lunes, 22 de mayo de 2023

Lancaster: la "capital de la horca"

En la primera mitad del siglo XVIII, (…) jamás había tenido Inglaterra un tan amplio prestigio en Europa. El triunfo de sus armas, la prudencia de su revolución, inspiraban a los demás pueblos un respetuoso deseo de estudiar sus ideas e instituciones; sin embargo (…), con la embriaguez se extiende la violencia, tanto más peligrosa cuanto que no existe policía [Scotland Yard se creó en 1829] y el ejército se encuentra tan reducido, después del Tratado de Utrecht, a 8.000 hombres para toda la Gran Bretaña. En las calles de Londres una banda de jóvenes bribonzuelos, los mohocks, apalean a los viandantes. En los caminos, que son verdaderos pantanos, bandidos a caballo desvalijan a los viajeros [1]. En la misma línea que el novelista francés André Maurois se orienta la crónica negra del “biógrafo” londinense, Peter Ackroyd: Londres siempre ha tenido fama de ser una ciudad violenta; su reputación se remonta hasta sus primeras crónicas escritas. Un ejemplo emblemático de la brutalidad urbana fue la coronación del rey Ricardo I, en 1189, empañada por el asesinato indiscriminado de judíos en la capital; quemaron vivos y trocearon a hombres, mujeres y niños (…) [2].

En ese contexto de violencia -han existido más prisiones en Londres que en cualquier otra ciudad europea [2]- la capital británica solía ser el patíbulo habitual para ejecutar a los reos condenados a muerte, cerca de Paddington -como le sucedió al aristócrata Thomas Fiennes- en el célebre árbol de Tyburn que Ackroyd describe así: El lugar se conocía como el Triple Árbol porque el patíbulo formaba un triángulo y tenía tres postes que servían de puntos de apoyo. Cada una de las tres vigas podía aguantar a unas ocho personas (…) de manera que era posible colgar a veinticuatro víctimas al mismo tiempo. El "día de las ejecuciones" era el lunes [2]; recordemos que el ahorcamiento era el método más habitual para ejecutar la pena capital en Gran Bretaña, del mismo modo que la guillotina lo era en Francia, la inyección letal en EE.UU. o el garrote vil en España.

Pero, con permiso del juzgado de lo penal londinense del Old Bailey, una ciudad del condado de Lancashire, al Noroeste de Inglaterra, se ganó el sobrenombre de “hanging town” por el número de condenados que llegaron a ser ahorcados en ella.

Según los datos que ha recopilado el portal Capital Punishment U.K. (*), Lancaster se ganó el sobrenombre de “capital de la horca”, en especial, ya entrado el siglo XIX. A partir del 19 de abril de 1800, las ejecuciones que, hasta ese momento, se habían llevado a cabo a las afueras de la ciudad, en Gallow´s Hill -como sucedió con el célebre proceso a las nueve brujas de Pendle, colgadas el 18 y 19 de agosto de 1612- pasaron a celebrarse en el exterior de su fortaleza, la histórica HMP [Her Majesty´s Prison; es decir, prisión de su majestad] ubicada en el castillo de Lancaster; en concreto, en el denominado Hanging Corner, una esquina de la muralla oriental bajo una pequeña torre circular donde los sábados se agolpaban miles de curiosos –hasta 6.000 espectadores llegaron a concentrarse para contemplar la pena capital [3]- hasta que, en 1868, las condenas a muerte pasaron a ejecutarse en el interior del patio de armas poniendo fin a aquel truculento espectáculo celebrado a pie de calle (la última, en 1910). Todo el edificio, acondicionado como centro penitenciario -con prisiones diferentes para hombres y mujeres, casa para el carcelero, tribunal, sala de deliberaciones para el jurado, cuarto de espera donde los presos aguardaban al verdugo asistidos por un capellán y mazmorras- continuó cumpliendo su cometido carcelario hasta 2011.

La "Hanging corner"

Se calcula que, entre 1800 y 1865, allí fueron ahorcadas 213 personas (al menos 20, solo en 1817). La gran mayoría de los presos fueron juzgados por delitos tan diversos como allanamiento de morada, robo con violencia, abigeato, incendio premeditado, falsificación de moneda, profanación… y tan solo un 20 por 100 de ellos por asesinato. 

En la peculiar crónica negra del castillo destaca la historia del galés Edward Barlow, “Old Ned”; tras ser condenado a muerte por robar caballos no pudo ser ahorcado por falta de verdugos por lo que el tribunal le conmutó la pena por prisión en la HMP Lancaster si a cambio él mismo ajusticiaba a otros reos y, entre 1782 y 1812, se estima que ahorcó a 70 compañeros reclusos. 

Asimismo, a los pies del castillo de Lancaster, a unos doscientos metros de sus puertas, se instaló un dispensario médico donde, según la costumbre, se diseccionaban los cadáveres de los criminales para completar la sentencia capital según la Murder Act [Ley del Parlamento británico de 1751 que infligía una pena infamante a los reos condenados a muerte según la cual no podían ser enterrados]. Cuando, a modo de ejemplo, Ashton Worrall, de veinticinco años, fue condenado por el asesinato de Sarah McLellon en 1831, su cuerpo fue ejecutado en la Hanging Corner. Después de que se probaron y fallaron los procedimientos básicos de reanimación, los policías llevaron su cadáver al anochecer colina abajo desde el castillo hasta el dispensario. De noche, los médicos monitorearon sus signos de vida para diagnosticar dos veces su fallecimiento, en la etapa de anatomización del proceso de castigo, y después lo prepararon para llevar a cabo la disección al día siguiente [4].

Citas: [1] MAUROIS, A. Historia de Inglaterra. Barcelona: Ariel, 2007, pp. 383, 386 y 387. [2] ACKROYD, P. Londres. Una biografía. Barcelona: Edhasa, 2000, pp. 333, 616. [3] FIELDS, K. Lancashire Magic & Mystery: Secrets of the Red Rose County. Wilmslow: Sigma Leisure, 1998, p. 111. [4] HURREN, E. T. Dissecting the Criminal Corpse: Staging Post-Execution Punishment in Early Modern England. Londres: Palgrave Macmillan, 2016, p. 188.

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