ciencia se trasladó a la escena multilateral con el objetivo de contribuir a establecer o restablecer relaciones internacionales pacíficas. Estrechamente relacionado con la carrera armamentística nuclear entre principalmente los dos poderes internacionales de la época [la Unión Soviética y Estados Unidos], científicos famosos como Albert Einstein y Bertrand Rusell llamaron a la comunidad internacional científica de promover el conocimiento sobre armas nucleares y de sus efectos devastadores en un sentido educativo, y gracias a ello se celebró una primera conferencia en Pugwash [Canadá] en el año 1957, en la que se reunieron científicos de todo el mundo incluso científicos estadounidenses, rusos y chinos. El papel de las Conferencias Pugwash ha sido clave en la elaboración y ratificación del Tratado de No Proliferación Nuclear, adoptado en el año 1968, y la labor del movimiento Pugwash fue reconocido con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz en el año 1995 [2].


Por alusiones, el Comité noruego otorgó ese galardón conjuntamente al físico Joseph Rotblat y a las Conferencias Pugwash de Ciencia y Asuntos Internacionales [Pugwash Conferences on Science and World Affairs], que presidía Rotblat, por sus esfuerzos para disminuir el papel desempeñado por las armas nucleares en la política internacional y, a largo plazo, eliminarlas; justo en el cincuentenario del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki (Japón). Y en cuanto al mencionado Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, hecho en Londres, Moscú y Washington el 1 de julio de 1968 -entró en vigor, con carácter general, el 5 de marzo de 1970, y el 5 de noviembre de 1987 para España- el Art. IV se refiere al compromiso de todas las partes del acuerdo de facilitar el más amplio intercambio posible de equipo, materiales e información científica y tecnológica para los usos pacíficos de la energía nuclear y [que, asimismo] tienen el derecho de participar en ese intercambio.

En cuanto a Albert Einstein y Bertrand Rusell, el «Manifiesto Russell-Einstein» fue una breve declaración que el filósofo y escritor británico (1872-1970) redactó, a partir de un discurso que pronunció en la BBC en la Navidad de 1954; para lograr una mayor repercusión propuso a las más eminentes autoridades científicas del mundo  que lo firmasen, entre ellos, el insigne físico de origen alemán (1879-1955) que falleció apenas dos días después de ratificarlo por lo que se le rindió homenaje incluyendo su apellido en el documento cuando se presentó en rueda de prensa en Londres el 9 de julio de 1955. El texto, dirigido a los Jefes de Estado mundiales, comenzaba afirmando que: En la trágica situación a la que se enfrenta la humanidad, creemos que los científicos deberían reunirse en conferencia para valorar los peligros que resultan del desarrollo de armas de destrucción masiva… [1].


Uno de los científicos que firmaron aquel Manifiesto fue el físico británico de origen polaco Joseph Rotblat (1908-2005) al que Russell le pidió que presidiera la Conferencia General de Científicos que debería haberse celebrado en Nueva Delhi (India) en enero de 1957, pero la crisis del canal de Suez tensó la situación mundial y el evento tuvo que buscar una nueva sede alternativa. Un magnate industrial canadiense llamado Cyrus Eaton [1883-1979] ofreció hacerse cargo de todos los gastos de la conferencia, con la condición de que se celebrase en su ciudad natal, que estaba en la costa atlántica, en Nueva Escocia [Canadá], y se llamaba Pugwash. (…) la invitación fue aceptada y 22 destacados científicos se reunieron allí en julio de 1957. Venían de diez países (…). Los trabajos se concentraron en tres temas: 1) los riesgos asociados a la energía nuclear en la guerra y en la paz, 2) el control de las armas nucleares y 3) la responsabilidad de los científicos. (…) Desde aquel día, Pugwash ha celebrado más de 200 congresos, simposios y talleres [1], dando origen a un movimiento básicamente pacifista y antinuclear [3] que es el resultado de la toma de conciencia sobre el deber moral y social que tienen los científicos de intentar evitar y superar los efectos reales y perjudiciales de los avances científicos y tecnológicos, así como de fomentar la aplicación de la ciencia y la tecnología en pro de la paz [4].

Citas: [1] MARTÍN RAMÍREZ, J. & FERNÁNDEZ-RAÑADA, A. De la Agresión a la Guerra Nuclear: Rotbat, Pugwash y la Paz. Oviedo: Ediciones Nobel, 1996, pp. 15, 256 y 423. [2] BÜRGIN, A. C. “La diplomacia científica en los espacios marítimos europeos”. En: SOBRINO HEREDIA, J. M. & OANTA, G. A. La construcción jurídica de un espacio marítimo común europeo. Barcelona: J. M. Bosch, 2020, p. 43. [3] OTERO RUIZ, E. La medicina nuclear.  Bogotá: Academia Nacional de Medicina, 2002, p. 93. [4] HEFFERMEHL, F. S. Construir la paz. Madrid: Icaria, 2003, p. 159.

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