miércoles, 30 de abril de 2025

«Los estados e imperios de la luna», de Cyrano de Bergerac

Hasta finales del siglo XIX, gracias a autores franceses como Charles Dassoucy, Charles Nodier, Théophile Gautier, Paul Lacroix [1] y, sobre todo, por la tragicomedia en verso escrita por el dramaturgo Edmond Rostand, el imaginario colectivo se formó la imagen que hoy aún conservamos de Cyrano de Bergerac: (…) un soldado poeta que vive enamorado de su prima Roxanna pero que rehúsa declararle su amor porque está acomplejado por su aspecto físico: una grotesca nariz (…). Es un cadete de la guardia extravagante, arrogante y sentimental; hombre inteligente y  dotado  para  las  ciencias  y  las  artes;  gran  músico,  rimador  ingenioso  y pendenciero ya que continuamente se bate en duelo contra hombres que se mofan de su nariz. (…)  su  prima  Roxanna,  Magdalena Robin, por su parte, está enamorada de Christian, un compañero de Cyrano. A diferencia de él, Christian es guapo pero no es elocuente. Entre los dos acuerdan seducir a Roxana por medio del físico de Christian y del espíritu de Cyrano expresado en las cartas de amor que envían puntualmente a Roxana. La joven cae rendida a sus pies y reconoce que aunque su amor comenzó por el atractivo físico había conseguido enamorarla realmente por su alma [2]. Su obra teatral Cyrano de Bergerac tuvo un gran éxito desde que se estrenó en París en 1897.

Lo más singular y paradójico es que el público suele ignorar que aquel personaje de ficción tan acomplejado -un valiente, generoso y narigudo espadachín gascón [3]- existió en la vida real: se trataba del escritor Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac (1619-1655); el auténtico era hijo de un abogado del parlamento de origen corso, heredero de dos señoríos cerca de la capital [3] que, tras retirarse de la carrera militar, pasó a la posteridad por la obra que terminó en 1650: «El otro mundo o Los estados e imperios de la Luna»; enmarcada en el género utópico como la conocida obra homónima de Tomás Moro (1516) o «La Ciudad del Sol» de Tommaso Campanella (1623). Un texto impío que concluyó cinco años antes de morir y que, en su época, resultó impublicable porque el autor decía claramente y sin rodeos lo que sus maestros y sus correligionarios libertinos no se atrevían a decir abiertamente por temor a las represalias de la doctrina oficial [3]. Por ese motivo, sólo pudo editarse en 1657, al final, revisada y de forma póstuma.


Ese libro, considerado pura herejía, osaba proclamar el movimiento terrestre, cuestionarse la autoridad paterna, criticar la virginidad, posicionarse contra la Biblia y negar la existencia de Dios. (…) Utilizar un viaje a la Luna protagonizado por extraterrestres, máquinas espaciales y selenitas para aprovechar y soltar todas esas lindezas fue un auténtico bombazo [4].

A diferencia de Moro o Campanella -al que alude en diversos pasajes- que estaban movidos por el ideal renacentista de la liberación del individuo [3], Cyrano critica, a veces duramente, todo lo que no emana de las leyes de la naturaleza, todo lo que la sociedad de los hombres ha ido acumulando a despecho del recto juicio de la razón apoyada en los sentidos [3]. Dentro del marco de la historia de las utopías planetarias de la Era Moderna, la presencia de Cyrano de Bergerac merece una doble atención. Primero, porque no podemos ignorar las múltiples transformaciones o mutilaciones que sufrieron sus textos y el interés que esto conlleva. En segundo lugar, porque el devenir histórico se ha encargado de forjar un mito sobre su persona que aún hoy en día despierta ciertas controversias [1].


En su viaje -con una máquina que construí y que imaginaba capaz de elevarme- para dar a conocer a los hombres que la luna es un mundo [5], el erudito autor puso en tela de juicio los ideales de su tiempo para defender que en el Imperio de nuestro satélite -lógicamente, allí opinaban lo contrario: la Tierra no era más que su luna- los gigantes selenitas que andaban a cuatro patas defendían el pacifismo, la equidad, la dignidad, el respeto a la vida y a la diversidad, la solución de los conflictos acudiendo al arbitraje… e incluso debatían si los animales domésticos participaban del privilegio de ser humanos. Y después de regresar a nuestro planeta, el protagonista voló hacia el Sol.

Citas [1] RUIZ GARCÍA, C. “Cyrano de Bergerac y el relato de viajes”. En: Anuario de letras modernas, 2007-2008, vol. 14, nº 0 , p. 71. [2] CAÑAMARES TORRIJOS; C. “Clásicos en el aula: Cyrano”. En: Quaderns de Filologia. Estudis literaris, 2013, vol. XVIII, pp. 101 y 102. [3] HERMÚÑEZ, P. “Apéndice”. En: DE BERGERAC, C El otro mundo. Madrid: Anaya.1987, pp. 174, 176 y 180. [4] PATO, S. Breve historia de la fantasía. Madrid: Nowtilus, 2019, p. 1171. [5] DE BERGERAC, C El otro mundo. Madrid: Anaya.1987, pp. 12, 25, 87 y 100. Pinacografía: ilustraciones de Robida (1910).

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