Coincidiendo con el extraño robo del Codex Calixtinus en la catedral de Santiago de Compostela –este códice del siglo XII fue la primera guía de peregrinos en la que el monje Aymeric Picaud describió las cuatro vías principales para hacer el camino jacobeo– en Estados Unidos se ha publicado la lista de los autores más robados en las librerías de este país; no se trata de los best seller más vendidos del momento sino de lo que podríamos llamar, los best stolen; una curiosa estadística que nos ayuda a conocer los gustos literarios de los shoplifter, término que no tiene una correspondencia exacta en castellano (¿descuideros, mercheros, loros, picadores, rateros…?) pero que podríamos traducir, literalmente, como mangatiendas: ladrones aficionados que suelen hurtar –en este caso, libros– en los comercios.
Lo más curioso es que estos shoplifter roban mayoritariamente las obras de cinco autores (Bukowski, Burroughs, Kerouac, Auster y Amis) que, tanto en su vida personal como en su faceta literaria, han estado relacionados –en mayor o menor medida– con la crónica negra de sucesos.
El poeta Charles Bukowski (1920-1994) se hizo famoso narrando, con toda crudeza, El asesinato de Ramón Vásquez, cuando dos jóvenes hermanos (Lincoln y Andrew) torturaron y mataron a bastonazos a una antigua estrella de cine de los primeros años de Hollywood, después de someterlo a toda clase de vejaciones sexuales que el autor describe sin ahorrar detalles. Sus poemas –como En un barrio del crimen– retrataron con gran realismo la violencia, los malos tratos y el infierno de los tipos de esta calle que llevan pistola (…) somos todos asesinos y borrachos pero hay peores en el hotel de enfrente.
El 6 de septiembre de 1951, el autor más destacado de la llamada Generación Beat de escritores norteamericanos, William S. Burroughs (1914-1997), mató accidentalmente a su compañera sentimental, Joan Vollmer, durante unas vacaciones en México, cuando estaba jugando con un arma y, borracho, disparó contra la manzana que ella sostenía en su cabeza, imitando a Guillermo Tell; pero erró el disparo y le atravesó el cráneo. Su hermano, un equipo de abogados y mucho dinero le concedieron la libertad para regresar a su país.
Uno de sus compañeros en los Beat, el novelista Jack Ti-Jean Kerouac (1922-1969) también fue arrestado, en 1944, y condenado a prisión por su complicidad al ocultar las pruebas del asesinato de David Kammerer, apuñalado reiteradas veces por su amigo Lucien Carr antes de arrojar el cadáver al río Hudson. Su novela autobiográfica The town and the city, de 1950, narra estos hechos y su amistad con Burroughs y Joan, antes de que éste le disparase en la cabeza.
Los dos últimos autores más robados aún permanecen vivos; son Paul Auster (1947) que comenzó a escribir La invención de la soledad cuando se enteró de la muerte de su padre y reflexionó en esta novela sobre su fría relación con él, debida a un crimen que se cometió en su familia; y, finalmente, el inglés Martin Amis (1949), políticamente incorrecto y odiado por la crítica, es famoso por su misoginia, como muestra en la extensa Campos de Londres, donde una mujer –Nicola– utiliza su atractivo para lograr que la asesinen justo el día en que cumplirá 35 años; o el más extraño Tren nocturno, en el que la detective Mike Hoolihan –a pesar del nombre masculino, se trata de una mujer– tiene que investigar lo que parece que fue el suicidio de una joven.
Conociendo la vida de estos cinco autores y los temas que trataron en sus obras, al final va a ser cierta la famosa frase que se atribuye al investigador y delincuente francés Vidocq, cuando dijo que sólo la mente de un criminal puede comprender la de otro.
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