Junto al conocido pasaje bíblico que el desafortunado Masaccio pintó al fresco en Florencia (Italia) a comienzos del siglo XV –Jesucristo le pide a san Pedro que eche el anzuelo en el lago de Cafarnaún y que abra la boca del primer pez que pique para coger una moneda de plata del animal con la que pagar sus impuestos a los recaudadores– en las Sagradas Escrituras existen otras escenas que también contienen indudables referencias tributarias; por ejemplo: las ofrendas de los diezmos [Nm. 18, 28]; el ordenamiento de los tributos sagrados [Neh. 12, 44] o la parábola del dracma perdido [Lc. 15, 8-10]; sin embargo, una de las más conocidas es la lección del denario del César que narran tres de los evangelistas. Según san Marcos dice así: Le enviaron entonces algunos fariseos y herodianos para cazarlo en alguna palabra. Llegaron y le dijeron: «Maestro, (…) ¿es lícito pagar tributo al César o no? ¿Lo debemos dar o no?». Conociendo él su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea». Se lo llevaron y les dijo: «¿De quién es esta efigie y esta inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Y Jesús les dijo: «Pues dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios». Y quedaron admirados por esa respuesta [Mc. 12, 13-17; así como en: Mt. 22, 15-22 y Lc. 20, 20-26]. Ocurrió hacia el año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea (Lc. 3.1)].
Roma impuso el pago del denario cuando esta provincia se incorporó al Imperio. El problema de índole religioso que se originó con esta nueva obligación tributaria fue el de tener que ingresar en las arcas romanas una moneda que llevaba acuñada la imagen del emperador y un lema que hacía referencia a su origen divino, por lo que, en cierto modo, utilizar aquellos denarios podía ser interpretado como una muestra de idolatría. A partir de aquella base, aunque las monedas eran de uso común entre los judíos, los fariseos y los seguidores de Herodes trataron de tender una trampa a Jesús. Pocos años después, a mediados del siglo I, san Pablo escribió desde Corinto a los romanos recordándoles, precisamente, que debían pagar los impuestos [Rom. 13, 6].
Desde un punto de vista artístico es probable que los dos mejores pintores que han reflejado este pasaje hayan sido el italiano Mattia Preti (1613-1699) y el francés Valentin de Boulougne (1591-1632); ambos, dos excelentes caravaggescos del siglo XVII, injustamente eclipsados por la fama y la obra de su maestro.
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