miércoles, 19 de julio de 2017

El origen del código 10 de la policía

En su novela Identidad desconocida [Barcelona: RBA, 2008, p. 36], la escritora floridana Patricia Cornwell recrea la siguiente conversación por el radiotransmisor de un coche patrulla: Diez-cinco Rene Anderson -dijo Marino-. No sé su número de unidad. Dígale que, si no le molesta, nos haría mucha ilusión que los chicos de la unidad de traslado se pasaran por aquí (...) Radio -añadió luego- si Anderson es un diez-dos, diez-diez, diez-siete o digamos un diez-veintidós, vuelva a llamarme. Un montón de policías conectaron sus micrófonos; era su manera de darle ánimos. Diez-cuatro, Unidad 9 -dijo la operadora.

Gracias a estos diálogos o a los de algunas series de televisión –sobre todo, recuerdo los episodios de la mítica Canción triste de Hill Street [Hill Street Blues]–, el cine negro y algunas canciones –por ejemplo, Convoy, de C. W. McCall– se hicieron muy populares aquellas conversaciones en las que un agente de policía respondía por radio a la centralita con un breve “diez-cuatro” para confirmar que había entendido la orden recibida, alto y claro; decía “diez-nueve” a su interlocutor para que le repitiera el mensaje o alguien le pedía su localización con un “diez-veinte”.

Este código numérico –que en Estados Unidos se conoce con los nombres de 10-code, Ten Signals o Police Code– lo creó Charles Hopper en 1937 mientras dirigía el departamento de comunicaciones de la Policía Estatal de Illinois, en el distrito de Pesotum, al darse cuenta de que los oficiales necesitaban un sistema estandarizado que simplificara sus mensajes por radio con la central de la Comisaría. Posteriormente, la Association of Public Safety Communication Officials (APCO) incorporó este sistema de claves entre los profesionales dedicados al ámbito de la seguridad pública.

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