Se trata de cuatro variables de ciberbullying muy concretas. La primera de ellas, el griefing es una conducta malintencionada, que procede del verbo grief (apenar, entristecer, hacer fracasar o, el más coloquial, dar la vara) y consiste en utilizar un lenguaje grosero y amenazador en Facebook, donde se ridiculiza intencionadamente a otras personas, o tener un comportamiento destructivo en los juegos on line con multijugadores (a los que se conoce como griefers); en este caso, el problema suele solucionarse expulsando al jugador, “baneándolo” del servidor (de ban, prohibir algo) por abusar de las reglas del juego. Por su parte, el flaming deriva del verbo flame (acalorarse o encenderse, al que se le ha dado una nueva acepción en internet: insultar on line) se basa en mantener una acalorada discusión en la red –por ejemplo en un foro– enviando mensajes de texto, hostiles o insultantes, que al carecer de la entonación del lenguaje verbal y sin mantener un contacto físico, pueden dar lugar a malas interpretaciones y a actitudes violentas. En castellano también comienza a familiarizarse el uso de flamear. En ocasiones, esta técnica se utiliza de forma voluntaria para provocar la reacción del resto de internautas y “animar” las discusiones.
Más allá de su significado común en inglés (excursión o paseo), desde los años 90, el outing conlleva “sacar del armario” a una persona revelando públicamente su orientación sexual, sin su consentimiento, violando su vida íntima, generalmente, con un fin difamatorio. En función de las circunstancias, suele calificarse como una intromisión ilegítima en los derechos al honor, la intimidad y la propia imagen.
Por último, el sexting –contracción de sex y texting (traducible como: pasaje sexual)– difiere de la anterior conducta, donde la iniciativa para descubrir el comportamiento sexual de una persona parte de terceros ajenos al sujeto, en que aquí es uno mismo el que se graba en una actitud sexual, erótica o pornográfica, en un ámbito doméstico (dormitorio, baño, cocina, etc.) y de forma más o menos explícita, pero el contenido llega a terceros que lo pueden utilizar o bien para limitarse a difundirlo por internet o bien para chantajear al protagonista del vídeo (en castellano, esta conducta comienza a ser conocida como sextorsión). Su origen es muy reciente: se citó por primera vez en el artículo The one and only, de Yvonne Roberts, publicado en el dominical Sunday Telegragh Magazine el 31 de julio de 2005.
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