Al finalizar la II Guerra Mundial, el ejército de Estados Unidos descubrió la colección privada que Hermann Goering [o Göring] había reunido, siguiendo los consejos de su marchante Walter Andreas Hofer, con el fin de crear un gran museo que abriría sus puertas al terminar la contienda. Sus fondos artísticos procedían tanto de las obras que adquiría como, sobre todo, de las que iba confiscando en los países que ocupaba su ejército. Sólo en Francia –tal y como se demostró en el Tribunal de Núremberg que lo juzgó por sus crímenes– saqueó tantas piezas que envió a Alemania 26.000 vagones de tren llenos de obras de arte [1]. Al igual que Hitler y Goebbels [Göbbels], el mariscal del III Reich alemán odiaba lo que la propaganda nazi solía considerar como “arte degenerado” [en referencia a Klimt, Schiele, van Gogh, Gauguin, Renoir, etc.]; en cambio, admiraba la obra de los grandes pintores flamencos y, en especial, la belleza de los lienzos de Johannes Vermeer hasta tal punto que, en 1943, Goering, por medio de un intermediario, adquirió en Ámsterdam un óleo atribuido al célebre autor de La joven de la perla, titulado Cristo y la adúltera, por el que pagó 1.650.000 florines.
Cuando los aliados liberaron los Países Bajos, a la sociedad holandesa le causó una gran conmoción descubrir que un compatriota hubiera vendido un cuadro de una de sus mayores glorias nacionales al enemigo. Gracias a la investigación de un perito se logró llegar hasta un rico propietario de numerosos inmuebles llamado Han van Meegeren que, finalmente, confesó a las autoridades haber vendido ese cuadro a los nazis y que él lo había adquirido en Italia. ¿Había hecho compras a los fascistas italianos y ventas a los nazis alemanes? Inmediatamente fue detenido acusado de colaboracionista [2].
Durante los meses que estuvo preso, Meegeren acabó reconociendo que él mismo había pintado aquel Cristo y que, por lo tanto, el mariscal de Hitler había sido engañado para que comprase una falsificación. Se trataba simplemente de una estafa a gran escala que le había convertido en millonario. Ante aquel giro de los acontecimientos, se llamó a algunos expertos, como Abraham Bredius, para que certificaran la autoría de los presuntos Vermeer y, tras un examen minucioso, se reafirmaron en su valoración, dictaminando que eran auténticos. ¿Quién tenía razón?
El tribunal que juzgaba a Meegeren propuso entonces llevar a cabo una prueba digna del juicio de Salomón: si era tan buen falsificador como afirmaba, que pintase un cuadro imitando a Vermeer delante del órgano judicial y que los peritos lo valorasen posteriormente. Así fue como el estafador volvió a retratar al niño Jesús hablando entre los doctores con todas las famosas características de Vermeer: los ocres corpulentos, los azules exquisitos, el refinamiento de la técnica (…) la exactitud era perfecta: lienzo del siglo XVII, pintura recalentada, pinceles de pelo de tejón (…) [2], e incluso aportó nuevos datos para demostrar que otros cinco cuadros del pintor de Delf eran en realidad suyos: sus manos fueron el modelo para pintar las de Jesucristo y una de las sillas que aparecía de fondo estaba en su propio estudio. Aquello fue irrefutable y los expertos tuvieron que admitir el engaño: los Vermeer eran falsos y Meegeren fue condenado por estafa a un año de prisión, en noviembre de 1947, pero falleció al mes siguiente de un ataque al corazón, sembrando la duda de cuántos cuadros que se estiman verdaderos no serán más que buenas falsificaciones.
Como apéndice curioso, en los años 80, un juez de Estados Unidos empleó esa misma argucia para demostrar que la tímida Margaret Keane era la auténtica creadora de los cuadros que, hasta entonces, se habían atribuido a su exmarido, Walter Keane, que era quien los firmaba. El magistrado les ordenó que ambos pintasen, delante del jurado, un retrato con sus característicos grandes ojos. En menos de una hora, ella demostró que tenía razón y el tribunal condenó a su antiguo esposo a pagarle una indemnización millonaria [el director de cine Tim Burton narró su historia en 2014 en la película Big Eyes].
PD Citas: [1] MANVELL, R. y FRAENKEL, H. Goering. Barcelona: Tempus, 2014. [2] WALLACE, I. Göring burlado. Madrid: Selecciones del Reader´s Digest, 1977.
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