El Art. 226.1 del Real Decreto Legislativo 4/2015, de 23 de octubre –por el que se aprobó el texto refundido de la Ley del Mercado de Valores– dispone que: Se considerará información privilegiada toda información de carácter concreto que se refiera directa o indirectamente a uno o varios valores negociables o instrumentos financieros de los comprendidos dentro del ámbito de aplicación de esta ley, o a uno o varios emisores de los citados valores negociables o instrumentos financieros, que no se haya hecho pública y que, de hacerse o haberse hecho pública, podría influir o hubiera influido de manera apreciable sobre su cotización en un mercado o sistema organizado de contratación. A continuación, el Art. 227 regula las obligaciones y prohibiciones para quienes dispongan de información privilegiada: deberán abstenerse de ejecutar por cuenta propia o ajena, directa o indirectamente, una serie de conductas como, por ejemplo, recomendar a un tercero que adquiera o ceda valores negociables o instrumentos financieros o que haga que otro los adquiera o ceda basándose en dicha información.
El catedrático de la Universidad Jaume I, David Blanquer Criado, ha ilustrado la innegable influencia de la información en el poder económico con una conocida anécdota sobre el origen de la inmensa fortuna que el banquero Nathan Rothschild (Fráncfort, 1777 - Londres, 1836) ganó en la Bolsa de la capital británica, a comienzos del siglo XIX, por disponer de información privilegiada antes que el resto de los operadores en ese mercado de valores:
El padre de Nathan Rothschild tenía negocios en Alemania con la familia Thurn und Taxis, que como es sabido, disfrutaba del monopolio de la prestación del servicio de correos. Una vez advertida la enorme importancia de obtener con rapidez información valiosa, la familia Rothschild creó su propio servicio de correo (…) Uno de los integrantes de ese servicio presenció la batalla de Waterloo (desarrollada entre el 15 y el 18 de junio de 1815). Durante el desarrollo de la primera parte del combate, y cuando las tropas de Napoleón iban por delante, Wellington envió un correo a Londres para informar sobre la batalla. Como es sabido, con los refuerzos prusianos la situación cambió, ocurre que el correo oficial de Wellington llegó a Londres más tarde que el de los Rothschild. El propio Nathan Rothschild jugó con el privilegio de disponer de esa información anticipada; primero vendió masivamente todos sus valores, lo que hizo pensar a los demás que Napoleón había vencido. Cuando los valores habían tocado suelo, compró masivamente. Más tarde llegó el correo de Wellington y se divulgó públicamente la victoria de Inglaterra, produciéndose entonces una vertiginosa subida de las cotizaciones en la bolsa de Londres (…) el privilegio de recibir antes o con prontitud una información fidedigna y relevante puede ser el mayor activo empresarial de quienes operan en el mercado de valores negociables [BLANQUER CRIADO, D.: La CNMV. Su transparencia y responsabilidad. Valencia: Tirant lo Blanch, 2014, pp. 44 y 45].
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