Desde una perspectiva europea, existen pocos lugares en La Tierra que se encuentren tan alejados como Tokelau (Viento del Norte, en polinesio), un remoto archipiélago de islotes y atolones situado en medio de la cuenca central del Océano Pacífico que, administrativamente, depende de la “vecina” Nueva Zelanda. En el ámbito internacional, sin embargo, este pequeño territorio, que no alcanza ni los 1.500 habitantes, es conocido por dos curiosidades: de una parte, que el dominio gratuito tokelauano “.tk” es una de las direcciones de internet que ocasiona más problemas en todo el mundo; y, por otra, que en estas islas, desde un punto de vista legal, no existió el 30 de diciembre de 2011. La explicación de este suceso –que también ocurrió en la cercana isla de Samoa– responde a su ubicación geográfica al Oeste de la Polinesia.
Cada fin de año, una de las imágenes más recurrentes que vemos en televisión son los fuegos artificiales iluminando la silueta de la Ópera y el Puente del Puerto en la bahía de Sidney (Australia) o el rascacielos Taipéi 101 en la capital taiwanesa, para anunciar que en aquellos lugares ya cruzaron el umbral de la nochevieja y entraron al año nuevo, mientras que en el resto del mundo aún tendremos que esperar algunas horas para festejarlo.
Esto sucede porque existe una línea internacional de cambio de fecha (la International Dateline) que divide al mundo por las antípodas del meridiano 0 de Greenwich (Inglaterra) donde se estableció la referencia para fijar los husos horarios del planeta [lo que se denomina UTC (Universal Time Coordinated o Tiempo Universal Coordinado); de modo que la España peninsular se encuentra en UTC +1, mientras que las Islas Canarias o Portugal mantienen el mismo horario de aquella localidad inglesa]. Su “antimeridiano” se corresponde con la longitud 180º que discurre desde el estrecho de Béring, que separa Alaska de Siberia, hasta llegar a la Antártida, dividiendo el planeta en dos hemisferios: occidental y oriental; conformando la línea imaginaria que separa el “hoy” del “mañana”. Fue una idea que propuso el ingeniero escocés-canadiense Sandford Fleming en 1879 pero, como sucedió con la Línea Karman que marcó la frontera entre la atmósfera y el espacio exterior, se trata de una costumbre que acabó siendo universalmente aceptada pero sin que exista ningún tratado internacional de la ONU que lo regule de forma expresa.
El problema que conlleva esta forma de estandarizar el tiempo es que algunos gobiernos lo han modificado de modo que, hoy en día, la línea de cambio de fecha ya no recorre, en sentido estricto, el trazado del meridiano 180º sino que zigzaguea por medio del Pacífico. Si Tokelau la modificó vía decreto, Samoa aprobó una ley –la International Date Line Act, de 2011– por la que los samoanos perdieron un día de sus vidas, como señaló la exposición de motivos de esta norma, de modo que tras la medianoche del jueves, 29 de diciembre de 2011, pasaron directamente a la madrugada del sábado 31 de diciembre de 2011 y, legalmente, desapareció aquel viernes 30 de diciembre de 2011. La razón última estriba en que estos territorios se encuentran más próximos a Asia y al resto de Oceanía que a América, de forma que a sus gobiernos les interesa despertarse al mismo tiempo que Australia, Japón o Nueva Zelanda (como señaló, muy gráficamente, un político samoano: no se puede hacer negocios con los australianos si, cuando en Sidney están trabajando un lunes, en Samoa aún estamos yendo a la iglesia porque continúa siendo domingo). Estrategia geopolítica, se llama.
La curiosa Ley de Samoa previó diversas consecuencias jurídicas: el día perdido no generó intereses en ningún instrumento de préstamo; los trabajadores tuvieron que cobrar esa jornada laboral como si efectivamente hubieran acudido a sus puestos (el empresario que no abonase ese salario podía ser condenado con multas o pena de hasta tres meses de reclusión); y cualquier mapa debería mostrar la nueva línea internacional de cambio de fecha desplazada al meridiano 171º de longitud oeste. La singular decisión de Samoa y Tokelau de 2011 no ha sido única ni tampoco fue la primera; de hecho, el vecino archipiélago de Kiribati, por ejemplo, ya había desplazado la línea por idénticos motivos en 1995, quitándole a Tonga el privilegio de ser el lugar where time begins, donde comienza el tiempo.
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