lunes, 29 de octubre de 2012

La inmoralidad de «Madame Bovary»

En la literatura francesa del siglo XIX, a la época romántica –tan alejada de los problemas cotidianos por su exaltación de la sensibilidad [representada por autores como Víctor Hugo (Nuestra Señora de París), Alexandre Dumas (Los tres mosqueteros) o Prosper Mérimeé (Carmen)]– le siguió un movimiento de signo contrario, el realismo, que puso su énfasis en las costumbres y en el comportamiento de los hombres [Honoré de Balzac (Comedia humana), Stendhal (La cartuja de Parma) y el protagonista de este in albis, el autor de Madame Bovary]. Gustave Flaubert (Ruán, 1821 – Croisset, 1880) abandonó sus estudios de Derecho para convertirse en un concienzudo escritor, poco prolífico por su minuciosidad a la hora de retratar el aspecto psicológico de sus personajes. En 1856 comenzó a publicar su obra cumbre, Madame Bovary, en tres entregas sucesivas que se distribuyeron mensualmente con una revista parisina: La Revue de Paris. Un año más tarde se editó el libro.

Tras cinco años de rigurosas correcciones y relecturas, el público pudo disfrutar la historia de Emma, una bella joven de provincias, ensimismada con las novelas románticas que se casó con un médico rural viudo, Charles Bovary, pensando que el matrimonio sería como sus idílicas fantasías hasta que el aburrimiento y la rutina de su nueva vida doméstica la llevaron a enfermar, desilusionada porque ya no tenía nada que aprender, ni le quedaba nada por experimentar. El matrimonio se trasladó de Tostes a Yonville, tuvieron una hija, conocieron a la burguesía local… pero aquello no era lo que Emma había soñado y comenzó a relacionarse con otros hombres, como Rodolphe Boulanger y Léon Dipuis, y a contraer deudas con un comerciante sin escrúpulos que acabarán arruinando a la familia. Decepcionada al sentirse sola y abandonada por sus amantes, Emma se suicida con arsénico. Charles descubrirá las infidelidades de su mujer al leer una de las cartas que le enviaban y morirá poco después de que le embarguen la casa para hacer frente a los pagarés que debía Madame Bovary.

Fernando Vicente | Madame Bovary (2011)

Durante el reinado de Luis Napoleón III, su abogado imperial, Ernest Pinard, acusó a Fleubert y a su editor de outrage à la morale publique et religieuse et aux bonnes moeurs por glorificar el adulterio con aquella historia de indecencia y obscenidad que ofendía a la moral pública (en especial, por un pasaje en el que Emma vive su pasión con Léon, dando vueltas por Ruán en un carruaje). El juicio se celebró en la sala de audiencias del Tribunal Correccional de París del 31 de enero al 7 de febrero de 1857 y, finalmente, el homme de lettres fue simplemente amonestado pero absuelto, gracias a la defensa de su abogado, Antoine Sénard.

Fernando Vicente | Madame Bovary (2011)

Curiosamente, en el verano de aquel mismo año, Pinard volvió a la carga, esta vez, contra el atormentado poeta Charles Baudelaire (París, 1821-1867), por su recopilación Las flores del mal; en este caso, su letrado, Gustave Chaix d´est Ange, no pudo evitar que el 20 de agosto de 1857, el escritor fuese condenado a suprimir seis poemas de su antología y a pagar una multa por ultraje a la moral.

NB: sobre este caso, el abogado Ignacio Bayón recuerda unas palabras que pronunció al respecto el profesor Tierno Galván: (...) a Flaubert no le procesaron el Fiscal ni el Gobierno sino la sociedad burguesa que veía en la protagonista de la novela una oveja negra que atentaba contra sus principios [BAYÓN MARINE, I. "Madame Bovary. Moral frente a libertad". En AA.VV. Grandes abogados, grandes procesos que hicieron historia. Pamplona: Aranzadi, 1997, p. 130].

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