viernes, 11 de abril de 2014

El decreto que pintó Sidi Bou Saïd de blanco y azul

El barón francobritánico Rodolphe D´Erlanger (1872-1932) fue un pintor y musicólogo que, por problemas de salud en los bronquios, tuvo que abandonar su país natal para instalarse en el antiguo protectorado francés de Túnez, donde residió hasta su fallecimiento, ensimismado –y con razón– por la belleza de este tranquilo rincón del norte de África. En 1909 compró un terreno cerca de las ruinas de Cartago, en una pequeña población llamada Sidi Bou Saïd –en recuerdo del místico que meditó en aquel promontorio situado frente al mar– y, tres años más tarde, comenzó a levantar su imponente residencia; un palacete de corte orientalista, siguiendo la moda de aquel tiempo, al que llamó Ennajma Ezzahra, con hermosos patios y salones de recepciones que se inspiraron en la Alhambra y el estilo andalusí, rodeados de fuentes y jardines, dispuestos en terrazas y cubiertos por buganvillas; un edificio que, en la actualidad, alberga la sede del CNAM (Centre des Musiques Arabes et Méditerranéennes). Por los negocios bancarios de su familia, el barón entabló una buena relación con los miembros de la aristocracia local y, gracias a ello y a su empeño personal, consiguió que el 28 de agosto de 1915, las autoridades tunecinas aprobaran un decreto por el que se ordenó proteger la singularidad de aquel pueblo, preservando el color blanco de las fachadas y el intenso azul añil de los marcos de las puertas y ventanas cerradas con vistosas celosías, de modo que aquella disposición presume de ser una de las primeras normas administrativas que veló por ordenar el desarrollo urbanístico de una localidad para mantener intacto su patrimonio, convirtiéndola, hoy en día, en uno de los mayores reclamos turísticos de este país magrebí.

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