En la tradición católica, la oración que se reza a este santo ya nos recuerda que El nombre del traidor que entregó a tu amado Maestro en las manos de sus enemigos [en referencia a su tocayo: Judas Iscariote], ha sido la causa de que tú hayas sido olvidado por muchos; pero la Iglesia te honra e invoca universalmente, como el patrón de los casos difíciles y desesperados. Por ese motivo, sus devotos le piden: Ruega por mí. Estoy sin ayuda y tan solo. Haz uso, te imploro, del privilegio especial a ti concedido, de socorrer pronto y visiblemente cuando casi se ha perdido toda esperanza. Aunque san Judas Tadeo no es el patrono de los abogados –privilegio que le corresponde a san Ivo o a san Raimundo de Peñafort, según la costumbre de cada lugar– a este apóstol se le suele calificar como el “abogado de las causas perdidas”. ¿Por qué?
El curtidor de pieles Simón y el carpintero Judas Tadeo (…) eran hermanos de Santiago el Menor y tenían por padres a María, hija de Cleofás, y a Alfeo, quien según se dice, era hermano carnal de san José. Jesús acogió a sus primos entre los doce apóstoles. Predicó en Mesopotamia, Arabia y Persia donde acabó siendo decapitado. Según el periodista alemán Albert Christian Sellner: la veneración de san Judas como auxiliador en situaciones desesperadas fue fomentada sobre todo por los jesuitas, por lo cual, a veces se le denomina, en broma, el ministro de hacienda de la Compañía de Jesús [SELLNER, A. C. Calendario perpetuo de los santos. Barcelona: Edhasa, 1994, pp. 384 y 385].
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