La benjamina de los siete hijos que tuvo el matrimonio del contratista Juan Manuel Hidalgo Pauta y la costurera Carmen Navarro del Castillo nació en Loja (Ecuador), el 25 de septiembre de 1889 (aunque fue registrada el 29, cuatro días más tarde, como era costumbre en aquella época), poco después de que su padre falleciera. Al ser hija póstuma, su hermano mayor, el músico y compositor Antonio Hidalgo Navarro, se encargó de la educación de Matilde durante su infancia, fomentando su curiosidad intelectual para que adquiriese una amplia cultura al tiempo que concluía sus estudios de primaria en la escuela femenina de “La Inmaculada” –la mayor graduación a la que, por aquel entonces, podía aspirar una mujer– donde destacó por sus brillantes calificaciones y por la ayuda que prestó a las monjas en la enfermería del cercano Hospital de la Caridad, lo que despertó su temprana vocación por la Medicina. Apoyada por el entorno liberal de su familia se planteó el reto de seguir estudiando y, contra la costumbre y sin que hubiera precedentes, logró ser admitida en el colegio masculino de secundaria “Bernando Valdivieso”, concluyendo su bachillerato en 1913.
Al año siguiente, de acuerdo con el testimonio de su sobrina bisnieta, la profesora Jodie Padilla Lozano: (…) En 1914 ingresa a la facultad de medicina de la Universidad del Azuay [en Cuenca], luego de haber sido rechazada por la Universidad Central de Quito por ser mujer y en 1919 se convierte en la primera licenciada en medicina. Más tarde, en 1921 alcanza su meta anhelada, la de convertirse en la primera médica graduada en el Ecuador, ahora si en la Universidad Central de Quito que años antes le cerró las puertas como acto de justicia y de reconocimiento a la notable perseverancia de Matilde.
En la nochebuena de 1923, la Dra. Hidalgo se casó con el abogado y primer presidente de la Corte Superior de Justicia de Machala, Fernando Procel Lafebre (1893-1973) –compañero del “Valdivielso” lojano– con el que tuvo dos hijos (Fernando Lenin y Gonzalo Enrique); de ahí que también sea conocida por su nombre de casada: Matilde Hidalgo de Procel (Prócel, según otras fuentes).
Sorprendentemente –continúa narrando su descendiente– ella no estaba sola, no sólo contó con el apoyo de su familia, sino que al igual que ella, mujeres valientes y de aventajada condición intelectual desafiaban simultáneamente el machismo del siglo XX en sus países natales, sin siquiera imaginarse que se convertirían en figuras emblemáticas del movimiento feminista de la región. No es hasta el año 1924 en que Matilde hace su mayor aporte a la causa; en ese año se abren los registros de empadronamiento para las elecciones de senadores y diputados, por lo que el 10 de mayo Matilde pide ser registrada para votar. Su solicitud es denegada en primera instancia pero por su insistencia al indicar que las leyes no se lo impedían logra su cometido, convirtiéndose en la primera mujer en América Latina en ejercer su derecho al sufragio. Su caso fue llevado a consulta al Parlamento y Consejo de Estado, siendo el 9 de junio (…), cuando se reconoce finalmente a la mujer como ciudadana con derecho a participar en los comicios nacionales, siendo Ecuador el primer país de América Latina en aprobar el sufragio femenino para una elección nacional.
A partir de ese momento Matilde estuvo involucrada en la palestra pública, fue la primera mujer en postularse para un cargo de elección popular, con lo que logró ser designada como la Primera Congresista del Ecuador en 1941. Poeta, profesional, maestra, política, funcionaria pública, esposa y madre (…) fue una auténtica visionaria del rol de la mujer moderna… de la mujer latinoamericana (*). Falleció en Guayaquil el 20 de febrero de 1974.
El 9 de junio de 1924, el Consejo de Estado ecuatoriano, presidido por el liberal Francisco Ochoa Ortiz (1887-1972), dictaminó –gracias a la perseverancia de la Dra. Hidalgo– que legalmente no existía ninguna prohibición para que las mujeres pudieran inscribirse en los censos electorales y ejercer su derecho al voto. Estableciendo la primicia para que cinco años después se abriera un debate público y con mayoría liberal se garantice constitucionalmente el sufragio femenino [GARCÍA YÉPEZ, N. F. “Violencia de género con enfoque a la prevención”. En: AA.VV. Políticas públicas en defensa de la inclusión, la diversidad y el género. Salamanca: USAL, 2020, p. 406]. De ahí que, más al Sur, los uruguayos consideren que el plebiscito de Cerro Chato, que se celebró el 3 de julio de 1927, fuese la primera vez que las mujeres sudamericanas pudieron ejercer, realmente, el sufragio activo en el continente.
En 2019, google le dedicó un "doodle" |
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