En el siglo XXI, el tradicional concepto de fotosíntesis ha superado su habitual acepción como función que realiza la clorofila en las plantas [proceso metabólico específico de ciertas células de los organismos autótrofos, por el que –según la RAE– se sintetizan sustancias orgánicas a partir de otras inorgánicas, utilizando la energía luminosa] para convertirse en una nueva técnica de investigación que, literalmente, sintetiza una pluralidad de fotografías realizadas por los testigos de un hecho, gracias a que los medios de grabación se han popularizado entre toda la población. Una de las primeras referencias internacionales a este nuevo significado se encuentra en el informe A/65/321, de 23 de agosto de 2010, que el Relator Especial del Consejo de Derechos Humanos –Philip Alston– redactó para la ONU, centrándose en las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias. Al hablar sobre el uso de las nuevas tecnologías para ayudar a determinar si se produjo o no una presunta violación de los Derechos Humanos, mencionó la fotosíntesis –junto a otras novedosas propuestas; por ejemplo, la inteligencia colectiva, sobre la que volveremos en un próximo in albis– como una de las posibles soluciones a la hora de determinar cómo ocurrió realmente una conducta delictiva.
Esta aplicación –que según Alston: en gran medida está sin explotar– se define del siguiente modo: la fotosíntesis permite que los usuarios creen un modelo en tres dimensiones de una serie de fotografías cargadas en el sitio [web]. Por ejemplo, si varios usuarios tomaron fotos en el lugar de la presunta violación de los Derechos Humanos, las fotos podrían mostrase juntas como una recopilación de numerosas imágenes tomadas desde diferentes perspectivas; esto podría ser un importante instrumento de reunión de pruebas.
Un caso práctico reciente que aplicó esta técnica ocurrió durante el atentado de la maratón de Boston (EE.UU.) que mató a 3 personas e hirió a casi dos centenares el 15 de abril de 2013, cuando el FBI solicitó a los corredores y al público que asistió como espectador que proporcionaran a la policía todas las fotografías y vídeos que hubieran realizado durante la carrera, gracias a lo cual se pudo identificar a los hermanos Tsarnáev que colocaron las mochilas-bomba.
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