
El contrato que aún firman los inquilinos, hoy en día, es idéntico al de aquellos primeros artesanos y obreros que ocuparon estas viviendas a comienzos del siglo XVI; es decir, tienen que pagar un alquiler anual de un florín renano (equivalente a unos 0,88 euros) y deben comprometerse a rezar tres veces al día por el alma del fundador y de su familia, incluyendo en sus oraciones un Ave María (lo que conlleva que los inquilinos han de ser católicos).
Fugger –uno de los banqueros más importantes de su tiempo (prestó dinero al emperador Carlos I de España y V de Alemania y a la Santa Sede)– creó una verdadera colonia urbana autosuficiente, con sus propias escuela, iglesia, enfermería, tiendas, jardines… y puertas de acceso al conjunto que diseñó el arquitecto Thomas Krebs, siguiendo una estética gótica. Fue, sin duda, un adelantado para su tiempo al preocuparse de fundar esta barriada para mejorar el nivel de vida de sus convecinos más necesitados. Todo un ejemplo.
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