lunes, 26 de octubre de 2020

Las máscaras de justicia «Ikwara»

Desde 2006, el Musée du Quai Branly - Jacques Chirac reúne más de 370.000 piezas procedentes de África, Oriente Medio, Asia, Oceanía y América que anteriormente se exponían en otros museos centenarios de París con el fin de mostrar la riqueza y la diversidad cultural de las civilizaciones extraeuropeas, desde el neolítico hasta el siglo XX. Entre sus obras destaca la amplia colección de máscaras que incluye algunas esculturas antropomórficas procedente del pueblo Punu (Gabón) talladas en el siglo XIX. El museo parisino describe una de ellas así: Máscara tallada en madera clara. La cara está coronada con un intrincado peinado, compuesto por cabello trenzado, recogido en dos conchas altas en la parte superior de la cabeza y, sobre cada oreja, en trenzas más planas. La perforación de los ojos es horizontal, los párpados están arrugados. La epidermis está marcada con escarificaciones: queloides en la frente y cicatrices horizontales en las comisuras de los ojos y en las comisuras de la boca. El borde de la base de la máscara forma un collar de madera para sostener la tela para ocultar al usuario de la máscara. Se trata de una «Ikwara» o «iku'ara».


A diferencia de las sus habituales máscaras huecas de elegantes proporciones y color blanco –llamadas Okuyi–, el pueblo Punu solo se ocultaba bajo figuras ennegrecidas que representan un rostro humano para hacer frente a los conflictos y poder impartir justicia, restableciendo el orden de toda la comunidad. El objetivo era amedrentar al infractor con rasgos que mostraran unas facciones violentas y le infundieran temor mediante una ceremonia ritual que solía desarrollarse a partir del anochecer. En opinión del politólogo estadounidense Douglas A. Yates: tanto los magos como los aldeanos utilizaron estas máscaras negras para garantizar su anonimato al seguir, furtivamente, a los sospechosos que hubieran realizado alguna conducta consideraba reprochable por el pueblo [YATES, D.A. Historical Dictionary of Gabon. Londres: Rowman & Littlefield, 2018, p. 53].

NB: si te gustó esta entrada, quizá te interese la que dediqué a la justicia sobrenatural de los fetiches de clavos [nkondi].

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